San José.— Sin desechar sorpresas dominicales y de último momento, las apuestas ya lanzaron su pronóstico electoral para hoy en las votaciones por la Presidencia, la Vicepresidencia y la Asamblea Nacional de Panamá.
La bolilla de la principal ruleta del casino político-electoral panameño caerá hoy en alguna de las ocho casillas de las dos mujeres y los seis hombres que se postularon a la presidencia en unos comicios generales que serán históricos para una nación que, en la cintura de América, convirtió su enclave geográfico en su mayor activo político y económico.
Abogado, excanciller, exvicecanciller, exministro de Seguridad Pública y de Gobierno y Justicia, y fiel representante de la derecha, José Raúl Mulino, de 64 años y candidato presidencial por el opositor partido Realizando Metas (RM) en coalición con el opositor Partido Alianza, saldrá hoy como favorito para ganar y convertirse en presidente electo. Panamá vivió hasta el viernes anterior una semana de tensión política, porque Mulino quedó al borde de salir del juego. Sin embargo, finalmente se le ratificó.
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Sin que en Panamá exista la opción de una segunda ronda electoral, para ganar en primera se requerirá mayoría simple y, de acuerdo con los más recientes estudios de opinión pública, Mulino ganaría— y también sin descartar cambios en el cierre final de la contienda— con más de 30% de los votos.
“Quien gane hoy tendrá que ser un político con mucha experiencia para poder sumar a los demás, hacer un gobierno de unidad nacional y enfrentar la gran corrupción que existe en Panamá”, advirtió el abogado y diplomático panameño Guillermo Cochez, exembajador de Panamá en la Organización de Estados Americanos (OEA). “La corrupción ha impedido que, por temor a la gran corrupción que se ha desarrollado a nivel de gobierno y de empresa privada, grandes inversionistas extranjeros se acerquen a Panamá”, dijo Cochez a EL UNIVERSAL.
“Panamá se ha convertido en un centro de tráfico de drogas por sus puertos en el Atlántico y en el Pacífico, que se utilizan para enviar droga a muchas partes, sobre todo a Europa”, afirmó. Al exaltar el “gran valor” del proceso de hoy, adujo que “Panamá nunca se ha deteriorado tanto como en los últimos cinco años. Por los gravísimos escándalos de corrupción, la institucionalidad ha decaído. Falta inversión pública y extranjera. A Panamá se le ve muy mal en el exterior. Para Panamá es importante reposicionarse y retomar su posición internacional”.
Con fama de ser uno de los santuarios americanos del blanqueo o la legitimación de capitales de origen ilícito, como el narco, Panamá se consolidó como un enorme bazar de negocios— legales e ilegales— al cobijo de su estructura jurídica.
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Panamá se afianzó desde los últimos 25 años del siglo XX como albergue de múltiples servicios globales. Así, ocultó sociedades anónimas y de seguros, edificó un centro bancario internacional y una zona de libre comercio— Colón, en el Caribe es la segunda principal del mundo luego de Hong Kong— y sirvió de plataforma del abanderamiento de barcos con la primera flota mercante global como referente del transporte marítimo universal.
La marca país panameña vendió su ubicación geográfica y con el Canal de Panamá, construido a partir de 1904, en servicio desde 1914 y que une a los océanos Atlántico y Pacífico como pieza neurálgica que sirve a más de 5% del transporte marítimo mundial cada año, como elemento insigne. Más allá de ser pionera regional con sus redes de casinos desde la década de 1970, que ya proliferaron en otras naciones americanas, también reforzó su imagen de gigantesco paraíso internacional para eludir controles tributarios y de otra índole y, a partir de 2010, como el milagro económico de América.
A la vía interoceánica, que pasó en 1999 a pleno control de Panamá luego de que los panameños lograron en 1977 rubricar unos tratados con Estados Unidos para derogar el concepto a perpetuidad del dominio estadounidense en el canal, se sumaron otros factores cruciales que fortalecieron el concepto geográfico. El producto interno bruto de Panamá creció con mínimos sostenidos de 5% anual de 2010 a 2017, pero con picos de 11.3% en 2011 y 9.8% en 2012, para caer a 3.3% en 2019, menos 17.7% en 2020 (cúspide de la pandemia del coronavirus) y recuperarse a 15.8% en 2021, a 10.8% en 2022 y a 6.5% en 2023, según el Banco Mundial.
