San José.— Tras relatar que todos los días se levanta y se acuesta pensando en la paz mundial, el diplomático argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), advirtió ayer que hay una situación nuclear de “extrema gravedad” por la guerra entre y Rusia, ante el riesgo de una tragedia en instalaciones atómicas ucranianas por un fuego cruzado entre las fuerzas de Kiev y Moscú.

En una entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL, Grossi alertó que “el peligro está siempre latente” y que la crisis es de mayor inquietud porque, a diferencia de otros conflictos bélicos exentos del factor nuclear, Ucrania tiene 15 centrales de energía atómica, como la de Zaporizhia, que es la más grande de Europa, en el este del país y ahora en poder de las tropas rusas.

De 61 años, politólogo, director general adjunto del OIEA de 2010 a 2013, embajador de Argentina en Austria de 2013 a 2019 y, a partir del 3 de diciembre de 2019, director general del Organismo que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Grossi anunció que el próximo lunes viajará a un sitio de inquietante referencia histórica: la central de Chernobyl, en el norte de Ucrania. También lee: 

Luego de que Rusia invadió Ucrania el pasado 24 de febrero, Chernobyl, en un sector limítrofe con Bielorrusia, fue ocupada por los rusos hasta finales de marzo, en una maniobra inquietante: en esa central ocurrió el 26 de abril de 1986 el mayor desastre nuclear de la historia con una explosión en un reactor que irradió a unas 60 mil personas.

Como primer latinoamericano en ocupar la más alta posición de una instancia que, como el OIEA, es clave para la paz, Grossi destacó que, por su origen, un elemento crucial en su trabajo es el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe o Tratado de Tlatelolco, suscrito en México en 1967 y vigente desde 1969.

Al diplomático argentino le correspondió dirigir al OIEA en un momento de la historia global que remitió a otra polémica: la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962, cuando Moscú y Washington estuvieron al borde de un choque atómico por la instalación de misiles de la entonces Unión Soviética en suelo cubano, a lo que Estados Unidos se opuso. Luego de 13 días de controversia, la crisis fue resuelta diplomáticamente por estadounidenses y soviéticos sin llegar a guerra nuclear.

La siguiente es la entrevista completa que Grossi concedió a este periódico:

Por su cargo de trascendencia mundial, usted es una figura latinoamericana relevante en estas circunstancias. ¿Es portador usted de la voz de los latinoamericanos y caribeños como zona desnuclearizada por el Tratado de Tlatelolco, para clamar por evitar un desastre nuclear en esta guerra?

—No sé si soy merecedor. Mi puesto es por elección. Más allá de esta crisis, no fue casualidad que cuando fui candidato [en 2019] al OIEA, uno de los puntos importantes que señalé, con enorme honor por supuesto, es justamente que sería yo el primer director general de América Latina y el Caribe: la región del Tratado de Tlatelolco, la que está libre de armas nucleares, que tiene una vocación histórica de paz y que eso, la eventual elección de un director general latinoamericano por primera vez en la historia, podría ser el resultando del reconocimiento de los aportes latinoamericanos.

Estoy hablando con un periódico mexicano y recuerdo al Premio Nobel de la Paz 1982, el embajador mexicano don Alfonso García Robles (1911-1991), con el cual (como gestor del Tratado de Tlatelolco) tuve el honor yo mismo de trabajar en Ginebra, Suiza, hace más de 30 años.

Por lo tanto, creo que todos somos tributarios de esa nobilísima tradición en la que México ha tenido indudablemente un papel centralísimo. Quiero creer que acaso nuestra voz tenga cierta autoridad para ejercer con ecuanimidad, distancia y prudencia una labor tan delicada.

¿Cree que la humanidad está hoy ante el riesgo más grave de tragedia nuclear desde la crisis de los misiles en Cuba en 1962? Rusia amenazó con recurrir a su capacidad nuclear para garantizar su existencia.

—La situación es de extrema gravedad por el riesgo nuclear en Ucrania. Estamos ante una guerra y la situación es muy sensible con las instalaciones nucleares. Hay un riesgo general. Ucrania es un país con 15 reactores. Más de 50% de su energía es de origen nuclear.

Es la primera vez que hay un conflicto armado en un territorio en donde hay esa cantidad de material nuclear y este es un riesgo muy importante que debe ser atendido. Por eso, el OIEA trabaja activamente en resguardar la seguridad nuclear en Ucrania. En un contexto con instalaciones nucleares, el peligro está siempre latente.

¿Cuáles peligros detectó el organismo de que las plantas nucleares queden en el fuego cruzado entre Rusia y Ucrania?

