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El "hechizo" anticovid de un castillo alemán

El Neuschwanstein ha tenido que limitar el ingreso a turistas; dentro de sus instalaciones se usa cubrebocas y hay distanciamiento para evitar el “maleficio” del virus

El castillo Neuschwanstein, visto desde lejos; una mujer y niña pasean por el mirador a este recinto emblemático, que abrió el 1 de agosto de 1886. Fotos: INDER BUGARIN
17/08/2020 |00:47Inder Bugarin / Corresponsal |
Inder Bugarin
Corresponsal en EuropaVer perfil

Füssen, Alemania

Como en sus orígenes, el acceso al Neuschwanstein, castillo que a lo largo de su historia ha sido fuente de inspiración de muchos, incluyendo Walt Disney, vuelve a ser limitado.

Pero a diferencia del día en que abrió por vez primera sus puertas al público —el 1 de agosto de 1886, pocas semanas después de la muerte de su creador, el Rey Luis II— en esta ocasión no limitó el ingreso por una cuestión elitista; en ese momento la entrada, restringida a grupos de 12 personas, costaba entre dos y un marco alemán, precio elevado considerando los ingresos de entonces.

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Ahora el acceso es a cuentagotas como parte de una estrategia para contribuir a frenar una amenaza que acecha más allá de sus monumentales muros exteriores de piedra caliza: la primera pandemia por Covid-19.

“Actualmente es realmente difícil visitar el castillo de Neusch- wanstein. Por el momento la demanda en el Neuschwanstein supera con creces las entradas disponibles. Estamos completamente reservados por las próximas seis semanas”, explica a EL UNIVERSAL Ines Holzmüller, del Departamento Bávaro encargado de los Palacios del Estado.

En concreto, continúa, “debido a las medidas de protección e higiene para contener la propagación del coronavirus, 10 invitados pueden visitar el castillo cada cinco minutos, es decir, mil 80 visitantes por día”.

Antes de la aparición del Covid-19, hasta 58 personas participaban en una sola visita guiada cada cinco minutos, es decir, había capacidad para recibir hasta 6 mil visitantes en un día normal en temporada alta.

Entre la multitud que se concentra en las inmediaciones del idílico monumento, se encuentra Valentina, colombiana de nacimiento y residente en una localidad cercana a Frankfurt. Armada con lentes, tapabocas y bastones de senderismo, muestra sentimientos encontrados tras alcanzar la cima en la que se encuentra el complejo de fantasía.

El "hechizo" anticovid de un castillo alemán

Precisión teutona

No podría haber sido de otra forma. Con una pluma y hoja de papel, reciben al visitante en la taquilla del Neuschwanstein. Al igual que en restaurantes, estéticas y balnearios, se pide al visitante introducir el nombre, la fecha, la hora y un número celular.

“Es para ponernos en contacto lo antes posible de ser necesario”, explica una empleada.

La identificación, rastreo y ais-
lamiento de casos infecciosos potenciales, conforman la columna vertebral de la estrategia alemana contra el Covid, la cual ha sido aplaudida por múltiples autoridades sanitarias y cuyo éxito se refleja en los informes del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC por sus siglas en inglés).

En los últimos 14 días, Alemania registra una tasa de 10.8 casos de coronavirus por 100 mil habitantes, muy por debajo de los índices de Bélgica o España, 47.9 y 68.6, respectivamente; en cuanto a fallecimientos, es de sólo 0.1 por 100 mil habitantes, frente a 1.3 que contabiliza el Reino Unido.

En lo más alto del peñasco de roca dolomita y luego de un recorrido de 40 minutos cuesta arriba, dan la bienvenida al visitante con una serie de indicaciones: está prohibido dar la mano y abrazarse, y es obligatorio el uso de tapabocas y mantener la distancia mínima de 1.5 metros.

En el patio interior, como si fuera una estación de tren, una pantalla marca la salida de los grupos, cada segundo cuenta.

