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El Paso, Texas
“Todos los que hemos venido —a Estados Unidos— hemos perdido algo, pero hemos ganado en otros sentidos”, dice Guillermo Alba a EL UNIVERSAL. “Lo más importante es que la gran mayoría estamos dispuestos a salir adelante a como dé lugar, con Trumps o sin Trumps en el camino”, asegura este abogado de profesión.
Él tuvo que dejar México y viajar a Estados Unidos por su esposa, a quien en el ISSSTE de Durango, de Guadalajara y de Monterrey la habían desahuciado por un cáncer de mama que padecía. “No le daban más de seis meses de vida, así que decidimos venir —a Texas— a pedir una segunda opinión”.
Los dos se fueron a El Paso, Texas, mientras sus tres hijas se quedaron con la abuelita. “A partir de ese momento comenzamos de cero”, recuerda. “Afortunadamente donde la revisaron —el Hospital Texas Tech— nos dijeron que sí aguantaba las nuevas radioterapias y las quimios, que había esperanzas de vida y afortunadamente el cuerpo de mi esposa las aguantó y respondió positivamente al tratamiento; todo estaba valiendo la pena, aunque no ha sido fácil”, señala Guillermo.
Si bien las estadísticas muestran que durante las décadas de los años 40 a los 70 la gran mayoría de los mexicanos que emigraban a EU eran campesinos hombres, a partir de la década de los 80 en adelante se comenzó a ver un cambio. De acuerdo con diversos estudios, se sabe que miles de profesionistas —hombres y mujeres— a nivel técnico y de licenciatura han engrosado las filas de migrantes; sin embargo, no todos han podido seguir ejerciendo sus especialidades o al mismo nivel.
Guillermo Alba y su esposa son un ejemplo de ello. “O nos mudábamos a El Paso o dejábamos morir a mi mujer”, dice que eran sus opciones. Y fue así como se trasladaron a EU el 13 de enero de 2006. “Fue un cambio radical, estamos hablando de un país a otro con culturas y costumbres muy diferentes”, comenta Alba. “Llegué sin trabajo, perdí mi despacho de abogados en Durango, perdí mis clientes y durante seis meses no vimos a nuestras hijas que en ese entonces tenían 15, 14 y cinco años. Después nos las trajimos”.
Mejor calidad de vida
De acuerdo con un estudio presentado en junio por la empresa Remitly, dedicada al envío de remesas, a pesar de las circunstancias que los inmigrantes están viviendo en esta era de Donald Trump, 60% dice a familiares o amigos que sí se puede realizar el llamado sueño americano y recomienda mudarse a EU.
Según este estudio, nueve de cada 10 piensan que aún se puede ser exitoso en EU si se trabaja duro y con consistencia. La educación y mejores estándares de vida son los conceptos mejor calificados en el estudio; de ahí le sigue la seguridad y la libertad de expresión. El estudio fue aplicado a migrantes llamados primera generación, es decir, que nacieron en el extranjero —la mayoría en México—, pero que han hecho sus vidas en EU; muchos de ellos son indocumentados. El 40% que dijo no estar de acuerdo con recomendar partir a EU a un familiar o amigo señaló como razones el actual ambiente político, la persecución migratoria y el racismo, como las más importantes.
“Dejé a mi familia en Texas y me tuve que ir a Chicago seis meses, con un pariente que me consiguió trabajo en una maquiladora que fabrica mofles para motosierras y cortadoras de pasto con motor; a hacer trabajos que nunca imaginé que me tocaría”, recuerda. Sus ahorros, cuenta, se acababan “entre las cuotas al hospital y la manutención de mi esposa y mis hijas, así que me fui con todo el dolor de mi corazón, pero sabiendo que era lo que tenía que hacer. Trabajaba de cinco de la mañana a cinco de la tarde. Había muchos paisanos ahí, de diferentes estados. Nos pagaban muy poco”.
Entonces se le ocurrió vender tortas en la compañía. “Yo siempre llevaba mi torta y a todos se les antojaba y hasta querían comprarme siempre la mitad; empecé a preguntar quién quería tortas y empecé a venderlas. Vendía un promedio de 200 y, sin pensarlo, ese fue otra vez el despegue de mi vida”. Guillermo, como la enorme mayoría de migrantes —con y sin papeles—, cree en la superación que EU facilita. “Dormía en un colchón inflable entre cuatro paredes. Me dediqué a ahorrar lo de las tortas porque seguía trabajando en la maquiladora; así que un 19 de diciembre de 2006 opté por decirle a mi jefe que me diera chance de ir a El Paso a ver a mi familia una semana, pasar con ellos Navidad y Año Nuevo”.
Se fue a Texas con la esperanza de no regresar, de poder hacer algo cerca de su familia y pasadas las fiestas le preguntó a un amigo si sabía de algún trabajo. “Me consiguió de lavaplatos en un restaurante ganando el mínimo, pero me apliqué y en poco tiempo subí a planchero y luego freidor; pero aún ganaba muy poco. Luego busqué otro trabajo donde ganara un poco más y así fui cambiando de restaurantes con mejores posiciones”, detalla. “Hasta que llegué con los señores Pepe y Carlos Ceja, quienes me dieron la oportunidad de un trabajo con mayores responsabilidades en su restaurante y ahí aprendí muy bien el manejo de la cocina y de la administración; siempre estaré agradecido con ellos, duré varios años en su restaurante”.
Los inmigrantes hispanos siguen siendo optimistas respecto a la posibilidad de llegar a EU y poder salir adelante sin importar lo que cueste, concluye el estudio. Agrega que la mayoría de los encuestados piensan y creen que podrán tener con el tiempo una mejor vida que la vislumbrada en sus lugares de origen. Pero además, aseguran que contribuir al desarrollo de sus naciones, a través de las remesas, les da un valor agregado que no tendrían de otra manera.
Conseguir un crédito
A la postre, Guillermo Alba se sentía igual, seguro de poder salir adelante con su familia. Llegado el momento, se puso a investigar cómo conseguir un crédito, aun siendo indocumentado. “Siempre hay formas de conseguirlo, hay forma de investigar cómo puedo poner un negocio, qué necesito y un sinfín de cosas”, describe animado. Y una vez que estuvo preparado para montarlo, señala, lo hizo. “Puse mi propio negocio; el 19 de agosto cumplo cinco años con él y aunque las jornadas de trabajo siguen siendo muy largas, soy el patrón”, dice con una sonrisa en la cara. “Y eso aunado a que mis hijas están estudiando y mi esposa está fuera de peligro, ni modo que me queje”.
“Aun cuando la discriminación y la persecución se ha incrementado en prácticamente todo el país y que la gran mayoría de nosotros —indocumentados— no nos arriesgamos a salir —de EU— y a veces nos sentimos como en una cárcel sin barrotes, a pesar de todo, el hecho de tener tu casa, de enviar a tus hijos a la universidad y de ver progresar a tus seres queridos, ya podemos decir que es un éxito y que valió la pena”.