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La división política entre el campo y la ciudad de Estados Unidos es una de las grandes fracturas que quedaron evidenciadas por las elecciones del 3 de noviembre.
En los comicios que según las proyecciones ganó el candidato demócrata, Joe Biden, al presidente Donald Trump, las zonas rurales, los pueblos y las ciudades pequeñas se tiñeron de rojo en apoyo a los republicanos, las grandes urbes y sus suburbios se inclinaron por el azul demócrata.
Y aunque esta polarización no es algo nuevo en la historia de los comicios estadounidenses, sí es una grieta que marca una gran diferencia entre dos visiones contrapuestas sobre el futuro del país.
Trump consiguió una amplia ventaja entre los votantes blancos sin estudios superiores que viven en zonas con menor densidad poblacional, un feudo que ha demostrado serle leal, aún en medio de la peor crisis económica que atraviesa el país desde la Segunda Guerra Mundial.
En cambio el presidente electo, Joe Biden, apenas alcanzó un 25% de apoyo en las zonas rurales, en contraste con el 68% de los votos que arrastró en las grandes ciudades.
"Trump es realmente un presidente rural", le dice a BBC Mundo William Frey, investigador del centro de estudios Brookings Institution especializado en demografía política y análisis de resultados electorales de EE.UU.
A pesar de la existencia de esos dos mundo antagónicos, Frey cree que la línea que separa políticamente al campo de la ciudad mostró en estas elecciones que no es tan rígida como se creía.
"Trump perdió votos en los suburbios de grandes áreas metropolitanas, especialmente en los estados clave que estaban en disputa", señala.
Ese giro de algunos republicanos que cambiaron su voto hacia Biden en partes del llamado "cinturón del óxido" (Michigan, Pensilvania y Wisconsin) y del "cinturón del sol" (todo el sur) marcó una importante diferencia, agrega.
Mirando hacia el futuro, el demógrafo y sociólogo argumenta que la población de las zonas rurales donde Trump tiene gran parte de su base electoral (y que representa cerca del 16% del total de los estadounidenses) está envejeciendo y su expansión es menor que otros segmentos de la población.
En contraste, hay otros grupos que crecen como los millennials o la generación Z.
A lo anterior se suman fenómenos como un progresivo aumento en el nivel educativo de la población en general y un alza en el número de mujeres en la universidad, cambios que probablemente tendrán un impacto en el voto.
¿Qué pasa en el medio?
Un voto que se disputa con fuerza es el de las zonas intermedias que no son ni el campo ni la gran urbe.
"Sabemos que Biden gana en ciudades como Nueva York o Filadelfia, y que Trump gana en el campo. Por eso es importante observar qué pasa en los suburbios, en las ciudades medianas y en las pequeñas", le dice a BBC Mundo Charles H. Stewart, profesor de Ciencias Políticas y director del Laboratorio de Datos y Ciencia de Elecciones del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT.
El Partido Republicano, explica, está muy dominado por cristianos evangélicos, habitantes de pueblos, gente que vive en zonas donde ha decaído la actividad industrial, ciudades pequeñas en el medio oeste.
Desde una perspectiva histórica, ese partido ha tenido dos alas: la de Wall Street y la de la calle. "Lo que hemos visto es la progresiva disminución del ala de Wall Street", señala Stewart.
Y a la inversa, la parte obrera en las pequeñas ciudades y pueblos es la que se ha vuelto más republicana, como lo siguen mostrando los resultados electorales.
Resultados que también mostraron cómo estas elecciones, superando los votos que consiguió la candidata demócrata Hillary Clinton en 2016.
Anthony Zurcher, periodista de la BBC especializado en política estadounidense, plantea que si la división partidaria campo-ciudad persiste, "hay algunos desequilibrios sistémicos que se harán más pronunciados".
Como el sistema de gobierno de EE.UU. fue diseñado para tratar de equilibrar el poder de los estados dentro del sistema federal, hay estados predominantemente rurales que tienen el mismo número de senadores estadounidenses que los estados más grandes y poblados.
Por ejemplo, los 40 millones de habitantes de California tienen dos senadores, los mismos que los 580.000 de Wyoming, recuerda Zurcher.
"Debido a que la influencia de un estado en las elecciones presidenciales está determinada por el tamaño de su representación en el Congreso, este desequilibrio también tiene un efecto en quién gana la Casa Blanca", apunta.
La "guerra cultural"
Lo que han arrojado los análisis de los resultados electorales y las encuestas (a boca de urna y vía telefónica) es que los habitantes de las grandes urbes tienden a ser más seculares, a estar a favor de la no penalización del aborto y a ser racialmente más diversos.
En cambio, los habitantes de zonas rurales tienden a ser más religiosos, anti-aborto, predominantemente blancos, no consideran que el racismo sea un problema estructural en el país y suelen oponerse al control de las armas.
Algunos analistas hablan de una especie de "guerra cultural" donde las zonas más blancas y conservadoras se oponen a las regiones metropolitanas en las que hay una mayor aceptación de la diversidad de género y donde se condena el racismo.
El economista Dani Rodrik, profesor de Economía Política Internacional de la Universidad de Harvard, describió lo que suele ocurrir en zonas empobrecidas.
