Bruselas.— La pandemia de Covid-19 no sólo perturbó la economía en el ámbito del ocio y el entretenimiento en Europa, también alteró los esfuerzos para combatir la propagación del sida, particularmente entre los consumidores de drogas por vía parenteral.
Las medidas de contingencia para frenar la propagación del coronavirus durante 2020 interrumpieron la distribución de equipos de consumo de drogas estériles, la primera línea de defensa para combatir el riesgo de contraer infecciones transmitidas por la sangre.
Además, los encierros y la concentración de los esfuerzos sanitarios para contener un virus, en ese entonces misterioso, limitó el acceso a pruebas de detección del VIH.
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Este grupo vulnerable igualmente se vio afectado por la interrupción de los servicios sanitarios, el autoaislamiento, las restricciones impuestas a la libre circulación y la escasez de personal en los servicios para drogodependientes.
Esta situación terminó elevando los riesgos de los consumidores problemáticos, como los usuarios de opioides, un grupo de edad avanzada especialmente vulnerable y que previamente ya presentaba problemas por su estado de salud y modo de vida.
Antes de la aparición del nuevo coronavirus, en estos grupos ya existía el peligro de una alta prevalencia del VIH y de las infecciones por hepatitis víricas B y C.
Aunque el impacto adverso en los resultados sanitarios está siendo cuantificado, el Observatorio Europeo de la Droga y las Toxicomanías (OEDT) afirma que “la pandemia podría haber detenido el progreso para poner fin a la transmisión del VIH” entre los consumidores problemáticos de estupefacientes.
Hace tres años parecía que los servicios sanitarios europeos finalmente se encaminaban a ganar la guerra en el ámbito de las enfermedades infecciosas relacionadas con las drogas.
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El número de nuevos casos de VIH relacionados con el uso de drogas inyectables en la Unión Europea (UE) disminuyó en 47% entre 2010 y 2019. Ese último año, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades y la Oficina Regional de la OMS para Europa reportaron 837 nuevos diagnósticos, lo que equivalió a 1.9 casos por millón de habitantes y representó 5.5% de todos los casos de VIH identificados ese año en la UE.
Durante el mismo periodo, los nuevos diagnósticos de sida en personas de uso de drogas inyectables igualmente disminuyó, de mil 241 casos en 2010 a 286 en 2019.
La tendencia a la baja en los nuevos diagnósticos de VIH relacionados con el uso de drogas inyectables respondía al éxito de una cobertura de reducción de daños mejorada, así como al aumento del acceso a la terapia ART, la cual implica tomar medicamentos bajo atención médica.
Sin embargo, la UE se quedó lejos de alcanzar el objetivo de reducción de 75% en 2020 en comparación a la prevalencia de 2010.
“La pandemia de Covid-19 interrumpió significativamente los servicios de reducción de daños y las actividades de prueba, al menos durante los primeros confinamientos en 2020, lo que podría haber llevado a más infecciones”, sostiene el OEDT.
En 2020 se contabilizaron 563 nuevos diagnósticos de VIH y 128 de sida relacionados con el consumo de drogas inyectables en la Unión, “números que deben interpretarse con cuidado a la luz de la reducción de la actividad de pruebas durante la pandemia de Covid-19”, precisa la agencia comunitaria.
Los brotes de infección de VIH relacionados al consumo de droga se identificaron principalmente en zonas urbanas que tradicionalmente han estado bajo los reflectores de las agencias sanitarias, como Atenas y Tesalónica, en Grecia; Luxemburgo, Glasgow, Escocia, y la capital búlgara Sofía.
Eslovaquia, distinguida por registrar desde hace mucho tiempo una de las tasas más bajas de prevalencia en Europa, informó en 2020 sobre tres casos de VIH por primera vez desde 2015 entre personas que se inyectaban drogas. Si bien las autoridades concluyeron que lo más probable fue que se infectaron por contacto sexual, los individuos tenían un historial de inyectarse metanfetaminas.
El Instituto Nacional de Salud Pública de Eslovenia reportó 28 nuevos diagnósticos de VIH en 2021. “Esto generó la preocupación de que la infección podría haber comenzado a propagarse durante la pandemia”, reporta el observatorio. Liubliana había comunicado desde 1986 sólo 29 casos de infección entre usuarios de drogas por vía sanguínea, con un pico de cuatro incidentes en 1996.
Históricamente, la heroína ha sido considerada una droga asociada exclusivamente al consumo por vía parental, pero las estadísticas muestran que ya no es así, sólo uno de cada cuatro consumidores de esta sustancia emplea una jeringa.
Las personas que se están picando, hoy en día se suministran además anfetaminas, cocaína, catinonas sintéticas y medicamentos opioides. Las agencias sanitarias insisten en que el riesgo de contraer una enfermedad infecciosa radica en la reutilización del material de inyección.
“La interrupción de las medidas de prevención y la reducción de las interacciones cara a cara con los usuarios más vulnerables, aunque hubiera sido temporal y limitado a los primeros confinamientos, podría haber tenido consecuencias negativas sobre el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas”, concluye el reporte del OEDT.
“La reducción de la distribución de equipos estériles y la caída en la actividad de pruebas de VIH y hepatitis viral en 2020, han ejercido una presión adicional sobre la frágil situación existente”, puntualiza.
De acuerdo con Naciones Unidas, la pandemia supuso un revés sin precedentes en la respuesta sanitaria al sida en todos los ámbitos y los rincones del planeta.
Aunque los países más endeudados han sido los más perjudicados, debido a que muchos de los recursos que antes destinaban a la salud se desviaron al pago de deuda. El informe de ONUSIDA, titulado Una triada pandémica, estima que en 2020, por cada 10 dólares disponibles en las arcas públicas de los países más endeudados, cuatro se destinaron al pago de obligaciones internacionales y uno a sanidad.
Particularmente se vio afectado el grupo de naciones vulnerables con grandes poblaciones de VIH, concretamente Etiopía, Kenia, Malawi, Mozambique, Uganda, Tanzania y Zambia. En promedio, los niveles de deuda pública en estos países creció de 29.4% a 74% del PIB entre 2011 y 2020. Sólo en 2020 se registró un incremento de 11% del PIB.
La situación fiscal ahora se ha agravado por las consecuencias de la invasión rusa en Ucrania. El Banco Mundial anticipa para 2027 un gasto en sanidad por debajo de los niveles de 2019 en unos 110 países. Para ese año, sólo 67 superarán los niveles de inversión anteriores al Covid-19.
La lucha contra el sida ha sido uno de los sectores más castigados tanto por la grave crisis sanitaria, como por la de deuda. En 2021, los recursos internacionales destinados al VIH fueron 6% inferiores en comparación con 2010.
“Con esta situación se corre el riesgo de socavar el progreso logrado en las últimas décadas en la respuesta al VIH”, indica el documento.
De mantenerse el gasto a la baja, Ginebra calcula que de aquí a 2030, la enfermedad se cobrará unas 7.7 millones de vidas.
“No debe considerarse el resultado de haber puesto fin al Covid-19”, se lee en el reporte.
Naciones Unidas estima que unas 38 millones de personas viven con VIH, de las cuales 26 millones radican en países en desarrollo.
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