El viernes pasado, apenas unas horas después de que The Washington Post anunciara que, al igual que Los Angeles Times, ponía fin a décadas de tradición y optaba por no respaldar editorialmente a ninguno de los dos candidatos para la Casa Blanca, el historiador Timothy Snyder, autor del célebre libro “Sobre la Tiranía: 20 lecciones del siglo XX”, difundió un apocalíptico mensaje por redes sociales. Desde Oklahoma, casi en modo “corresponsal de guerra”, recordó la lección número uno.
“No obedezcan preventivamente. Tengo esto en mente tras las decisiones recientes de algunos mutimillonarios dueños de diarios [en referencia a Jeff Bezos y al propietario de Los Angeles Times]. Ustedes se están preparando para hacer más concesiones. Para peor, parecen estar pensando: cuando la democracia muera en la oscuridad, yo disfrutaré de las sombras”.
“Obediencia preventiva”. El concepto popularizado por Snyder (y sobre el que alertó la semana pasada) se ha convertido en el latiguillo de moda entre muchos analistas en Estados Unidos, que temen que la decisión de los propietarios de medios abra, de alguna manera, una nueva era en las relaciones entre la prensa y el poder. Que se estén arrodillando apresuradamente.
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Después se sumó el USA Today y la red de periódicos asociados, el grupo Gannet: más de 200 diarios en todo el país que decidieron seguir los pasos del Post y del LA Times.
Apoyar editorialmente o no a un candidato (endorse, en inglés), puede parecer un tema menor o incluso polémico, visto desde estas latitudes. Nada más distante. En el caso del Post, algunos hablan de un terremoto en círculos políticos. El propio Post confirmó que la tendencia de cancelar suscripciones se acentúa: ya son 250 mil los suscriptores que se fueron. Aunque no todas tienen efecto inmediato, ya que son suscripciones anuales, la figura es demoledora: el 10% de los 2.5 millones de suscriptores de uno de los medios más prestigiosos del mundo. Uno más entre miles, el escritor Stephen King compartió en redes la imagen de “desuscripción”.
Como contrapartida, The New York Times, que el 30 de septiembre declaró públicamente su apoyo a Kamala Harris, sumó 300 mil suscriptores digitales entre abril y junio, y alcanza ya la impresionante cifra de 10.84 millones. Otros medios, como la edición norteamericana de The Guardian, aprovecharon el fin de semana para recircular sus endorsements o “apoyos editoriales”. En 24 horas el medio recaudó más de un millón de dólares.
Además de la avalancha de cancelaciones al Post y las críticas de nombres tan destacados como el del exdirector Marty Baron y los legendarios Bob Woodward y Carl Bernstein, del caso Watergate, hubo una catarata de renuncias en el consejo editorial. Robert Kagan, el primero en dar un paso al costado el viernes después de décadas en el diario, explicó a la CNN: “Estamos, de hecho, arodillándonos ante Donald Trump porque tenemos miedo de lo que pueda hacer”. Hacía alusión al hecho de que Blue Origin, la empresa aeropespacial de Jeff Bezos, el mismo propietario de The Washington Post y Amazon, se había reunido sugestivamente con Trump pocas horas antes de que la decisión se hiciera pública.
Por lo menos 19 periodistas firmaron en conjunto una columna en la que critican la decisión del Post y mencionan la amenaza que, para ellos, implica un eventual segundo mandato de Trump. Una de las ilustradoras del diario, Ann Telnaes, fue elocuente: publicó una imagen de una mancha oscura bajo el titulo: “Democracy dies in Darkness”, el slogan del propio diario, aprobado por el propio Bezos en 2017.
Otros columnistas, como Dana Milbank, dedicaron sus columnas a argumentar por qué no renuncian al Post; alegan que un boicot al diario no afectará a Bezos, sino a los periodistas que le cuentan las costillas al poder.
“Para muchos, fue una señal de que Bezos no quiere enojar a Trump”, adivirtió Jon Allsop, del Columbia Journalism Review. “El timing es más que sospechoso: anunciaron el cambio en vísperas de la votación, en un momento en el que hay una percepción de que Trump puede ganar. Estamos hablando de un autoritario que se espera usará todo el poder del gobierno federal como arma contra los barones de los medios que lo han enojado”, dijo Allsop a La Nación. Bill Grueskin, profesor de periodismo de Columbia, alertó, en la misma línea: “Esta falta de apoyo editorial envía una clara señal a las redacciones: prepárense para acomodar sus coberturas al régimen de Trump”.
