Levantarse, armar el mate y arrancar un domingo en el que, tarde o temprano, se prenderá la parrilla: ese es el plan de millones de argentinos y uruguayos para esta jornada electoral.
Sí, Argentina y Uruguay eligen a sus respectivos presidentes el mismo día, el domingo 27 de octubre.
¿Y si hay segunda vuelta? En ambos se celebrará el 24 de noviembre.
Hasta en eso coinciden estos dos países similares por demás, algo que se percibe desde afuera y se siente desde adentro.
Mientras que Argentina y Uruguay consideran que sus países limítrofes son vecinos, entre ellos se llaman hermanos.
José Mujica, cuando todavía era presidente de Uruguay, fue incluso más allá y afirmó: "No somos países hermanos, somos gemelos que nacimos en la misma placenta".
Son tan vistosas (y audibles) las similitudes entre ambos países que a veces no dejan ver las profundas diferencias.
De hecho, las elecciones de este domingo serán más una demostración de lo que los separa que de aquello que los une.
"El sabor de lo oriental con estas palabras pinto; es el sabor de lo que es igual y un poco distinto", dice el reconocido escritor argentino Jorge Luis Borges en "Milonga para los orientales", que es el otro gentilicio que existe para los uruguayos.
En lo literal, lo descrito por Borges pasa con sabores como el mate, el asado o el dulce de leche que, de uno y otro lado del río de la Plata, son y a la vez no son lo mismo.
Ya a nivel metafórico, sucede con otros aspectos culturales y de idiosincrasia, como la nostalgia o la pasión por el fútbol.
Aunque quizás el mejor ejemplo sea la forma de hablar, particularmente el voseo y la estridencia con que se pronuncian las letras elle y ye en gran parte de Argentina y Uruguay.
Solo un oído externo entrenado es capaz de diferenciar la cadencia del español porteño del montevideano, algo que para los locales resulta más que evidente.
Y aún así siempre existe un cierto margen de error, porque el contagio cultural es constante.
El propio Borges en el citado texto se confunde al escribir: "Milonga para que el tiempo vaya borrando fronteras; por algo tienen los mismos colores las dos banderas".
Sin embargo, la bandera de Argentina es celeste y blanca, mientras que la uruguaya combina el blanco con el azul, cada una acompañada de un sol amarillo.
Es eso de lo "igual" y lo "un poco distinto".
"Uno tiende a querer diferenciarse de aquel al que se parece más. Con el que se parece menos, la diferenciación es casi natural, no hay que intentarla", dice el historiador y politólogo uruguayo Gerardo Caetano.
Por eso, continúa Caetano, el uruguayo no busca diferenciarse del brasileño y sí del argentino.
La situación para el argentino es distinta, pues pueden compararlo con un uruguayo, pero nunca confundirlo. Es la ventaja de ser el hermano mayor.
"Borges, hablando de los nacionalismos en América Latina decía que había ciertas identidades muy marcadas", cuenta Caetano.
"Decía, por ejemplo, que a un colombiano lo ven y todos saben que es un colombiano, a un brasileño lo ven y todos saben que es un brasileño, a un argentino lo ven y todos saben que es un argentino. Y a un uruguayo lo ven y dicen: es casi un argentino".
Aunque Borges lo decía con mucho cariño, aclara, "eso para alguien pequeño como Uruguay, es irritante".
No en vano la broma favorita de los argentinos hacia los orientales es decir que Uruguay es una provincia más.
Y hay algo de cierto en ello.
Durante las primeras décadas del siglo XIX existieron diversos esfuerzos por construir una gran nación conocida como las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Uno de los mayores abanderados de esta idea era José Gervasio Artigas, quien irónicamente es considerado el héroe patrio de Uruguay, un país que nunca concibió como tal.
"La gran oposición a esta idea era Buenos Aires, que establecía criterios de poder a través del puerto y en detrimento del de Montevideo, que es mucho más accesible", explica la socióloga Susana Mallo, quien nació en Argentina pero lleva décadas viviendo en Uruguay.
Algunos sostienen que Uruguay es esencialmente distinto a Argentina y que por eso terminan convirtiéndose en dos naciones, cuenta Mallo.
Pero la interpretación predominante considera a Uruguay como un invento diplomático mediado por los ingleses.
La idea fue crear un "Estado tapón" entre Argentina y Brasil, y evitar que estos poderosos países dominaran el estratégico puerto de Montevideo, agrega la socióloga.
Cualquiera que sea el motivo, lo cierto es que esa gran nación rioplatense terminó dividiéndose.
