Aunque la atención internacional se ha concentrado en la naturaleza caótica de la retirada de las fuerzas estadounidenses de Afganistán y el impacto en los ciudadanos afganos que se han quedado atrás, en Washington el debate se está transformando muy rápidamente en una discusión sobre las implicaciones de este evento. Los críticos de la administración de Joe Biden están diciendo que esto debilita a Estados Unidos a nivel global, y que el prestigio de Estados Unidos ha sido dañado irrevocablemente. Sus simpatizantes afirman que Estados Unidos , ahora liberado de sus enormes obligaciones financieras y militares en Afganistán, será libre de responder al desafío global de China y Rusia, y que su ejército podrá pasar, de la ocupación de un territorio extranjero , a una fuerza de reacción más rápida, móvil, mejor equipada para enfrentar los desafíos de seguridad del siglo 21.
Claro que ambas perspectivas son parcialmente certeras. Estados Unidos claramente ha dañado su prestigio y sus relaciones con aliados cercanos, pero estas heridas están lejos de ser fatales. Al mismo tiempo, Estados Unidos se ha liberado de un compromiso, pero otros desafíos se aproximan con rapidez. En primer lugar, está la cuestión del impacto de cientos de miles o millones de refugiados afganos , especialmente en la región inmediata. ¿Cómo puede Estados Unidos ayudar a mitigar las fuerzas desestabilizadoras que se han desatado con el regreso de los talibanes? Y se viene una decisión crítica para Washington: ¿Debe Estados Unidos tratar de forjar una relación constructiva, quizá que involucre ayuda para el desarrollo, con los talibanes para evitar que las insinuaciones diplomáticas de China y Rusia excluyan a Estados Unidos en tiempos de intensa competencia geopolítica?