Con cifras de 2024 del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), Panamá registró cuatro y medio millones de habitantes, por lo que el padrón electoral autorizó a 3 millones 4 mil 83 panameños a acudir a las urnas para elegir presidente en una fórmula con un puesto a la vicepresidencia y a 71 miembros de la Asamblea. Las 73 personas electas asumirán el próximo 1 de julio por un periodo de cinco años. Bajo el dominio de las fuerzas tradicionales, con diferente rostro partidista, reagrupadas en nuevas ofertas o reunidas en las mismas que dominaron en 60 años, los panameños escogerán a la persona que sucederá al cuestionado presidente, el centrista Laurentino Cortizo, del oficialista y tradicionalmente centroizquierdista Partido Revolucionario Democrático (PRD). José Carrizo, por el PRD, se convirtió en el único candidato oficialista.
Junto a Mulino, los restantes son opositores: el expresidente Martín Torrijos, del centroderechista Partido Popular (PP); Rómulo Roux, del centroderechista partido Cambio Democrático (CD); Melitón Arrocha, del derechista Partido Alternativa Independiente Social (PAIS); Ricardo Lombana, del centrista Movimiento Otro Camino (MOCA); y las independientes o en libre postulación Zulay Rodríguez y Maribel Gordon. Arrocha anunció el 29 de abril pasado anterior su retiro de la pelea y pidió a sus seguidores respaldar al expresidente Torrijos.
En una nación que, al amparo del poder bélico de Estados Unidos, hace 34 años y cuatro meses empezó a recuperar su democracia tras un régimen militar que gobernó de 1968 a 1989, la ruleta giró inestable en 2024 bajo el temor de trabarse por una prolongada y agria pugna entre los más importantes caciques políticos panameños del siglo XXI. El peligro de crisis surgió con Mulino y por el magnate y expresidente derechista panameño Ricardo Martinelli, gobernante de 2009 a 2014. El Tribunal Electoral de Panamá (TE) ratificó en enero pasado a Martinelli como candidato presidencial por RM, con Mulino como aspirante a la vicepresidencia.
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No obstante, Martinelli fue sentenciado por la justicia panameña en 2023 a 128 meses de cárcel por blanquear dinero con unos 40 millones de dólares de fondos públicos en 2010 (siendo presidente) para adquirir acciones de la compañía privada Editora Panamá América S.A., (EPASA), dueña de periódicos impresos panameños. Martinelli quedó con impedimento de salida del país. La Corte Suprema de Justicia de Panamá rechazó el 2 de febrero un recurso contra la condena, que lo inhabilitó a postularse a puestos de elección popular, por lo que el 7 de ese mes ingresó a la embajada de Nicaragua en la capital panameña. Ese mismo día, Nicaragua le otorgó asilo diplomático, pero Panamá rechazó concederle salvoconducto y reiteró en calificarlo como prófugo. Panamá catalogó el asilo como ilegal.
Por la condena y basado en la Constitución Política de Panamá, el tribunal lo excluyó el 4 de marzo de la contienda al establecer que “no podrá ser elegido” presidente o vicepresidente alguien condenado por delito doloso con pena de prisión de cinco años o más.
En una polémica medida, el tribunal sustituyó a Martinelli con Mulino, cuya papeleta competirá sin aspirante vicepresidencial. La decisión del tribunal abrió un debate, que se prolongó a este mes, acerca de si el tribunal podía adjudicarse potestades de asumir una interpretación constitucional.
Mulino acusó el miércoles que la Corte Suprema de Justicia de Panamá, en complicidad con el gobierno, judicializó su candidatura para intentar sacarlo de la lucha electoral. La tensión político-electoral llegó hasta el viernes pasado. El tribunal acrecentó la zozobra tras prometer acatar el veredicto que la Corte se disponía a adoptar. La Corte resolvió que “no es inconstitucional” la resolución del tribunal que aceptó subir a Mulino.
El TE notificó que el plan de elecciones “continúa en marcha como está previsto para la instalación de 7 mil 574 mesas de votación” hoy en “todo el territorio nacional, para que todos los electores ejerzan con libertad y honradez el sagrado derecho al sufragio”. Luego de complicadas jornadas de sobresaltos, la principal ruleta del casino político-electoral empezará a girar hoy en Panamá.
alm