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Preocupados por el futuro de los elefantes, los mandatarios de Namibia, Zambia y Zimbabue se reunieron este martes en Botsuana. Y allí, su anfitrión, el presidente Mokgweetsi Masisi, les recibió con un particular obsequio: unos taburetes hechos con las patas de ese mamífero.
El regalo en sí mismo enviaba un fuerte mensaje: los gobiernos de esos países africanos quieren que se levante la prohibición internacional sobre el comercio de marfil, según señala Alastair Leithead, corresponsal de la BBC en África.
Esa posibilidad es objetada por grupos ecologistas que destacan que hace una década se autorizó que se realizara una venta limitada de marfil que derivó en un aumento devastador en la cacería de estos animales.
- El cazador furtivo que murió aplastado por un elefante y acabó devorado por leones
- La matanza que dejó decenas de elefantes muertos en Botsuana, último santuario en África para estos animales
La caza de elefantes es un tema importante en África, donde se estima que cada año matan unos 30.000.
Sin embargo, la situación es más compleja de lo que podría parecer a simple vista.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), que publica la lista roja de especies en peligro, cambió en 2004 la clasificación del elefante africano de "especie en riesgo" a "vulnerable".
La diferencia radica, grosso modo, en que en el caso de las especies en peligro se teme que podrían desaparecer pronto, mientras que las vulnerables tienen un riesgo menor de que eso les ocurra en el corto plazo.
En el caso del elefante africano, se estima que su población actual se ubica en torno a los 450 mil ejemplares y que en algunas zonas incluso está creciendo.
¿Cazar para conservar?
Así, aunque los movimientos ecologistas que defienden la prohibición de la venta de marfil para evitar la caza ilegal de elefantes han logrado gran apoyo internacional, no hay un acuerdo claro sobre cómo gestionar la situación en los países en los cuales hay grandes poblaciones de elefantes que ejercen presión sobre asentamientos humanos.
Esa es la situación, por ejemplo, en Botsuana, que cuenta con unos 130.000 ejemplares y registra problemas en la convivencia entre animales y personas.
El presidente Masisi, quien llegó al poder el año pasado, cambió la estricta política conservacionista impulsada por su predecesor en el cargo.
La posibilidad de sacrificar una parte de la población de estos animales ha sido descartada pero hay mucho apoyo en las zonas rurales al levantamiento de la prohibición de cazarlos.
Esta medida, sin embargo, podría generar efectos adversos sobre las finanzas del país pues implicaría el riesgo de alejar la llegada de turistas, afectando así la segunda mayor fuente de ingresos del país.
Otras naciones africanas como Namibia, Sudáfrica y Zimbabue han adoptado una postura que parece resumir la complejidad y contradicciones de esta situación.
Permiten la caza de elefantes y también respaldan una solicitud para que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites, en inglés) vuelva a autorizar la venta del marfil almacenado.
¿Qué piensan hacer con esos recursos? Financiar la conservación de los elefantes.
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