—En este momento tenemos dos instalaciones nucleares cerca del teatro de operaciones. Son Zaporizhia y la planta nuclear Ucrania Sur, que visité [en marzo]. Están situadas relativamente cerca del este del país y del frente sur, que es donde se están librando las batallas más importantes.

En esas zonas concentramos toda nuestra atención. Estamos en contacto permanente con las plantas y advirtiendo a la Federación de Rusia de esta situación y, naturalmente, estamos en alerta permanente.

Zaporizhia es la planta nuclear más importante de Europa. Sólo en ese lugar hay seis reactores. Y allí, en la noche del 3 al 4 de marzo, hubo un episodio de violencia. Un proyectil impactó un edificio administrativo adyacente a un reactor y generó profunda inquietud.

Estuvimos toda esa noche en conexión permanente con la central. La situación pudo finalmente contenerse y lo importante es que permanece bajo control de las fuerzas rusas.

Esto es claramente un fenómeno adicional que genera cierta zozobra justamente porque hay una dualidad, que radica en que mientras las fuerzas rusas mantienen el control perimetral de la planta, la misma es operada por expertos ucranianos.

Esto genera tensiones, fricciones que uno evidentemente no quiere en un lugar donde se maneja una tecnología de alta sensibilidad ni que exista un marco de estrés, de nervios, tensión e inquietud. Eso es algo que hemos señalado en nuestros contactos con ambas partes.

La presencia rusa en Zapori- zhia, por el momento, permanece. Es decir, [los rusos] no se van a ningún lado. Estamos gestionando, no solucionando, una situación de mucha tensión en Zaporizhia. También lee: 

Chernobyl cayó en febrero y marzo en poder de los rusos, que abrieron trincheras, usaron excavadoras y se expusieron a dosis dañinas de radiación que estaban debajo de la superficie. Los sensores de radiación del OIEA dejaron de funcionar ¿Cuál es la realidad?

—Tenemos actividad y contacto permanente con Chernobyl, con la planta, con el operador y con la autoridad de regulación nuclear de Ucrania. En Chernobyl perdimos algunas capacidades técnicas de detección, no todas. Estamos aún en capacidad de advertir, en grandes líneas, lo que allí está sucediendo.

El próximo lunes, con un equipo técnico, viajaré a Chernobyl para reparar y restaurar la conectividad en las áreas donde la hemos perdido, desplegar actividades de apoyo a la planta en seguridad y aportar equipo para la seguridad nuclear que Ucrania nos solicitó.

Desde esta orilla del Atlántico se teme por la eventualidad de que una bomba de Rusia caiga donde no debe, por ejemplo, en un país vecino y miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la respuesta del agredido lleve a una profunda calamidad nuclear. ¿Cómo evalúa ese contexto?

—En primer lugar, si se trata de las instalaciones nucleares, creo que —y esto lo he conversado mucho con la parte rusa— hay una conciencia muy clara sobre la necesidad de evitar ataques directos a las centrales nucleares.

Evidentemente estamos en un conflicto armado, de modo tal que no puedo tener garantías escritas de que tal cosa no suceda. Pero puedo asegurar que existe una clara consciencia sobre la ubicación y la situación geográfica de las instalaciones nucleares y los peligros inherentes a este tipo de situación.

Evidentemente en una guerra nadie puede garantizar nada. Pero creo que existe consciencia clara sobre la necesidad de así hacerlo y evitar que eso suceda.

¿Hay voluntad política en occidente y Rusia de evitar una catástrofe nuclear?

—La voluntad creo que existe. La visión, la misión, la responsabilidad de los organismos internacionales es buscar esa voluntad, recordarla, ponerla al frente y por encima de la vida, de la tensión, de las funciones agresivas y bélicas. Es como un tesoro: hay que ir a sacarlo y ponerlo donde tiene que estar. Es una función que tratamos de ejercer desde el OIEA. Esa es mi esperanza y como diplomático pienso que hay siempre espacio, siempre, espacio para la diplomacia.

Nuestra labor con Rusia y Ucrania es un mensaje muy claro acerca de la situación en cada instalación nuclear. Recordar claramente la necesidad absoluta de proteger la integridad física: en otras palabras, no atacar una central nuclear.

Pero no sólo eso: no comprometer su funcionamiento normal para que no haya ningún accidente nuclear.

Todo esto el OIEA lo hace, lo visibiliza, lo recuerda, lo dice constantemente. Yo también lo digo en mis conversaciones, mis tratativas con los distintos actores de Rusia y Ucrania.

¿Tiene comunicación fluida con el canciller de Rusia, Serguéi Lavrov?

—Sí.

¿Usted se levanta todos los días pensando en la paz del mundo?