Durante los últimos dos años, las autoridades chinas han prometido en repetidas ocasiones ayudar a localizar a decenas de niños niños desaparecidos en la provincia de Xinjiang, para demostrar que no han sido separados a la fuerza de sus padres. Sin embargo, según informa el corresponsal de la BBC John Sudworth, esas promesas no se han cumplido.
La primera vez que Pekín hizo una promesa pública de ayuda fue para encontrar a los hijos de Kalbinur Tursan en 2019.
"Si hay personas que han perdido a sus hijos, deme los nombres", le dijo a la BBC el entonces embajador de China en Reino Unido, Liu Xiaoming, en una entrevista televisiva en vivo en julio de ese año.
Liu negó que las políticas de China en la región occidental de Xinjiang pudieran estar llevando a la separación a gran escala de niños de sus padres pero, dijo, que si tuviera tal evidencia, la investigaría.
"Intentaremos localizarlos y hacerle saber quiénes son, qué están haciendo", afirmó.
Kalbinur, miembro del grupo étnico turco más grande de Xinjiang, los uigures, ahora vive en Turquía y trabaja hasta altas horas de la noche en su pequeño apartamento de una habitación cosiendo ropa para mantener lo que queda de su destrozada familia.
Llegó en 2016, con ocho meses de embarazo de su séptimo hijo, Merziye, concebido en violación de las leyes de planificación familiar de China.
"Si las autoridades chinas hubieran sabido que estaba embarazada, probablemente me hubieran obligado a abortar a mi bebé", me dijo.
"Así que preparé mi cuerpo envolviéndome la barriga para ocultar el bulto durante dos horas todos los días y logramos pasar el control fronterizo así".
Aunque Kalbinur había solicitado pasaportes para todos sus hijos, las estrictas restricciones de China a los viajes de los grupos étnicos de Xinjiang significaron que solo se le concedió uno, el de su hijo Muhammed, de dos años.
Con el tiempo agotándose, no tuvo más remedio que dejar atrás a los demás, con la esperanza de que pudieran seguir a su marido una vez que les hubieran dado sus documentos.
Cuando abordó su vuelo, no tenía idea de que no los volvería a ver.
Fuera de la vista pública, silenciosamente a través de la vasta región occidental de China, una campaña de encarcelamiento masivo ya había comenzado con una red en rápida expansión de lo que fueron, al principio, campos de "reeducación" altamente secretos.
También se estaba construyendo una red paralela de internados con el mismo objetivo; la asimilación forzosa de los uigures, kazajos y otros grupos minoritarios de Xinjiang cuya identidad, cultura y tradiciones islámicas ahora son vistas como una amenaza por el gobernante Partido Comunista.
Un documento de contenido político, publicado un año después de la partida de Kalbinur, dejó en claro que el propósito de esos internados era "romper la influencia de la atmósfera religiosa" de los niños.
Unas semanas después de su partida, su esposo fue detenido y Kalbinur conoció la noticia desde el exilio, como tantos miles de otros miembros de la diáspora uigur que vieron desaparecer a sus familiares desde lejos.
Casi de la noche a la mañana, incluso llamar a familiares se volvió imposible porque, para quienes aún se encontraban en Xinjiang, cualquier comunicación con el extranjero se consideraba un signo potencial de radicalización y una razón clave para ser enviados a un campamento.
Enfrentando una detención casi segura si regresaba a Xinjiang, y con sus hijos ahora sin padres, no ha tenido ningún contacto con ellos, excepto por un descubrimiento impactante.
Buscando en internet en 2018, se encontró con un video de su hija, Ayse, ahora dos años mayor que la última vez que la vio, en una escuela a más de 500 kilómetros de la casa familiar.
Con el pelo muy corto, la menor estaba con un grupo de niños que eran guiados en un juego por una maestra que no hablaba en uigur, su lengua materna, sino en chino.
Para Kalbinur, el video trajo tanto alivio —un vínculo tangible con al menos uno de sus hijos perdidos— como una profunda angustia.
Fue, también, un doloroso recordatorio visual de la culpa y el dolor que nunca la abandonaron.
"Saber que estaba en una ciudad diferente me hizo pensar que es imposible encontrar a mis hijos, incluso si regreso", me dijo.
"A mis hijos, quiero que sepan que no los abandoné, que no tuve más remedio que dejarlos atrás, porque si me hubiera quedado su hermana recién nacida no habría vivido", comenta.
