Mundo

El Covid-19 exhibe carencias en atención mental en AL

En Manaos, Brasil, se abrió una nueva zona en el cementerio para los muertos de los últimos 30 días. FELIPE DANA. AP
11/05/2020 |23:16José Meléndez / corresponsal |
Redacción El Universal
Pendiente este autorVer perfil

San José.— El ataque de coronavirus golpeó la salud mental de los pueblos de América Latina y el Caribe, con una avalancha de conflictos individuales, familiares, comunales y laborales que se reflejaron en reacciones de perplejidad, negación, fatalismo, incertidumbre, estrés, soledad, desprotección, ansiedad, miedo y agresividad.

El Covid-19 se movilizó como carambola a tres bandas: también dañó la sanidad física y la situación socioeconómica de latinoamericanos y caribeños, tras confirmarse el primer caso en febrero en Brasil.

“Ninguna sociedad estaba preparada para afrontar la pandemia”, afirmó el argentino Mario Dupont, sicólogo y sicoanalista de la Dirección General de Salud del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

La crisis sanitaria “viene a ponernos de frente y a la vista nuestra propia finitud, [porque] estamos en un momento de desvalimiento sicosocial absoluto”, aseveró Dupont a EL UNIVERSAL.

“La interrupción de la cotidianidad de un trabajo o de otras cosas en algunas personas lo que generó fue reconectarse con duelos postergados o con aspectos subjetivos que tenían desestimados, que habían quedado tapados por un ritmo habitual y que volvieron a aparecer en esta instancia”, agregó.

Con el desastre por la actual crisis sanitaria “en el momento agudo no podemos hablar de trastornos mentales, sino de reacciones esperables. Para evitar que se instale una patología crónica es fundamental el abordaje en salud mental y apoyo sicosocial”, planteó.

A juicio del hondureño Juan Carlos Munguía, siquiatra, médico general y profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la (estatal) Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la pandemia provocó cuatro respuestas en las personas.

“La cuarentena rompe la rutina, nos cambia la dinámica. El ser humano se resiste al cambio y, sin saber qué hacer, entra en perplejidad y luego en negación.

“Muchos decían: ‘A mí no me va a dar’. Otros, ya con problemas [de salud], tenían miedo a contaminarse y empezaron con medidas extremas de bioseguridad: miedo de salir de sus casas y de contacto social”, explicó el sicólogo.

“Después se entra al fatalismo, [se piensa:] ‘¡Nos vamos a morir!’. Miedo extremo, temor y terror. La cuarta etapa es incertidumbre, y el estrés se pudo instalar en cualquiera de los momentos de perplejidad, negación, fatalismo o incertidumbre”, expuso Munguía en un programa digital de la Policía Nacional de Honduras.

“Cuando alguien siente que no puede afrontar una situación, se estresa. El estrés se produce en el cerebro, nuestra gran computadora que dirige todo, y se manifiesta de muchas maneras. A algunos les dan dolores variados o agresividad verbal y física. El exceso de estrés puede llevar a la muerte”, subrayó.

“Cuidarnos”

Definido en Argentina como resguardo preventivo y obligatorio y en Costa Rica como distancia física, con solidaridad social, el aislamiento sugerido por la mayoría de gobiernos para prevenir la propagación del virus “induce a un sentimiento de soledad y desprotección, pero el objetivo es cuidar y cuidarnos”, insistió Dupont.

“Los efectos anímicos de ese resguardo en cada persona van a actuar de un modo distinto. Quienes más se ven afectadas son las que viven solas”, añadió.

El panorama derivó en dificultades de comunicación familiar, con tendencia al abandono del hogar, incremento de la violencia y angustia por la exposición a la enfermedad de parientes que laboran en el sector salud, destacó.

Tras indicar que en los nexos laborales hay líos al adoptar decisiones, pronosticó que “se va a elevar el nivel de ansiedad y esto, en general, de un modo u otro nos va a tocar a todos”.

“Cenicienta”

A criterio del costarricense Óscar Valverde, presidente del Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica y consultor internacional, “es comprensible que lo primero sea asegurar la vida y la salud física” de la población.

“Pero la salud mental siempre se deja en segundo plano, hasta en inversiones. Es la cenicienta por la poca atención que se le da”, advirtió Valverde en una entrevista con este diario.

“Hay que empezar a entender que, como en cualquier crisis, las afectaciones mentales son múltiples y diferentes, no sólo por incertidumbre y miedo al contagio y a la muerte, o a enfrentar el duelo sin poder vivir los ritos funerarios, porque no podemos reunirnos, sino porque también hay angustia y zozobra en lo laboral”, aseveró.

Un aspecto crucial, relató, es que mientras sectores poblacionales gozan de la buena fortuna de vivir con amplitud y sin aglomeración, otros sólo subsisten en “espacios poco dignos, con grandes carencias que determinan condiciones distintas en el encerramiento y afectan la salud mental.

“Aparecen sintomatologías ansiosas o depresivas o se exacerban otros trastornos de carácter sicológico, emocional o siquiátrico.

“Todo eso exhibe una pintura que los países deberíamos estar mirando para poder prepararnos en lo que eso significa, no sólo en la condición física, sino en la salud mental”, aconsejó.

Te recomendamos