Las noticias sobre la desaparición de la democracia son muy exageradas. La mayoría de la gente de todo el mundo sigue queriendo vivir en sociedades democráticas. Creen que el sistema puede mejorar sus vidas y resolver problemas comunes. También son muy partidarios de que los gobiernos defiendan los derechos individuales de los ciudadanos, independientemente de su apariencia, religión u orientación sexual o de género. A escala mundial, quieren más cooperación internacional e instituciones más fuertes. En otras palabras: siguen teniendo fe en los ideales democráticos y multilateralistas.

Esa es la buena noticia que se desprende de uno de los mayores informes mundiales de encuestas sobre derechos humanos y democracia. El Barómetro de la Sociedad Abierta, que incluye datos de opinión pública de treinta países, ofrece un panorama sorprendentemente optimista sobre la adhesión de la población mundial a los principios democráticos en una época en la que a menudo se dice que están en crisis. Por ejemplo, el 86% de los encuestados afirma querer vivir en una democracia y sólo el 20% cree que los países autoritarios tienen más probabilidades que los democráticos de cumplir los deseos de los ciudadanos. En América Latina, también se constató que la mayoría de los encuestados cree que si los países de esta región colaboraran más estrechamente tendría un impacto positivo en sus vidas (con un 84% en Colombia, un 81% en México, 78% en Argentina y 70% en Brasil que tienen esta perspectiva).

Sin embargo, la mala noticia es que la fe en la democracia parece estar marchitándose. Mientras que el 71% de los encuestados de 56 años o más afirman que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, entre los de 18 a 35 años la proporción desciende a sólo 57%. Una pauta similar, aunque menos pronunciada, se observa en el apoyo a los líderes "fuertes" que prescinden de asambleas y elecciones: 26% del grupo de más edad respalda este modelo, pero 35% del más joven lo hace. Las cifras respectivas que apoyan un régimen militar son de 20% y 42%.

Asimilemos esto: más de dos de cada cinco jóvenes de una muestra representativa de países de todo el mundo no ven la democracia como la mejor forma de gobierno, y más de dos de cada cinco también expresan su apoyo a alguna forma de control militar.

Esto sugiere que el control de los ideales y principios democráticos se está debilitando de generación en generación, un dato que debería alarmarnos, pero quizá no sorprendernos. Al fin y al cabo, los jóvenes de entre 18 y 35 años han crecido y se han politizado a medida que surgía la era de la "policrisis", durante la cual las formas de agitación climática, económica, tecnológica y geopolítica han crecido y se han reforzado mutuamente en un grado nunca visto.

El sondeo proporcionó atisbos de esa agitación, con encuestados de toda la muestra que profesaban altos niveles de preocupación por la violencia política, el coste de los alimentos, el cambio climático y la corrupción. Es de esperar que esto genere un nuevo giro hacia modelos de gobierno rivales que prometan un liderazgo fuerte, aunque la realidad de muchos Estados autoritarios sugiera que esto es menos, y no más, eficaz que el modelo democrático.

¿Qué hacer? Una cosa que he observado a lo largo de una carrera que ha abarcado el gobierno, el desarrollo y los derechos humanos es que ningún sistema o idea de gobierno puede funcionar sólo con ideales abstractos. El poder y la legitimidad de la democracia se basan en la confianza de la gente en que puede mejorar sus vidas, tanto defendiendo sus libertades como generando un mayor bienestar material.

Así pues, para atajar la creciente desilusión con el gobierno democrático y algunos de sus principios fundamentales entre los más jóvenes, hay que restaurar esa confianza demostrando que la democracia puede ofrecer calles más seguras, más viviendas, mejores servicios educativos y sanitarios, y alimentos y energía más asequibles. Esa tarea -reformar los Estados y las sociedades para satisfacer las necesidades de la gente con mayor eficacia- es la que tenemos ante nosotros todos los que queremos defender la democracia y hacerla segura para las generaciones venideras.

*Ex vicesecretario General de la ONU, es Presidente de Open Society Foundations.

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