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Marty Baron, que acaba de visitar la Argentina y que relató en detalle los desafíos de lidiar con Trump desde la redacción del Post, fue una de las voces más enérgicas. “Cobardía”. Ese fue su lapidario diagnóstico: “Es un momento de oscuridad que dejará a la democracia como víctima. Donald Trump lo celebrará como una invitación para intimidar aún más a Bezos y a otros”.
Es verdad que la política editorial de apoyar abiertamente a un candidato u otro genera algunos debates y cuestionamientos en Estados Unidos. En 2016, un número sin precedente de 200 diarios en todo el país apoyaron abiertamente a Hillary Clinton, y alertaron que votar por Trump era un peligroso salto al vacío. Difícilmente hayan movido un solo voto.
En este caso, como afirma Allsop, el problema fue el timing: 11 días antes de las elecciones. En una poco habitual columna interpretada como un intento de justificación, Bezos lo reconoció: “Me hubiera gustado hacer el cambio antes, en un momento más alejado de las elecciones y de las emociones que las rodean”, dijo.”Fue una planificación inadecuada y no una estrategia intencional”.
Margaret Sullivan, que fue columnista de medios en el Post y escribe hoy para The Guardian, dijo que la decisión de Bezos fue una fuerte declaración de preferencia. “Han dejado claro que, o bien quieren a Trump o no desean arriesgarse a la ira del expresidente y a las represalias si gana, ya que no haría más que envalentonarse en un segundo mandato”, afirmó.
Dos semanas antes del terremoto en los medios de Estados Unidos, Ian Bassin y Maximillian Potter, de la organización Unidos para Proteger la Democracia, habían escrito lo que sin duda fue uno de los ensayos más proféticos del año: advirtieron sobre esta “obediencia preventiva”, citando al propio Snyder, y anticipando que si gana Trump el martes, seguirá los pasos del autócrata húngaro Viktor Orban para neutralizar las críticas de los medios, con auditorías, investigaciones y acoso regulatorio.
Diecisiete días después, Bezos capituló. Y el mensaje fue claro: si el segundo hombre más rico del mundo se arrodilla “anticipadamente”, qué le queda al resto de los mortales. Ni siquiera tuvo que ganar las elecciones. La campaña del propio Trump se encargó de difundir la noticia: un claro mensaje ejemplificador para todos, empresarios y medios.
“La mayor parte del poder del autoritarismo se entrega gratuitamente. En tiempos inciertos, individuos e instituciones pueden preventivamente ajustar sus acciones para alinearlos con lo que creen que quieren los regímenes represivos, incluso antes de que lo pidan”, decía Snyder en su libro. “Los ciudadanos que hacen esto le están enseñado al poder lo que puede hacer”.
Algo similar a lo del Post había ocurrido con el propietario de Los Angeles Times, el médico Patrick Soon-Shiong, que la semana pasada vetó el apoyo editorial a Harris que había escrito la Redacción del diario. En ambos casos, se trata de multimillonarios propietarios de medios que tienen intereses y negocios con el gobierno federal. Una elocuente señal de que se están preparando para un Trump “recargado” en un eventual segundo mandato. “Creo que es razonable sospechar que sus intereses tienen que ver con la decisión. Como mínimo, la apariencia en sí ya es un problema” afirmó Allsop.
Lo curioso es que para ellos, paradójicamente, evitar un endorsement fue una apuesta ganadora en relación al futuro gobierno. Si gana Kamala, no se esperan represalias: nadie prevé que no se adhiera a las reglas. Si gana Trump, esperan evitar una venganza que puede ser demoledora. En junio, en una entrevista “amigable” con Phil McGraw (Dr. Phil), lo dijo sin medias tintas: “A veces la venganza puede ser justificada”.
No son buenos augurios para el rol de la prensa en la etapa crítica que se avecina en Estados Unidos. “Durante la última década Trump ha llevado a cabo una campaña contra los medios sacada de los libros de autoritarios de todo el mundo”, afirma Bassin. “Estamos viendo ahora cómo esas semillas rinden sus frutos”.
Con boicots y caídas de suscripciones a medios que investigan, con menos prestigio para los diarios (o con intenciones dudosas), solo hay menos periodismo. Es decir, menos control al poder y menos luz sobre los hechos.
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