Sin embargo, no fue hasta pasada la segunda mitad del siglo XIX que empezaron a divergir.
El primer gran quiebre fue social.
"Las dos son sociedades bastante europeizadas respecto al resto de América Latina debido a los fenómenos de inmigración temprana", explica Caetano.
Sin embargo, continúa, "en Uruguay la inmigración empezó antes y se desplegó sobre un territorio más pequeño y casi vacío, más homogéneo social y étnicamente".
Eso, por un lado, explica la ausencia de un fuerte nacionalismo uruguayo.
"La identidad nacional se construyó con aquellos que bajaban de los barcos", afirma Caetano.
Y, por otra parte, también explica por qué los inmigrantes fueron capaces de definir al país de forma estructural, forjando un país liberal y laico, distinto a otros de la región.
En Argentina, por el contrario, "la inmigración fue más tardía y se encontró con un territorio más grande, poblado y diverso, con presencia indígena y poderes sociales constituidos", dice el investigador.
Para cuando los inmigrantes llegaron, agrega, ya existía una clase dominante de peso e incluso "los altos comerciantes y hacendados tenían algunas de las fortunas más grandes del mundo".
El nacionalismo ha estado tan marcado que los argentinos dicen "presidente de la nación", ejemplifica Caetano.
En Uruguay, en cambio, se le dice "presidente de la república".
Puede parecer un ejemplo más de ese "sabor de lo que es igual y un poco distinto", pero no lo es.
"Argentinos y uruguayos somos dos caras diferentes de una misma moneda", dice el politólogo y periodista argentino Claudio Fantini.
"Nacimos juntos pero nos distanciamos en la cultura política y la cultura económica", agrega.
Ese quiebre ocurre tras la gran crisis financiera iniciada en Wall Street en 1929, que provocó un duro impacto en las economías y gobiernos de toda América Latina.
Según Caetano, "ya las sociedades eran diferentes, pero a partir de ese momento las políticas rioplatenses tendieron a divergir notablemente, hasta el día de hoy".
"Populista" es la palabra que una y otra vez usan Caetano y Fantini para describir la política argentina desde ese entonces.
Caetano agrega que se trata de una política "militarista, polarizada, con un gran peso de la Iglesia", que es "de movimientos y no tanto de partidos", y que tiene "liderazgos encarnados".
Fantini le agrega la "demagogia" y la búsqueda de "poderes personalistas, verticalistas y hegemónicos".
El máximo ejemplo de muchas de estas características es Juan Domingo Perón, quien llegó al poder en los años 40.
Se trata de "un alto oficial militar, coronel y luego general, que nace fuera del sistema de partidos y que impone un liderazgo masivo y polarizador", explica Caetano.
Y agrega: "A partir de entonces y hasta el día de hoy hay una patria peronista que tendrá momentos de baja y momentos de alza, pero que siempre está y que define un poco el rumbo político".
En este sentido, Mallo afirma: "No se puede entender Argentina sin el peronismo ni el peronismo sin el antiperonismo".
Para definir la política uruguaya parecería que solo hace falta buscar los antónimos de todo lo anterior.
"Partidista", "institucionalizada" y "de negociación", son algunas de las características que menciona Caetano, mientras que Mallo destaca los aspectos progresistas.
Fantini, por su parte, habla de "pragmatismo", "republicanismo" y "laicismo", al tiempo que destaca la cultura cívica de la sociedad.
Quizás un ejemplo muy ilustrativo de la profunda tradición política uruguaya es que tiene dos de los partidos políticos más antiguos del mundo, el Nacional y el Colorado, los cuales todavía siguen vigentes.
"No es casual que el Uruguay de hoy marque entre las llamadas democracias plenas en los rankings de democracia en el mundo", afirma Caetano.
Pero entonces ¿qué tan cierto es que Argentina y Uruguay son un mismo pueblo separado por un río?
Según Ana Castellani, investigadora argentina especializada en sociología económica, "hay diferencias estructurales" muy grandes entre ambos países.
Los ejemplos más visibles son la superficie y la población: Argentina es casi 16 veces más grande que Uruguay y tiene 13 veces más habitantes.
A esto se suma la variedad y dotación de recursos naturales que tiene Argentina y el proceso de industrialización que realizó el país, lo cual le da "una complejidad social muy distinta" a la de Uruguay, agrega Castellani.
Son, en definitiva, dos países intrínsecamente unidos pero incomparables.
Caetano coincide: "La comparación entre ambos países tiene un problema de asimetría".
En palabras de Mallo, "más que hermanos o gemelos, Argentina y Uruguay son primos hermanos".