Washington.— Tras hacer un balance de sus últimos meses como primer ministro canadiense (gestión de la pandemia mediante), Justin Trudeau analizó las encuestas de popularidad y aceptación de su trabajo, y decidió lanzar un órdago de poder, apostar al todo o nada convocando unas elecciones anticipadas que se celebrarán hoy, con el único objetivo de tener lo que se le negó hace un par de años: la mayoría parlamentaria suficiente para gobernar sin necesidad de pactos.
A los 49 años, Trudeau ya lleva seis como líder de Canadá, cargo al que llegó por sorpresa tras una remontada inesperada en 2015 gracias, en parte, al aire moderno, seductor y progresista que sigue explotando como imagen política. Hace menos de dos años, renovó mandato pero en minoría. Con su jugada inesperada esperaba recuperar el terreno perdido y poder tener vía libre a sus decisiones.
La decisión de Trudeau no es ninguna ocurrencia novedosa. “Está haciendo lo que la mayoría de los gobiernos en minoría hacen en Canadá, que es convocar a elecciones cuando hay circunstancias favorables con la esperanza de asegurar un gobierno en mayoría”, reflexiona para este diario Christopher Alcantara, de la University of Western Ontario, y coautor del libro Winning and Keeping Power in Canadian Politics (Ganar y retener el poder en la política canadiense), publicado en 2020.
La última vez que Canadá vivió una elección anticipada fue en 2008, cuando el conservador Stephen Harper buscó, al igual que Trudeau, consolidar su buen momento con una mayoría en el parlamento. Obtuvo la victoria, pero otra vez en minoría.
Trudeau, para conseguir la mayoría anhelada, necesita aumentar en 15 las curules de su Partido Liberal. La campaña ha sido corta (poco más de un mes) y no ha sido nada calmada, como esperaba Trudeau aprovechando sus buenos números en la gestión de la pandemia y que el futurible candidato del principal partido opositor, el conservador Erin O’Toole, era un perfecto desconocido.
“Ciertamente, el Covid-19 ha galvanizado una inesperada movilización política y participación de aquellos que se oponen firmemente a las vacunas, máscaras y otras políticas relacionadas. Ha habido protestas en hospitales y en las paradas de campaña de Trudeau”, explica Alcantara. “Nunca había visto esta intensidad de ira en campaña, o en Canadá”, reconocía Trudeau.
Para sorpresa de los liberales, el coronavirus, pese a ocupar de gran parte del debate, no ha sido el foco principal de los temas de campaña. “Ha sido una campaña ortodoxa con temas conocidos, incluso habituales; algunos obviamente triviales”, apunta Bothwell.
Para este experto, uno de los principales motores de todo el proceso electoral ha sido precisamente la convocatoria a las urnas. “Se convirtió en un problema, o incluso en ‘el’ problema”, señala. “[Trudeau] y sus asesores descubrieron que no es tan popular como pensaban”, analiza. Las encuestas mostraron que la población vio la convocatoria como algo innecesario, especialmente en medio de una nueva oleada de contagios de coronavirus, poniendo en el centro del debate el personalismo de Trudeau y su único objetivo del beneficio propio con unos comicios que sus opositores definieron “irresponsables”.
Alcantara destaca otros temas aparte del coronavirus, como el liderazgo, los derechos de los indígenas y el cambio climático”, precisamente asuntos sobre los que han caído más críticas a Trudeau. El primer ministro, que otra vez recogió el apoyo explícito del expresidente estadounidense Barack Obama, no puede separar su proyección de imagen con aura impoluta de los escándalos y las crisis.
Se erige como líder ecologista pero apostó por un proyecto de oleoducto; no cerró con contundencia el escándalo de fosas de escolares indígenas víctimas de un régimen opresivo orquestado por la iglesia y el Estado durante el siglo XX; más de una vez ha sufrido investigaciones por comportamientos de dudosa ética, la última con un presunto trato de favor a una organización con la que tiene lazos familiares; y su defensa del feminismo no se vio reflejada en la respuesta a denuncias de abusos sexuales en el ejército.
Las encuestas auguran un empate técnico en la intención de voto, pero por la ley electoral y repartición de curules del sistema canadiense, todo parece indicar que Trudeau ganará las elecciones. “En la medida en la que los conservadores no puedan escapar del peso de su plataforma, que es bastante de derechas, Trudeau puede conseguir suficientes votos para sobrevivir”, augura Bothwell. El experto de la Universidad de Toronto, sin embargo, rechaza hacer pronósticos de qué pueda pasar basándose en las encuestas. “Muchas elecciones canadienses pueden ser bastante volátiles y producir resultados inesperados”, apunta.
Entre los aspectos que hay que tener en cuenta durante el recuento de votos, que el órgano electoral ya ha advertido que podría completarse hasta en cinco días por la pandemia y el aumento del voto por correo (más de 5.8 millones de canadienses optaron por esta vía, casi 20% más que hace dos años), está el posible auge del PPC, partido que podría arañar votos a los conservadores.
“Me recuerda un poco a Vox en España: el mismo impulso e incluso los mismos temas”, resuelve Bothwell, quien añade que “en algunas circunstancias podría agarrar suficientes votos de los conservadores como para hacerles perder lo que antes hubieran sido curules seguros. Pueden ganar uno o dos asientos, pero su significado servirá para intimidar a los conservadores, como sucedió en Inglaterra con el partido Brexit”.
Los temores para los liberales de Trudeau son, como en la mayoría de elecciones, los Nuevos Demócratas y los Verdes. En una tercera vía, será significativo también el papel que tienen los nacionalistas del Bloque Quebequés en la región francófona.
Sin embargo, toda la atención está en qué pase con Trudeau. Una victoria que deje el panorama tal y como está ahora será sin duda visto como una derrota apabullante para el actual primer ministro. “Si consigue otro gobierno minoritario, definitivamente no habrá valido la pena. ¡Es mayoría o nada para Trudeau!”, exclama Alcantara.
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