Freddy Pérez, dueño de una ferretería enclavada en una de las comunidades más populares de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela, vende prácticamente de todo: harina de maíz, galletas, jabones, cremas dentales, latas de atún, protectores de voltaje e insumos de herrerías.
En ninguno de los exhibidores de su tienda tiene a la vista, sin embargo, su producto estrella: las plantas eléctricas para hogares y empresas.
"Nunca había vendido tantas plantas eléctricas como ahora, ni siquiera en los primeros años de la crisis eléctrica", dice a BBC Mundo el empresario en referencia a 2010 y 2011, cuando el entonces presidente Hugo Chávez ordenó racionamientos del servicio eléctrico durante múltiples horas del día en la mayoría de las ciudades del país.
El negocio de la venta de equipos generadores de electricidad vive sus tiempos más vibrantes en Venezuela mientras el servicio eléctrico nacional atraviesa sus peores horas.
La crisis exacerba esas transacciones. El 7 de marzo, 23 de las 24 regiones del país quedaron a oscuras debido a un incidente que dejó inoperativa la central hidroeléctrica Simón Bolívar, mejor conocida como El Guri, en la región sureña de Bolívar.
El apagón duró días y ha tenido réplicas en las semanas siguientes.
El gobierno de Nicolás Maduro ha calificado los eventos como un "ataque terrorista" cometido por Estados Unidos mediante arremetidas cibernéticas, electromagnéticas e incluso por obra de supuestos francotiradores.
Juan Guaidó, autoproclamado presidente de Venezuela, y las fuerzas políticas que le respaldan han atribuido el colapso eléctrico a la corrupción e ineficiencia del chavismo.
Los apagones son constantes en ciudades del occidente, el centro y oriente, como Maracaibo, donde se experimentan cortes del servicio por 24, 36 o hasta 48 horas continuas como parte de un racionamiento oficial.
La vida, especialmente en estados como Zulia, cuya capital es Maracaibo, se ha trastocado casi por completo.
Son constantes las quejas por alimentos que se pudrieron por no poder ser refrigerados o el sufrimiento por olas de calor durante noches donde no pueden encender siquiera un ventilador en una región donde siempre se superan los 35 grados centígrados.
En ese contexto, el negocio de las plantas eléctricas se ha disparado. Freddy, por ejemplo, apenas facturaba una planta eléctrica en su ferretería cada dos o tres meses. Solo en las últimas cinco semanas ha vendido 20 de esos equipos.
Sus compradores son tanto de clases pudientes como de medianos y bajos ingresos. "Todos los clientes dicen que no aguantan, que viven una calamidad. Se sienten que los están ahorcando".
La demanda de plantas eléctricas ha sido tal que incluso proveedores en el extranjero, particularmente en países como Colombia y Estados Unidos, han tenido inconvenientes para exportar suficientes unidades hasta Venezuela.
"No estábamos preparados para esto", admitió Engelbert Briceño, vendedor de una de las más grandes ferreterías en el norte de Maracaibo, la ciudad grande más afectada por la crisis eléctrica.
"Ni siquiera teníamos plantas para vender cuando comenzaron los apagones de marzo", comenta.
El joven interrumpe sus palabras para atender a tres clientes distintos en apenas cinco minutos: todos está interesados en saber el precio y las especificaciones de los dos equipos generadores de 2 mil 500 y 6 mil 500 vatios que la tienda exhibe a unos pocos metros de su puerta principal.
El precio depende principalmente de la potencia generadora de la máquina.
Las tiendas en ciudades como Maracaibo y Caracas ofrecen por entre US$700 y US$1.100 equipos de 2 mil 500 vatios, capaces de mantener encendidos una nevera, equipos de computación y telefonía, múltiples bombillos y un televisor.
A mayor amperaje, más caro es el equipo. Las plantas de entre 9 mil y 12 mil vatios pueden costar alrededor de US$2.000, un precio que pocos en Venezuela pueden permitirse pagar.
Los precios también varían según la marca, de si se trata o no de un aparato silencioso y de su facilidad de transporte.
Todo se diligencia en divisas extranjeras dentro del país con la mayor hiperinflación del mundo.
Un hombre treintañero inspecciona en cuclillas una planta novísima, capaz de generar 12 mil vatios, en una de las ferreterías más concurridas del norte de Maracaibo. Chequea con detenimiento el equipo, que cuesta US$2.350. Pide ver su manual a la vendedora que le atiende. Quiere llevársela de inmediato.
Un día antes, la tienda recibió seis equipos idénticos, pero cinco de ellos ya se vendieron en 24 horas.