La historia de Kalbinur es solo uno de una gran cantidad de relatos similares recopilados por la BBC de niños desaparecidos de miembros de las diásporas uigur y kazaja de Xinjiang.
Tras solicitar su consentimiento, enviamos al embajador Liu Xiaoming los detalles de seis de nuestros entrevistados y adjuntamos copias de pasaportes, tarjetas de identificación chinas y últimas direcciones conocidas.
Tres de los casos involucraron a padres que tenían motivos para creer que sus hijos estaban ahora bajo el cuidado del Estado chino.
Aunque su aparición en televisión en 2019 marcó la primera promesa pública de China de investigar, ya se habían dado garantías similares en privado unos meses antes, cuando la BBC fue llevada a una gira organizada por el gobierno por los campamentos en Xinjiang.
El secreto inicial había dado paso a una nueva estrategia, con China insistiendo en que los campos eran, de hecho, escuelas vocacionales en las que aquellos bajo la influencia de la ideología separatista o extremista voluntariamente "transformaban" sus pensamientos.
El subdirector del Departamento de Publicidad de Xinjiang, Xu Guixiang, negó que una generación de niños uigures y kazajos estuvieran siendo privados del cuidado de sus padres, aunque familias extensas enteras eran detenidas o estaban en el extranjero.
"Si todos los miembros de la familia han sido enviados a centros de formación educativa, esa familia debe tener un problema grave. Nunca había visto un caso así", me dijo.
Pero cuando le comunicamos los detalles de algunos de nuestros casos, nuevamente con autorización de los entrevistados, los funcionarios prometieron investigarlo.
Uno de los casos, entregado a los funcionarios en Xinjiang y enviado al embajador Liu, involucraba no solo a hijos, sino a 14 nietos desaparecidos.
Originaria de la aldea de Bestobe, en el condado de Kunes, en el norte de Xinjiang, Khalida Akytkankyzy, de 66 años, como muchos kazajos, tenía lazos familiares al otro lado de la frontera con Kazajistán.
En 2006, ella y su esposo, junto con su hijo menor, decidieron emigrar, dejando a sus otros tres hijos, ya casados y con hijos propios, en Xinjiang.
Pero a principios de 2018, la implacable maquinaria de internamiento masivo también los alcanzó.
Khalida recibió la noticia de que sus tres hijos y sus esposas habían sido detenidos "para educación política".
Intentó desesperadamente obtener información, incluso llamar al funcionario del Partido Comunista en su antiguo pueblo, pero nadie le dijo quién estaba cuidando a sus nietos.
Para 2019, cuando China comenzó a afirmar que los campamentos habían tenido éxito en la lucha contra el separatismo y el terrorismo, y que casi todos se habían "graduado", para Khalida las noticias solo empeoraron.
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Con el aumento masivo y paralelo de la población carcelaria formal de Xinjiang que continúa sin cesar, sus dos hijos mayores, Satybaldy y Orazjan, fueron condenados a 22 años cada uno, y su tercer hijo, Akhmetjan, a 10 años.
El funcionario de la aldea le dijo que habían sido condenados por "rezar".
Si hubo otras razones para su encarcelamiento, las autoridades no han proporcionado detalles.
La embajada de China en Reino Unido confirmó la recepción de la carta y los documentos que enviamos al embajador Liu, pero, aunque luego enviamos correos electrónicos de seguimiento en noviembre de 2019 y nuevamente en febrero de 2020, nuestras preguntas quedaron sin respuesta.
Los funcionarios de Xinjiang nos dijeron que había una "discrepancia" en la información que les habíamos entregado y nos aconsejaron que les dijéramos a nuestros entrevistados que se pusieran en contacto con las embajadas chinas más cercanas.
En julio de 2020, el embajador Liu apareció nuevamente en el mismo programa de televisión en vivo y se le preguntó que qué había sucedido con su promesa de un año antes.
"No he recibido ningún nombre desde nuestro último programa", le dijo al entrevistador, Andrew Marr.
"Espero que pueda darme los nombres, sin duda nos comunicaremos con usted".
Continuó sugiriendo que sus homólogos en Xinjiang podrían ayudar con tales solicitudes con facilidad: "Nos responden muy rápidamente", agregó.
Entonces, hicimos un seguimiento nuevamente, enviando correos electrónicos en agosto y septiembre de 2020 y en enero de 2021.
