La Habana.- Cargada de incertidumbre, repleta de intriga y pintada de realismo, una pregunta corrió desde hace varios años por los trillos políticos dentro y fuera de Cuba sobre el cambio de presidente de los consejos de Estado y de Ministros , programado siempre en 2018 aunque en un inicio para el 24 de febrero y postergado en diciembre de 2017 al pasado 19 de abril, por el saldo de muerte y desolación que provocó en septiembre anterior el huracán Irma.
La duda es si después de más de 59 años de revolución cubana encabezada primero por Fidel Alejandro Castro Ruz , comandante en jefe y fallecido el 25 de noviembre de 2016, y luego por Raúl Modesto, su hermano menor, ¿el verdadero poder en el régimen comunista de la isla cambiará realmente de apellido o será sólo una cesión cosmética de puestos a un hombre sin nexos de sangre ni de cualquier otro parentesco con los Castro , porque el mando real permanecerá en el control de la más importante y poderosa familia cubana desde 1959?
Bajo la expectación nacional e internacional , Raúl Modesto Castro Ruz , de 86 años (el próximo 3 de junio cumplirá 87), viudo desde 2007 de la dirigente Vilma Espín Guillois, con quien procreó a Mariela, nacida en 1962 y promotora de la diversidad sexual, y a Alejandro, en 1965 y hoy coronel, entregó la presidencia de los dos consejos el jueves anterior a un personaje con una peculiaridad histórica y más que anecdótica: nació luego del triunfo revolucionario de 1959.
El sucesor y receptor de dos de los más altos cargos de Estado y de gobierno en la estructura cubana de régimen vertical fue Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez . El hijo de Miguel Díaz-Canel , obrero de una planta industrial, y de Aída Bermúdez , maestra, nació el 20 de abril de 1960 en Villa Clara, provincia de la zona central de Cuba con una tradición que creció en torno a la producción azucarera, por lo que cumplió 58 al día siguiente de sentarse a la silla presidencial.
El nuevo mandatario fue elegido por la Asamblea Nacional del Poder Popular (congreso unicameral). “A quienes por ignorancia o mala fe dudan de nuestro compromiso, debemos decirles que la revolución sigue y seguirá”, dijo Díaz-Canel en el discurso inaugural de su gestión ante el pleno parlamentario, en el Palacio de Convenciones, en el oeste de esta ciudad.
“Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya la obra de la revolución. Seguiremos adelante sin miedo y sin retrocesos; sin renunciar a nuestra soberanía, independencia, programas de desarrollo, e independencia”, anunció.
Elevado el 24 de febrero de 2013 a la vicepresidencia de los dos consejos, Díaz-Canel arribó a la posición de privilegio pero a sabiendas de que su predecesor inmediato en ambos puestos preservó el mando sobre la llave del poder absoluto, indiscutible, omnipresente y superior en Cuba.
El general y ex presidente sigue siendo primer secretario del Partido Comunista de Cuba ( PCC ), el único legal en la isla y el que, de acuerdo con el preámbulo de la Constitución de Cuba promulgada en 1976 y en vigencia, está “al frente” en el “objetivo final de edificar la sociedad comunista”. El general reemplazó a su hermano en ese cargo del PCC el 19 de abril de 2011 y, salvo imprevistos, lo mantendrá al menos hasta 2021.
Castro anunció el pasado jueves que Díaz-Canel llegará a ser Primer Secretario del PCC en 2021.
Predominio. En su artículo quinto, la Constitución definió con total claridad el papel estelar del PCC sobre todo lo que pasó, pasa y pasará en la mayor de las Antillas. “El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”, puntualizó la Carta Magna, sin dejar ningún resquicio a otra opción político—partidista como alternativa de gobierno.
El PCC decidió en 2011 que la presidencia de los consejos se ejercerá por un máximo de dos periodos de cinco años cada uno, por lo que Díaz-Canel las desempeñará —salvo imprevistos— al menos hasta 2028, cuando tenga 68 años. El comandante la ejerció por 32 años, aunque fue el máximo jerarca por 47 y la sombra tras el trono por al menos otros 10, mientras que el general la desempeñó por 10 en propiedad y casi dos en interinato.