"Unas estaban vendidas incluso antes de que nos llegaran. Antes no se veía esta vaina", dice coloquialmente Luis Villa, encargado del inventario de la tienda.
En la mayoría de las ferreterías de la ciudad, hay clientes anotados en una lista de espera para obtener generadores específicos. El arribo de esas plantas toma usualmente entre tres y cuatro semanas.
Hay quienes prefieren comprar los aparatos ellos mismos en tiendas físicas o virtuales de Estados Unidos y transportarlas hasta Venezuela mediante empresas de carga. El ahorro puede ser de hasta 50% respecto a los precios que priman en los negocios locales.
Hay modelos de plantas cuya disponibilidad se acaba en días, incluso por la alta demanda de clientes venezolanos, confiaron fuentes de las compañías de servicios de transporte de carga.
La publicidad de empresas de transporte que ofrecen plantas eléctricas con destinos hacia Venezuela copa redes sociales como Instagram.
Una de ellas anuncia un mensaje que da cuenta del éxito del negocio: "200 plantas eléctricas disponibles en Caracas, 300 van en camino. Si quieres ahorrar 10%, reserva ya las plantas que salieron hoy".
Algunos clientes en Zulia viajan por tierra a ciudades colombianas como Maicao, Barranquilla o Riohacha para traerlas para su propio consumo o para comercializarlas por su cuenta. Los revendedores procuran márgenes de ganancias que van desde el 25% hasta el 200%.
Enrique Ferrer, presidente de la Cámara zuliana de la Construcción, advierte sobre la impericia de espontáneos que han incursionado en la comercialización de plantas eléctricas.
"Hay empresas sólidas en el mercado y hay otras que no conocen ni siquiera cómo van a instalarlas", sostiene.
Corpoelec, la compañía eléctrica del país, obligó hace seis años a las grandes y medianas empresas de Venezuela a poseer sus propias plantas generadoras.
Franco Cafoncelli, presidente de la Federación de Cámaras Comerciales y Empresariales de Zulia -el estado más poblado de Venezuela-, explica que la urgencia eléctrica de marzo y abril de este año es tan crítica que los pequeños y medianos consumidores no tienen más alternativa que depender de plantas generadoras para permanecer operativos.
"O es eso o les toca cerrar. Hay negocios que están abiertos hasta sin electricidad. Es un retroceso. Quien quiera funcionar tiene que poner su planta", advierte, confirmando el fenómeno del aumento de las ventas de generadores.
Omar Prieto, gobernador de Zulia y aliado de Maduro, anunció hace días que entregaría 4 mil plantas eléctricas a consejos comunales de la región para que administrasen en sus vecindades la carga de baterías de teléfonos celulares y el funcionamiento de equipos de refrigeración.
Cafoncelli alertó que la mayoría de esas plantas están siendo decomisadas a empresas y comercios de todo el estado en condición de presunto préstamo.
Una fuente con 40 años de experiencia en el sistema eléctrico venezolano explicó que Venezuela nunca tuvo la necesidad de oxigenar su actividad comercial ni mucho menos la residencial con plantas generadoras.
"Zulia, por ejemplo, tenía una empresa regional de electricidad llamada Enelven que garantizaba generación eléctrica local, y también se contaba con un sistema eléctrico estable desde la hidroeléctrica del Guri", detalló a BBC Mundo el ingeniero, que pidió reservar su identidad por temor a represalias.
Esa estabilidad llegó a su fin cuando Chávez decidió centralizar el sistema eléctrico nacional en una compañía conocida como Corpoelec, aún activa, argumentó.
El consumo per cápita de electricidad en Zulia es tres veces mayor que en regiones como Distrito Capital, explicó, debido al clima caluroso y húmedo, que tradicionalmente supera los 35 grados centígrados.
Los zulianos suelen bromear con que Maracaibo es la ciudad más fría del país debido a las decenas de miles de equipos de aire acondicionado que predominan en residencias, comercios e instituciones.
En la ciudad, hubo un boom hace años de edificios recientemente construidos que procuraron tener autonomía eléctrica mediante plantas de hasta 1.000 kilovatios y precios de entre US$30.000 y US$40.000.
El furor de aquellos presuntos lujos es hoy necesidad generalizada en una Venezuela que tiene citas frecuentes con la oscurana.
El ingeniero de amplia experiencia, que hoy brinda asesorías al sector de la construcción en varias regiones del país, dijo haber escuchado "un clamor general" de gente urgida de plantas eléctricas desde los apagones de marzo.
"Es una moda lamentable y necesaria en Venezuela para cubrir las necesidades básicas y, ¿por qué no?, también para tener un poco de confort", dice.
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