"Las comunidades donde los buenos trabajos desaparecen pagan un precio que va más allá de la economía. La adicción a las drogas, la desestructuración familiar y la delincuencia aumentan. Las personas se vuelven más apegadas a los valores tradicionales, menos tolerantes con los extranjeros y más dispuestas a apoyar a los hombres fuertes autoritarios", dice Rodrik.
"La inseguridad económica desencadena o agrava las divisiones culturales y raciales".
Es por eso que mientras no se produzcan transformaciones socioeconómicas más profundas, menores son las posibilidades de que se tiendan puentes entre los votantes de un lado y del otro.
El voto de las mujeres
Al analizar los resultados según el género, el 56% del voto de las mujeres fue para Biden y el 43% para Trump.
Es por eso que muchos analistas dicen que las mujeres fueron cruciales en darle la victoria al demócrata.
Especialmente las mujeres negras y las mujeres suburbanas (aquellas que viven en los suburbios de las ciudades), porque tuvieron una mayor incidencia para inclinar la balanza.
Sin embargo, Trump obtuvo buenos resultados entre las mujeres sin educación superior.
Y aunque las expectativas apuntaban a que en estas elecciones la división de género iba a ser mucho mayor, lo cierto es que se mantuvo básicamente igual respecto a elecciones anteriores, incluyendo los comicios de 2016.
Los mitos sobre el voto latino
Observando el componente étnico de los electores, el 57% de los blancos votó por Trump, mientras que el 87% de los negros votó por Biden.
Y en el caso de los hispanos, el 66% de los votos fue para Biden, mientras que el 32% apoyó a Trump.
"Me sorprendió el alto atractivo de Trump entre los hispanos", comenta Charles H. Stewart.
Comparado con las elecciones de 2016, el voto de los latinos a favor de Trump aumentó cuatro puntos porcentuales, algo que no estaba en el radar de las proyecciones pre-electorales.
Y es que la narrativa del "voto latino" que ha acompañado a los ciclos electorales durante décadas se ha venido derrumbando.
Entre los mitos que han caído está la idea de que es un bloque uniforme al que solo le importan los temas de inmigración, o que son votos determinantes únicamente en estados como Florida o California.
Cómo votaron los jóvenes
Los más jóvenes votaron por Biden. Entre los ciudadanos de menos de 30 años, el presidente electo consiguió el 62% de los votos.
Abby Kiesa, vicedirectora del Centro de Información e Investigación sobre Aprendizaje y Participación Cívica de la Universidad de Tufts en Massachusetts, explica que en estas elecciones hubo una mayor participación juvenil que otros años.
"Vimos que aumentó la inscripción electoral de los jóvenes, que se involucraron más directamente en las campañas y que especialmente los jóvenes negros participaron más".
Un factor importante en ese sentido fueron las grandes movilizaciones juveniles de 2020 para protestar contra abusos policiales dirigidos hacia la población negra.
"Si yo trabajara en una campaña política no ignoraría el poder del voto de la gente más joven", apunta la especialista en diálogo con BBC Mundo.
El factor educativo
Otra importante división entre los votantes fue en cuanto a su nivel educativo.
Los datos arrojan que el 55% de las personas con educación superior votó por Biden y el 42% por Trump, mientras que los votantes sin estudios universitarios se dividieron en partes similares.
Jennifer Lawless y Paul Freedman, profesores del Departamento de Política de la Universidad de Virginia, publicaron un estudio de los resultados electorales en el que señalan que este año se produjo una división educativa entre los votantes bastante similar a la ocurrida en 2016.
Sin embargo, advierten que la grieta es mucho más pronunciada entre los votantes de raza blanca.
El 64% de los blancos sin estudios universitarios apoyó a Trump, mientras que los negros optaron por Biden independientemente de su nivel de educación, señalan los expertos.
Un análisis de The Economist sobre esta brecha entre los votantes plantea que no está claro cuánto de la predilección por Trump entre los blancos con menor educación es un fenómeno asociado directamente con el mandatario o si es una inclinación por el partido.
El desafío republicano, señala la publicación, será mantener a esos partidarios pero, al mismo tiempo, convertirse en una alternativa política atractiva para los votantes blancos universitarios.
El aporte de los votantes a la economía
Tras un análisis de los datos electorales, Mark Muro, investigador del centro de análisis Brookings Institution, llegó a la conclusión de que los condados que votaron por Biden aportan el 70% del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos.
"Esta es una imagen de una nación donde los dos partidos habitan economías radicalmente diferentes", le dice Muro a BBC Mundo.
Mientras Biden consiguió el apoyo de casi todos los condados con las mayores economías del país, Trump ganó miles de condados en pequeños pueblos y comunidades rurales que hacen un aporte mucho menor al PIB.
Entonces lo que se produce, explica Muro, es que sigue existiendo una economía azul que es más diversa y donde hay una mayor cantidad de profesionales universitarios y personas que trabajan en ocupaciones vinculadas a los servicios digitales.
Al mismo tiempo existe una economía roja, donde predominan los votantes por Trump que son blancos, con menos nivel educativo y más dependientes de las industrias y los oficios "tradicionales".
Esta gigantesca brecha económica que sigue dividiendo el país, dice Muro, "es importante porque es una imagen de profundos propósitos políticos cruzados".
Y esa división económica genera las condiciones para que sigan los enfrentamientos entre los partidos políticos, provoca estancamiento y hace más difícil que el país avance con un objetivo común.
* Los gráficos fueron realizados por Cecilia Tombesi.