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El 9 de enero de 2021, Caldas amaneció con la triste noticia de la extraña desaparición de una niña de apenas cuatro años que vivía en el municipio colombiano de Aguadas. Su asesino confeso fue un hombre de 21 años que se acercó a la madre de la menor con un aparente deseo de consolidar una relación de pareja, pero todo indica que su verdadero interés eran sus hijas.
Jenny, de 21 años de edad, tenía dos pequeñas: una de cuatro años y otra de 18 meses. Ella, junto a su familia, vivían hace varios años en Aguadas y allí conoció a Juan Carlos Galvis Duque, un hombre –para entonces– de 21 años de edad.
Galvis Duque nació en Manizales, pero llegó a la zona poco tiempo antes de cometer el crimen. A la madre de la víctima la cortejó, la invitó a salir y se vieron –según se conoció en la investigación– una sola vez varios años antes del crimen.
Ya a finales de 2020 la contactó por redes sociales, pero esta ya tenía una relación con otra persona. Sin embargo, entre chat y chat, los primeros días de enero de 2021, Galvis le tocó las fibras a esta mamá, le ofreció muchos regalos para sus hijas; objetos heredados de la hija de él que supuestamente había muerto días atrás, el 31 de diciembre en Santa Marta. Una hija que solo existía en su mente.
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“Se observó que el señor Juan Carlos para lograr tal cometido utilizó información que indicaba un trabajo estable como conductor, un arraigo fijado en el municipio de Aguadas y un interés marcado por el bienestar de las niñas, pues creó toda una fantasía en torno a una hija de 4 años, haciéndole creer a Jenny que su única intención era propender por el bienestar de ella y sus hijas”, dice la sentencia del caso.
De acuerdo con lo expresado en el documento por el juez, esta fue una de las cosas que logró persuadir a la mujer, pues fue un relato “con mucha pasión” que no permitió sospecha.
“La historia –en efecto– fue una creación fantasiosa de Juan Carlos, en razón que mediante ningún documento se demostró la existencia de algún descendiente suyo, además de que su padre dijo no conocer ningún hijo y que nunca había llevado a nadie a su casa. También que, aunque en dos ocasiones señaló tener a mujeres embarazadas, se comprobó que ambos relatos fueron falsos”, dicta el documento.
De acuerdo con los argumentos del juez, esta historia de ficción fue el inicio de la planeación del delito, pues fue con esta que logró que la madre llevara a las niñas hasta su casa. Además, entre las pruebas recolectadas por los investigadores están los chats entre ambos, en los cuales él dice con insistencia que acuda únicamente con las niñas a la cita.
“(…) Yo con mucho gusto les doy las cosas y las subo a Aguadas, pero ven tú sola con las niñas, pues si las piensa traer. (…) Mor, por mí que viniera, pero acá no dejan entrar así a varias personas, donde me vean entrando así, pues me gano un problemón".
Confiada, la madre acudió a la cita que Galvis le puso en una finca de la vereda El Naranjal, ubicada en el corregimiento de Arma, muy cerca de territorio antioqueño y por donde cruza un río que lleva el mismo nombre de la vereda.
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Al verse, saludarse e ingresar al cuarto del hombre en donde estarían guardados los regalos, este le vendó a la mujer los ojos supuestamente para darle una sorpresa. Todo en presencia y ante la mirada de las niñas.
“Entonces, la hirió con un cuchillo al nivel del cuello , le propinó varios golpes en su cuerpo y le lanzó elementos contundentes en su cabeza. Posterior a ello, e imaginando que Jenny había muerto, Juan Carlos huyó del lugar con las dos menores de edad”, narra el documento.
A partir de ese momento empezó la zozobra. La mujer no aparecía en el pueblo, mucho menos las niñas. Los primeros en enterarse fueron los Bomberos Voluntarios. Ese mismo día, el padre de la niña, bombero de Aguadas, les pidió a sus compañeros que fueran a buscarla.
El padre movió cielo y tierra para encontrar a sus hijas
Comandados por el comandante de bomberos de Aguadas, Jorge Nieto, salieron a la zona donde se presumía que estuvieran. “Nosotros usualmente esperamos a las autoridades, pero en este caso estaba perdida la hija de una unidad. No aparecían ni ella, ni su hermanita menor, ni su mamá. De inmediato nos desplazamos al punto. Empezamos a las 11 de la mañana y suspendimos a las 5 de la tarde porque ya no se veía nada. Fue contrarreloj, pero aun así ese día no pudimos encontrarla”, contó el capitán Nieto a EL TIEMPO.
Mientras los bomberos estaban en campo, en la cabecera municipal el caso tomaba otro rumbo. Había aparecido herida la madre de la menor; mientras las dos pequeñas continuaban desaparecidas.
Esa misma noche, luego de conocerse vagamente cómo se habían dado los hechos, las autoridades iniciaron la búsqueda formal.
