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El “hermoso muro” que el presidente Donald Trump prometió construir en la frontera se ha enfrentado a diferentes obstáculos. Sin embargo, este año el mandatario estadounidense optó por vallas mucho más eficaces: los protocolos migratorios y el tercer país seguro.
En julio pasado, Estados Unidos firmó Acuerdos de Cooperación sobre Asilo con Guatemala, Honduras y El Salvador. Aunque rechazan que se trate del tercer país seguro, en la práctica lo es.
Este tipo de pacto implica que migrantes que buscan solicitar asilo en Estados Unidos deben hacerlo primero en alguno de los países que cruzan en su camino. Si son rechazados, entonces pueden hacer su petición en la Unión Americana.
Guatemala comenzó en noviembre pasado a recibir migrantes hondureños y salvadoreños. Honduras acogería a nicaragüenses y cubanos. No se sabe aún personas de qué nacionalidades llegarían a El Salvador. En principio, estos migrantes permanecerán en las naciones centroamericanas sólo mientras se resuelven sus procesos de asilo en Estados Unidos.
Es lo que ya sucede también en la frontera norte de México con EU: miles de migrantes esperan ahí a que la administración Trump determine si proceden o no sus solicitudes. Ello, gracias a los Protocolos de Protección a Migrantes que implementan los estadounidenses desde enero de este año.
Sin embargo, dichos procesos se están tardando entre uno a tres años, por lo que muchos migrantes terminan desistiendo y quedándose en las naciones donde esperan o regresando a sus países de origen, aunque ello signifique un riesgo real de muerte.
Más allá de los acuerdos con cada país, en julio pasado el Departamento de Seguridad Nacional anunció la decisión de que aquellos migrantes que pasen por un tercer país de camino a Estados Unidos, primero tienen que solicitar asilo ahí; de lo contrario, no serán “elegibles para asilo”. La orden estuvo vigente hasta septiembre, cuando una corte federal en California prohibió aplicar la restricción. Como muchas otras políticas migratorias, la decisión definitiva está en manos de la Suprema Corte, donde Trump confía en salir victorioso gracias a la mayoría conservadora de jueces que la integran.