Emmanuel Macron llegó a la presidencia, en 2017, con una promesa: poner fin a los extremos. Temerosos de las ideas radicales de izquierda y de derecha, los franceses optaron por el hombre de entonces 39 años que prometía un cambio, al frente de un partido nuevo: Renacimiento.

Tras el triunfo del partido Agrupación Nacional (AN), de Marine Le Pen, en las elecciones en Francia para el Parlamento Europeo, Macron convocó a comicios legislativos, llamando de nueva cuenta a los franceses a evitar “los extremos”. Pero 2024 está muy lejos de ser 2017 y Macron ya no es ni un político novedoso ni popular, a decir por el voto de castigo que recibió en las elecciones europeas.

Ocurren hoy dos cosas en Francia, como en general en el resto de Europa: 1) La extrema derecha logró moderar su discurso, escuchar las preocupaciones de los jóvenes y abrazarlas, y 2) Los partidos tradicionales sufren de un gran desgaste, sin haber logrado adaptarse al mundo que resultó de la pandemia del Covid-19, que se ve afectado por dos guerras simultáneas, la de Rusia contra Ucrania y la de Israel contra Hamas.

Le Pen dejó de ser la líder del Frente Nacional que atemorizaba con su discurso migración cero, antiislamista, antiaborto, para encabezar Agrupación Nacional (AN), que habla al bolsillo de los franceses, que entiende su preocupación por salarios que no alcanzan, que desde esta preocupación manifiesta el temor —compartido por los ciudadanos— de que la llegada ilimitada de migrantes agrave la situación, de que Europa “se vuelva otra” con el flujo de musulmanes. Si en el fondo puede ser el mismo, a los ojos de los franceses preocupados y molestos con un gobierno que les parece lejano, con un Macron que no genera empatía, el discurso suena distinto.

AN sumó además a sus filas a jóvenes como Jordan Bardella, que a sus 28 años habla en el lenguaje que entienden los franceses como él, a través de las plataformas que usan los franceses como él, convirtiéndose en el rockstar de TikTok y generando simpatías en una ciudadanía desencantada.

Apenas convocar elecciones, Macron advirtió sobre el riesgo de la ultraderecha. Las protestas del fin de semana indican que una parte de los franceses aún siente ese riesgo. Si será suficiente, se verá el 30 de junio y 7 de julio, fechas de la primera y segunda vueltas.

Del otro lado, una izquierda totalmente dividida frente a la posibilidad de que la ultraderecha se haga del poder, y de que Bardella se convierta en el nuevo primer ministro, decidió unirse en un nuevo Frente Popular como el que se forjó ante el ascenso del fascismo y el nazismo en Europa, en 1935. Sin embargo, no es la primera vez que la izquierda intenta unirse y termina fracturada en su lucha de poderes. Por ahora, el Frente promete defender a Ucrania, reconocer al Estado palestino, romper con el apoyo al “gobierno supremacistas de extrema derecha de Benjamin Netanyahu” en Israel. En su intento de unidad, la izquierda exhibe un lado radical que, justo, genera rechazo como lo generó en su momento la ultraderecha.

Macron, en el centro, no tiene mucho lugar hacia donde hacerse. Podría terminar con un gobierno liderado por él, pero con un primer ministro tan distante de sus políticas que Francia se vuelva ingobernable, en el peor momento y por los próximos tres años, hasta las presidenciales de 2027.

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