Madrid.— Las campañas de vacunación contra el Covid implican a nivel internacional un gran desafío logístico, que reclama infraestructuras adecuadas y una sólida coordinación entre los organismos competentes para salvaguardar la eficacia de las vacunas, sobre todo las vulnerables a los cambios de temperatura.
Los gobiernos tienen que garantizar el buen funcionamiento de las redes de distribución, seleccionar los grupos sociales que recibirán gradualmente las dosis, aportar los recursos humanos necesarios y habilitar los espacios físicos para suministrar las vacunas en tiempo y forma. También es necesario establecer distintos protocolos de vacunación, en función de las propiedades de cada uno de los antígenos.
Los países con bajos ingresos y sistemas de salud precarios, que registran un déficit de centros médicos ambulantes y falta de efectivos sanitarios, sobre todo personal de enfermería, son los que enfrentan mayores obstáculos para implementar campañas de vacunación para las que no están preparados. Todo ello, sin contar con los retos que implica la producción y distribución por parte de laboratorios y farmacéuticas de millones de dosis que tienen que llegar a su destino sin mayores demoras. Cualquier interrupción en la cadena de suministro, por pequeña que sea, obliga a los países receptores a modificar calendarios que fueron laboriosamente establecidos para agilizar el proceso de vacunación.
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A finales de 2020, un incidente logístico de la compañía Pfizer en su planta belga de Puurs, retrasó la campaña de inmunización contra el Covid-19 en ocho países europeos, que tuvieron que reacomodar su programación para solventar la coyuntura.
México también resintió el retraso y reducción de las dosis de las vacunas de Pfizer. Las autoridades mexicanas tuvieron que reformular la campaña de vacunación a raíz de la disminución de los envíos que, temporalmente, se vieron mermados 50%.
Hasta ahora, organismos reguladores como la Agencia Europea del Medicamento sólo han aprobado para su uso comercial dos vacunas: Pfizer y Moderna.
Si las dificultades que enfrentan algunas farmacéuticas para cumplir con los plazos de entrega impactan negativamente en las campañas de países que tienen sistemas públicos de salud avanzados o medianamente desarrollados, es fácil imaginar el descalabro que se puede producir en aquellas regiones del globo que están mucho más rezagadas.
Los problemas para llevar a cabo las campañas son múltiples y complejos. Y afectan especialmente a los países más vulnerables, ubicados sobre todo en Asia, África y América Latina, entre ellos, la mayoría de los centroamericanos, además de Ecuador, Perú y Paraguay, que tienen serios impedimentos para adquirir las dosis adecuadas e implementar los procesos de inmunización.
La mayoría de los protocolos para las campañas de vacunación establecen que en una primera etapa en la que el número de dosis es limitado, la inmunidad debe ofrecerse de manera prioritaria a los grupos con más riesgo de mortalidad y exposición, entre ellos adultos mayores, personas dependientes y personal sanitario que trabaja en primera línea. Tras completar estos grupos, y en la medida en que haya disponibilidad de dosis, se vacunará progresivamente al resto de la ciudadanía, dependiendo de su grado de vulnerabilidad.
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Sin embargo, según denuncia la Organización Mundial de la Salud (OMS), muchos países pobres no están recibiendo las vacunas suficientes para reforzar a los sectores más indefensos de su población. La OMS organizó una cooperativa internacional de vacunas, Covax, la cual firmó contratos para adquirir 2 mil millones de dosis que empezarán a ser distribuidas, sobre todo entre los países de ingresos bajos, tan pronto como estén disponibles.
Sin embargo, decenas de países pudientes y medianos están ejecutando ya programas de vacunación masiva, lo que deja sin antígenos a los países en vías de desarrollo.
Al menos 70% de una sociedad necesita estar vacunada para lograr la inmunidad de rebaño, pero este porcentaje no está al alcance de los países menos desarrollados, que no sólo carecen de las dosis básicas, sino también de los recursos humanos y materiales para implementar procesos generalizados de vacunación en el caso de recibir las partidas necesarias.
La sanidad pública británica, una de las más avanzadas en la campaña de inmunización, está inyectando unas 140 dosis por minuto, lo que requiere un despliegue de recursos humanos y materiales que pocos países están en condiciones de encarar.
En muchas regiones del planeta no existen siquiera campañas de vacunación contra las epidemias más comunes, como la influenza, por lo que tienen que crear desde cero mecanismos para inmunizar a la población contra el Covid-19.
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A la falta de cobertura en materia de salud de muchas zonas del planeta, se suma la denuncia de la OMS sobre la actitud egoísta de los países más desarrollados y de los fabricantes de inmunológicos, quienes buscan la aprobación reglamentaria de las regiones prósperas en vez de someter sus datos a organismos internacionales para obtener la autorización y que se pueda utilizar la inyección a escala mundial.
“El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico en la distribución de vacunas”, alerta el director de la OMS, Tedros Adhanom, quien precisó que mientras en 49 naciones de ingresos altos y medios se han distribuido 39 millones de dosis, en algunos países de ingresos bajos apenas unos centenares de personas están siendo inmunizadas.