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Parece que los estados del Sur están de vuelta (otra vez). El año pasado se celebraron dos grandes cumbres: “Voces del Sur Global”, organizada por India en enero, y una reunión extraordinaria de la coalición G-77 más China, hospedada en La Habana en septiembre. Tanto India en 2023 como Brasil este año aprovechan sus presidencias del G-20, el club de las principales economías mundiales, para llevar las aspiraciones de los países del “Sur Global” a la cabeza de la agenda internacional. Sin embargo, varias interrogantes surgen: ¿Sur o Sur Global? ¿BRICS y Sur Global?
Desde la academia, el concepto de Sur Global apareció a finales de los sesenta bajo la pluma de autores críticos que denunciaban las opresiones y discriminaciones impuestas sobre gran parte de la humanidad por el capitalismo y el colonialismo persistente. Baste decir que estas perspectivas, hasta hoy en día, suelen ser hostiles hacia el estado como actor potencial de transformación del mundo.
Para los estados, entonces, varias autoras proponemos el uso de Sur tout court. De hecho, era la expresión más común para referirse a este conjunto de actores a raíz del Informe de la Comisión Brandt de 1980, Norte-Sur, un programa para la supervivencia. ¿Cómo diferenciar entre estados del Sur y del Norte? Un estado del Sur se caracteriza por tres dimensiones fundamentales.
Primero, son estados del Sur aquellos cuyos indicadores socioeconómicos los ubican en el mundo en desarrollo. Según una lectura evolucionista, estos actores presentan un rendimiento menor que el de sus contrapartes desarrolladas, muchas veces llamadas ricas. A pesar de las críticas que podamos emitir sobre esta visión del desarrollo, es la que prevalece hoy en día en todas las clasificaciones de los estados, en particular las de las organizaciones internacionales (siendo la más famosa la del Banco Mundial).
Segundo, los miembros del Sur comparten una experiencia histórica de dominación política. La colonia es la forma más conocida, por ser la que afectó a América Latina, pero no es la única. También existieron tratados desiguales y protectorados, sobre todo en África y Asia. Los periodos de dominación política no desaparecieron después de las independencias políticas, sino que siguen reflejados en las agudas asimetrías que atraviesan el sistema internacional. Un símbolo de ellas es el funcionamiento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La tercera dimensión es de índole más subjetiva. Las otras dos se refieren a características que no implican acciones por parte de los actores. El Sur activa su carácter político cuando gobiernos de los estados que lo componen deciden usar esta etiqueta para promover sus aspiraciones a nivel internacional. El Sur simboliza también la agencia de estos actores. Ante las asimetrías de capacidades entre estados, para los relativamente más desfavorecidos, la única opción para tener una voz ante las grandes potencias es mediante la asociación. Por eso, deben encontrar denominadores comunes. En una actualidad marcada por conflictos militares con repercusiones globales y la agudización de las desigualdades mundiales, estos denominadores no hacen falta, lo que revelan las iniciativas de 2023.
Si seguimos estos criterios de definición, los BRICS no forman parte del Sur. Rusia no cumple con el requisito de la experiencia política histórica y el creciente poder económico de China cuestiona cada vez más su pertenencia al conjunto.
Cuidado, pues, con los abusos de lenguaje sobre el Sur (Global).
*La autora es Profesora-Investigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México