Como por un golpe de suerte, Galvis había sido visto en zona rural de Abejorral, Antioquia, “sucio y alterado, llevando en sus brazos a una niña pequeña”. Los campesinos alertaron a la Policía, que lo capturó a las 9 de la mañana del 10 de enero por no poder justificar su parentesco con la pequeña de año y medio.La niña, mientras tanto, seguía desaparecida.
“Con esa información salimos ya al segundo día de búsqueda, varios equipos, incluyendo al padre. Buscamos por el río, en las zonas boscosas y nada. Segundo día y nada”, recuerda el comandante Nieto.
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Entre tanto, Galvis –ya como sospechoso de la desaparición de la niña– seguía negándolo todo y no daba ni una pista de dónde podría estar la menor. Así pasaron también el lunes 11 y el martes 12, días en que a la búsqueda se sumaron unidades especiales de Policía, Fiscalía y otros organismos investigativos, de búsqueda y rescate.
Finalmente llegó el miércoles 13 de enero, cuando se acabó el suplicio de la búsqueda, pero empezó el de conocer una escalofriante verdad.
“Ese día armamos varios grupos y empezamos a buscar en el río, pues ya se habían encontrado por ahí algunas prendas de vestir y un zapato de la niña. Con ayuda de un dron avistamos una zona donde había animales de carroña; prestamos un cargador con una empresa que sacaba material del río y nos pasaron al otro lado. Encontramos el cuerpo a las 9:15 de la mañana”, apuntó el comandante.
Solo hasta el 20 de enero de 2021, ocho días después de hallado el cuerpo de la niña, Juan Carlos Galvis Duque aceptó ser el responsable de esa muerte, del rapto de la otra pequeña y de las agresiones a la madre de ambas.
Si bien durante el procedimiento judicial Galvis le dijo a la Fiscalía que “estaba enceguecido por la ira que le produjo que la mujer le dijera que tenía una relación con otra persona”, la personalidad, los móviles y las circunstancias del crimen permiten vislumbrar una motivación más allá de los celos.
"Obsesionado", dice psicólogo sobre el caso
EL TIEMPO habló con Belisario Valbuena, psicólogo y perfilador criminal, quien señaló lo particular que es el hecho de que un hombre joven eligiera como víctima a una mujer con hijos pequeños.
“Genera suspicacia que haya elegido a una mujer con dos hijas mujeres (altamente vulnerables y dependientes), sobre todo porque según los colaterales tenía una fijación particular con este género”, comentó.
Y es que las heridas causadas a la madre de las niñas y la violenta forma en que fue asesinada la niña, según el juez, son conductas que revelaban un sentimiento negativo del asesino por las mujeres.
“La intención se respalda, además, con los dichos de quienes convivían con el agresor. Ellos informaron que Juan Carlos en diversas ocasiones fantaseó con tener hijos, pero nunca le fue posible. Esto, aunado a que las conversaciones telefónicas que mantenía con diferentes mujeres eran constantemente desarrolladas bajo un vocabulario grosero y dañino frente a la interlocutora, demuestran un desprecio e irrespeto frente al sexo femenino”, concluyó el juez en la sentencia.
Además, el perfilador señaló que haberla citado en un lugar apartado revelaba claramente su intención y mucho más el hecho de que no la hubiera citado sola; sino con las menores. “De hecho, se vale de decirle que le va a regalar algo de una supuesta hija, también mujer”, comentó el especialista.
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Para Valbuena, tal como en algunos apartes lo menciona la sentencia, la fantasía por tener hijos se le pudo haber convertido casi que en un delirio, en una obsesión que necesitaba saciar.
“Creo que acá también está inmerso un componente sádico-sexual. No creo que sea un tema de venganza, porque en las conversaciones –desde el principio– estaba captándola de manera sigilosa, acentuado por la cercanía con las niñas. Además, es curioso que se llevara una de ellas y no se deshiciera de ambas de una vez”, reflexionó el perito.
Valbuena fue más allá y aseguró que si fueran meramente celos y deseo de hacerle daño a la mujer, habría inclusive asesinado primero a la más pequeña. “Su cuerpo le era más fácil de maniobrar. No iba a gritar como sí lo podría haber hecho la mayor, y un bebé es un ‘problema’ para alguien que está huyendo tras cometer un homicidio. Muy seguramente pensó en hacerla su hijita, porque él no busca a la víctima como persona ni como mujer; sino en el rol de mamá”, agregó.
Si bien la muerte de la menor fue catalogada como un feminicidio agravado y Galvis fue condenado por este delito, por tentativa de feminicidio y secuestro a 55 años, 4 meses y 15 días de prisión, esta conducta quizá nunca se pueda cambiar en su interior.
“Todas las pruebas y la ponderación del juez estuvieron encaminadas a sustentar el feminicidio, que era el delito. Sin embargo, la reclusión intramural por sí misma no le va a generar cambio positivo; al contrario, puede afinar su conciencia forense para que la próxima vez que cometa un crimen no sea descubierto”, concluyó el psicólogo y perfilador criminal.
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asf