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Washington.- Hoy 3 de noviembre falta exactamente un año para que Estados Unidos vuelva a las urnas y tenga en sus manos qué hacer con Donald Trump, decidir si su presidencia se alarga por otros cuatro años más o si da fin a uno de los mandatos más heterodoxos y polémicos de la historia de la Casa Blanca, si no el que más.
Después de lo ocurrido en 2016, hacer predicciones sobre qué va a pasar es deporte de alto riesgo. Y más con un contexto estadounidense tan volátil, con tantas incógnitas por resolver de ahora hasta el día de la votación, y sin tener ninguna pista sobre quién será el candidato demócrata que tendrá el encargo de intentar echar a Trump fuera de la Casa Blanca.
“La política estadounidense está muy polarizada”, reflexiona David Schultz, profesor de ciencia política de la Hamline University, en un comentario compartido con EL UNIVERSAL. La división es en muchos ámbitos (sanidad, economía, política exterior), pero la más importante, para el experto, es el presidente: “Demócratas y republicanos tienen visiones muy diferentes de la actuación de Trump y las próximas elecciones de 2020 serán en cierta medida un referéndum sobre él”.
Toda elección es de hecho un referéndum al gobierno, pero esta vez se ve más como una decisión sobre si Trump fue un bache en la República estadounidense o si ha llegado para quedarse, con su nueva forma de hacer política.
Desde hace una semana, la campaña de reelección de Trump ha empezado con su ofensiva electoral, emitiendo anuncios por redes sociales y televisión en los que vanagloria al candidato/presidente con sus éxitos en la Casa Blanca, que se resumen en tres: empleos, lucha contra la inmigración y victoria frente al terrorismo. No esperaron ni un segundo en utilizar la muerte del líder de Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, como un triunfo sobre el que erigir su figura.
A pesar de llevar tres años en el poder, todavía apuesta por vender la imagen del disruptor de la maquinaria del poder de la capital del país dominada, según dicen, por unos demócratas que “prefieren enfocarse en impeachment e investigaciones farsantes como el Rusiagate, ignorando los asuntos reales. No es míster Señor Simpático, pero a veces se necesita un Donald Trump para cambiar Washington”, concluye uno de los principales anuncios que está utilizando, reforzando la imagen de personaje heterodoxo lejos de la corrección política que ya utilizó en 2016.
No tiene el camino totalmente llano, y hasta tres republicanos se han atrevido a plantarle cara y exigirle batirse en primarias. Pero el Partido Republicano ha evolucionado tanto a un ente totalmente trumpiano que algunos estados decidieron antes de empezar saltarse todo proceso de elección previa del candidato y dar ya como vencedor al actual presidente.
Los expertos consultados por EL UNIVERSAL auguran que la campaña electoral será en parte diferente e igual a la anterior. “Será similar a las de 2016 en tanto Trump sea una figura central en ambas elecciones, con su estilo bombástico”, explica Barry Burden, profesor de la University of Wisconsin-Madison y director del Centro de Investigación Electoral.
Bruce Buchanan, de la Universidad de Texas en Austin, cree que será diferente porque las encuestas colocan al magnate a altos niveles de impopularidad y por detrás en las encuestas. “A menos de que todo esto cambie, Trump está en peligro”, opina.
Para todos los expertos, todo dependerá más de la actuación de los demócratas y el candidato que terminen eligiendo que del propio Trump. “El nominado demócrata evitará los principales fallos de Hillary Clinton”, augura Todd Belt, de la George Washing- ton University, mientras irá a los estados clave y ofrecerá “una visión real del futuro”.
¿Cuál es esa visión?, es todavía una incógnita y más teniendo en cuenta que no se sabe quién va a salir victorioso del periodo de primarias. Todos los expertos están convencidos que el nombre saldrá de los actuales líderes de las encuestas: el exvicepresidente Joe Biden, los senadores Bernie Sanders o Elizabeth Warren, e incluso el joven alcalde Pete Buttigieg.
“Muchos candidatos son viables”, dice Buchanan. Eso siempre y cuando aprendan de sus errores de 2016 y tengan un mensaje claro. “Están unidos contra Trump, pero carecen de una narrativa definitoria sobre qué quieren hacer y qué es lo que defienden”, reflexiona Schultz. “Ahora mismo son un partido dividido enfrentándose a un presidente que ha unido al Partido Republicano a su alrededor”, advierte.
Si resuelven esto, y dada la posición débil de Trump actualmente, el Partido Demócrata no debería tener problemas para recuperar el Despacho Oval. “[Los demócratas] están en una buena posición si la economía se ralentiza y dan a los votantes algo por lo que votar, no simplemente un voto en contra [de algo o alguien]. El presidente Trump es ahora muy impopular y si eso no cambia, le costará ser reelegido”, resume Belt.
Para el experto de la George Washington University, gran parte de la campaña girará sobre la sanidad. “Será un gran tema. Los demócratas están prometiendo mucho por ahora y eso dará al mandatario estadounidense una oportunidad para criticar sus planes por ser demasiado costosos y limitar las opciones, que han sido armas muy efectivas para derrotar los planes de salud demócratas en el pasado, así que podrían bien funcionar en esta elección presidencial”, explica. Schultz, por su parte, advierte que “el muro continuará siendo un tema para Trump y su base”, pero más como una metáfora de su tenacidad en sus ideas de persecución de migrantes que como promesa electoral.
Básicamente, insistirá en uno de los grandes éxitos para, en parte, ocultar los principales desafíos a los que se va a enfrentar, ni que sea a inicios de la campaña. Y ahí, en la primera posición, está el impeachment.
“Es difícil decir ahora cómo el proceso de impeachment afectará a la campaña”, reconoce Burden, y su afectación en las elecciones, según Belt, dependerá de cuándo se produzca (todo apunta que el juicio en el Senado iniciará a principios de 2020) y su resultado.
La incertidumbre sobre qué va a pasar este próximo año y el futuro para Estados Unidos es tan elevada que incluso los grandes adivinos de los resultados electorales todavía son reticentes a hacer una predicción.
Allan Lichtman, el profesor de la American University célebre por sus predicciones sin fallo de las elecciones presidenciales desde 1984, todavía cree que es muy temprano. A pesar de que en mayo dijo a la CNN que Trump ganaría las elecciones, a no ser que “los demócratas hagan algo y cumplan su deber constitucional y se muevan hacia una investigación para el impeachment”, ahora, con la pesquisa en marcha, todavía se frena en su augurio.
“No creo que una investigación sea suficiente”, precisó recientemente a la CBS. “Tienen que pasar por un impeachment real”, explicó hace un par de semanas. Incluso así, y según su lista de elementos que tienen que suceder para que un presidente no sea reelegido, Trump todavía tendría margen de victoria. Para la derrota del republicano podría ayudar, por ejemplo, una hecatombe económica o un desastre en política exterior.
La predicción actual de Larry Sabato y su “bola de cristal”, otra de las eminencias en la predicción presidencial, tiene ahora el mapa la Unión Americana en un empate exacto, con tres estados en los que estará en juego la Casa Blanca: Pennsylvania, Wisconsin y, sorprendentemente, Arizona.
“Olvídense de las encuestas, olvídense de los opinadores, olvídense de los análisis políticos convencionales”, coinciden Lichtman y Schultz. Al fin y al cabo, como apunta este último, “el próximo presidente será el que mueva un puñado de votantes pendulantes en condados pendulantes en unos pocos estados pendulantes. Esa es la elección presidencial real”.