El "hechizo" anticovid de un castillo alemán

Un guía es asignado al grupo, quien recuerda las instrucciones anti-Covid y precisa que en cada estancia hay en el piso 10 círculos amarillos, marcando el sitio en el que debe permanecer cada uno. El guía activa y desactiva el servicio de audio y marca el paso para evitar demoras.

El recorrido conduce por los principales aposentos y tiene como tema principal la devoción del Rey Luis II por la Edad Media y los encantadores panoramas del paisaje alpino bávaro.

“Tengo la intención de reconstruir las antiguas ruinas del castillo en Hohenschwangau (…) es uno de los sitios más hermosos que se pueden hallar”, escribió en su momento Luis II al compositor Richard Wagner.

Durante la visita se ascienden y descienden 170 escalones, y entre las estancias más impresionantes destaca la sala de estar, cuyo tema principal es el cisne y la leyenda medieval de Lohengrin, de la cual Wagner se inspiró para su ópera del mismo nombre.

También sobresale el salón del trono, allí, sobre el piso de mármol en el que está representado el círculo terrestre simbolizando la vida de los animales y las plantas, no pueden faltar las 10 marcas amarillas trazando el espacio reglamentario entre una y otra persona.

El recorrido concluye exactamente a los 30 minutos, en la suntuosa sala de los Cantones, en la que numerosas pinturas murales muestran escenas del poema Parzival, fuente de inspiración de una de las más importantes escenografías de Wagner. El siguiente grupo pisa los temores, hay que abandonar el castillo, la sana distancia debe prevalecer.

Ganadores y perdedores

König, con ocho años de trayectoria como guía en el interior del castillo, se muestra satisfecha por los cambios realizados para salir del confinamiento.

“Las medidas han sido para bien de nuestros invitados, para bien del castillo y para bien del personal”, dice a este diario.

Sostiene que ahora los visitantes pueden apreciar mejor las obras al tratarse de grupos reducidos. “Se les ve relajados y concentrados. Hasta los niños ponen atención”, asegura.

Para los empleados, al margen de usar todo el día cubrebocas, se ha vuelto menos estresante, debido a que los grupos son manejables y no hay necesidad de estar llamando la atención a ruidosos y distraídos.

“También el castillo se ha beneficiado, prevalece el silencio y no hay quién lo dañe. Aunque parezca insólito, hay quienes tocan las paredes o besan las pinturas, algo impensable en estos días de pandemia”, sostiene.

Aunque no todos están satisfechos con la drástica reducción de turistas, el único servicio del castillo en operación en la era Covid es la tienda de recuerdos.

“La gran mayoría de los visitantes son alemanes y no compran souvenirs. Extrañamos a los chinos y estadounidenses, esos sí consumen, con ellos volaban los cisnes y tarros de cerveza”, dice la encargada de la tienda.

Rigor a la intemperie

De camino al puente de María, situado a 90 metros por encima de la garganta del barranco del Pöllat, desde donde se puede tener una vista panorámica del castillo y del romántico valle bávaro, una larga fila se va formando entre la multitud; esporádicamente se escucha una lengua distinta al alemán, ocasionalmente alguien habla neerlandés.

Nadie se aglomera, todos guardan una aceptable distancia y sin necesidad de que alguna autoridad lo indique. A escasos metros del puente, con la precisión de los relojes mecánicos de madera alemana, todos se ponen su respectivo cubrebocas. En Alemania es obligatorio usarlo en espacios cerrados o donde no pueda preservarse la distancia de 1.5 metros. Al abandonar el puente e iniciar el empinado descenso, nadie ha roto filas, el orden germano sigue.

El mismo rigor que se aprecia en los carruajes tirados por caballos que conducen al castillo de Neuschwanstein, han sido adaptados para reducir riesgos. Con gruesas micas de plástico se han creado compartimentos para poder llevar hasta 10 adultos y dos niños. Todos portan cubrebocas, incluyendo el conductor.

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