"Se recibió su correo electrónico de seguimiento", se lee en la última respuesta de un funcionario de la embajada. "Lamento que no se haya logrado ningún progreso hasta ahora".
Actualmente, Khalida se despierta temprano y toma varios autobuses hasta el consulado chino en la ciudad de Almaty, tal como los funcionarios nos habían aconsejado que le dijéramos que hiciera.
Sin embargo, al llevar fotografías de sus tres hijos, sus intentos diarios de buscar respuestas están bloqueados por una línea de policía.
"No soy la única. A menudo estoy allí con otras 10 o 15 personas y el consulado chino no le da ninguna información a nadie", dice.
En Turquía, Kalbinur también sigue luchando por obtener información sobre su marido, Abdurehim Rozi, y sus cinco hijos desaparecidos: Abduhalik, Subinur, Abdulsalam, Ayse y Abdullah.
Recientemente, participó en una caminata de 400 km desde Estambul a Ankara con otras madres uigures, en un intento por romper el silencio de las autoridades chinas sobre sus familiares.
Su campaña al menos ha provocado una respuesta limitada: en una conferencia de prensa, el subjefe de propaganda de Xinjiang, Xu Guixiang, negó que la hija de la mujer esté en un internado e insistió en cambio en que los niños están siendo atendidos por un familiar.
Pero Kalbinur aún no puede contactarlos, por lo que las afirmaciones de China son imposibles de verificar.
"Quiero que las autoridades me dejen ver a mis hijos", me dijo en una videollamada mientras tomaba un descanso de su caminata de protesta al costado de una autopista muy transitada.
"En esta era de la información, ¿por qué no puedo comunicarme con mis hijos?"
Otro de los casos que enviamos al embajador Liu no involucró a niños desaparecidos, sino a una madre desaparecida.
Se trata de Xiamuinuer Pida, una ingeniera jubilada de 68 años, con un largo historial de servicio en un estado chino.
Su hija, Reyila Abulaiti, que vive en el Reino Unido desde 2002, dice que las autoridades aún se niegan a otorgarle un pasaporte a su madre, manteniéndola, como a muchas otras exreclusas del campo, bajo estrecha vigilancia en su casa.
Durante nuestra visita de 2019 a Xinjiang, los funcionarios chinos insistieron en que era completamente libre, pero que simplemente sufría de mala salud, y uno de ellos nos dijo que muchos uigures ancianos sufren problemas dietéticos: "Demasiada carne y leche", dijo.
Fue una sugerencia que enfureció y entristeció a Reyila, quien me dijo que su madre, de hecho, había perdido 15 kg como resultado de las duras condiciones durante su encarcelamiento.
"Están tratando de ocultar lo que están haciendo", respondió, cuando se le preguntó sobre el hecho de que las autoridades no explicaron por qué Xiamuinuer había sido enviada para reeducación.
"Es una mujer jubilada con una buena educación, no necesita cursos de formación profesional. Ha estado en un campamento y no quieren que mi madre hable".
A principios de este año, Liu Xiaoming completó su mandato como embajador de China en el Reino Unido, con una despedida en línea de los políticos y dignatarios británicos y con su promesa aún incumplida.
Mientras tanto, me vi obligado a salir de China como resultado de la creciente presión de las autoridades sobre mi periodismo y, en particular, un número creciente de amenazas de demandarme por mis informes sobre Xinjiang.
Algunas de esas amenazas provienen directamente de Xu Guixiang, el funcionario al que entrevisté dos años antes.
Según los medios de comunicación oficiales de China, la BBC había producido "noticias falsas" y violado la ética profesional.Sin embargo, a pesar de la continua insistencia de los funcionarios chinos de que si proporcionáramos nombres, una búsqueda rápida desmentiría fácilmente nuestros reportes de que las familias estaban siendo divididas por la fuerza, solo ha tenido como respuesta el silencio.
Además de los ya mencionados, todavía estamos esperando saber el paradero de varios otros niños, incluidos los de Yasin Zunun, quien sospecha que Muslima, Fatima, Parhat, Nurbiya y Asma están en un internado.
Merbet Maripet no ha sabido nada de sus cuatro hijos, Abdurahman, Muhammad, Adila y Mardan desde 2017, y también cree que ahora están bajo el cuidado del estado.
Le preguntamos al Ministerio de Relaciones Exteriores de China por qué ninguna rama del gobierno ha podido cumplir las claras promesas de proporcionar información sobre las personas desaparecidas.
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