“El clan Castro ha comenzado su transferencia de poder generacional. Familiares, secuaces y allegados, se redistribuyen puestos económicos y de control para así garantizar la dinastía indefinidamente”, aseguró la coalición opositora cubana Foro por los Derechos y Libertades (ForoDyL), integrada por disidentes y organizaciones anticomunistas que, en la semiclandestinidad, todavía viven en Cuba.
En una declaración que emitió a inicios de la segunda semana de abril, y de la que EL UNIVERSAL tiene copia, las agrupaciones y demás miembros de la disidencia interna denunciaron que “es una manipulación efectista argumentar que el dictador abandonará el poder y habrá un nuevo presidente”.
“Es sabido”, recalcaron, que Díaz-Canel “será acaso una marioneta nombrada a dedo. El régimen será el mismo y los cubanos permaneceremos bajo un tiranía que el mundo lastimosamente ha aceptado”.
¿Independencia? Con un régimen en el que la palabra control es vital como instrumento político y en el que la forma como se hacen las cosas a veces es más relevante que el fondo de esas cosas, Díaz-Canel entró a la historia aunque con la zozobra de si podrá determinar su propio rumbo para escribirla con independencia y con sus propias actuaciones.
Al anunciar en febrero de 2013 la designación de Díaz-Canel como vicepresidente de ambos consejos, el general Castro le describió con siete palabras: “No es un advenedizo ni un improvisado”.
Castro, quien sustituyó primero de manera temporal a su hermano el 31 de julio de 2006 por problemas de salud y luego en forma definitiva y permanente desde febrero de 2008, exaltó así la trayectoria del que ya se preveía como su reemplazo y le alabó por su “firmeza ideológica”.
En su ascenso político, Díaz-Canel encarnó un típico cuadro moldeado por la misma revolución, en una carrera en la que fue dirigente en Villa Clara de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), una de las principales organizaciones de masas del régimen, y después cumplió misión internacionalista en la década de 1980 en la guerra de Nicaragua en defensa de la entonces revolución sandinista.
Tras alcanzar la máxima responsabilidad del PCC en Villa Clara y en Holguín, otra provincia del centro de la isla, siguió subiendo escaños, ingresó en 2003 a los estratos de mayor rango dentro del partido, como el Buró Político y el Comité Central, y fue nombrado ministro de Educación Superior. El Buró es de 17 miembros y es la máxima autoridad ideológica y política partidista y estatal y el Comité Central de 142.
Ruta socialista. El nuevo presidente nació cuando la revolución cubana cumplió apenas 15 meses y 19 días de instalada y en una etapa en la que Cuba aceleró su ruta al socialismo de la mano del comandante. En esa fase se consolidaron figuras históricas que siguieron a ese líder y se alzaron en armas en diciembre de 1956 en el oriente de la isla hasta que derrotaron a la dictadura de Fulgencio Batista —que se empoderó por un golpe de Estado en 1952— y vencieron entre el último día de 1958 y el primero del año siguiente.
Díaz-Canel se convirtió en el primer dirigente cubano nacido luego del triunfo del primero de enero de 1959 en ser primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros y sustituyó al veterano José Ramón Machado Ventura, en esos puestos desde 2008, segundo secretario del PCC a partir de 2011, de 87 años y uno de los personajes claves de la ortodoxia radical cubana como férreo defensor del aparato ideológico.
En un sistema que reiteradamente se autodefinió como democrático, pero al que Washington catalogó repetidamente como dictadura unipartidista sin elecciones ni prensa libres y con presos políticos, dos hombres dominan la estructura del PCC con poderes superiores al presidente: el general y Machado.
Por eso, Díaz-Canel seguirá por debajo de ambos, porque continuarán al frente del auténtico centro de poder político en Cuba: el PCC.
Así, la pregunta política de incertidumbre, intriga y realismo continuará vigente.