Un magistrado del Vaticano ordenó el juicio de 10 personas, entre ellas un poderoso cardenal italiano, por delitos financieros.
El cardenal Angelo Becciu es el clérigo de más alto rango del Vaticano en ser encausado por cargos que incluyen malversación, blanqueo de dinero, fraude, extorsión y abuso de poder.
El influyente cardenal de 73 años, que niega las acusaciones, fue forzado a dimitir el pasado septiembre, pero mantiene su título.
Las acusaciones están relacionadas a la compra multimillonaria de una propiedad en Londres con fondos de la Iglesia.
Becciu era un cercano asesor del papa Francisco que anteriormente había ocupado un cargo clave en el Secretariado de Estado del Vaticano, que administra las donaciones de la Iglesia.
El cardenal deberá responder preguntas sobre una controvertida inversión en un edificio de lujo en Londres que conllevó pérdidas durante su tiempo a cargo del Secretariado: desde entonces, la transacción ha estado bajo una investigación financiera.
El pago de 200 millones de dólares por un edificio de apartamentos en la elegante avenida Sloane de Londres se hizo con dinero de la Iglesia a través de fondos y compañías en paraísos fiscales, una transacción que el cardenal había defendido en el pasado.
En un comunicado emitido el sábado por personas allegadas, el cardenal expresó que era "la víctima de una conspiración" y manifestó su "absoluta inocencia", informó la agencia AFP.
Análisis de John McManus, experto en temas religiosos de la BBC
Llegar al fondo de la problemática relación entre el Vaticano y sus finanzas se ha convertido en tema central del Vaticano bajo el papa Francisco.
En paralelo con su deseo de convertir a la Iglesia en un santuario donde todos, no importa cuán imperfectos, puedan encontrar un lugar, está su labor para lograr que el Vaticano sea un destino especialmente hostil para aquellos que busquen usarlo para enriquecerse.
Los supuestos crímenes enumerados ahora todavía tienen que ser probados en el tribunal.
Pero el simple hecho de que el Papa estuviera dispuesto al proceso y el juicio de un cardenal que no sólo era un alto miembro de la jerarquía en el Vaticano, sino también un amigo de Francisco, es una señal de su clara intención de que cuando se trata de delitos financieros, está preparado para tomar medidas sin precedentes para limpiar la reputación de la Iglesia.
El riesgo para el Papa, y para la iglesia, es que este juicio abrirá la posible mala gestión de las finanzas de la Santa Sede a un mayor escrutinio público.
Dos antiguos directores de la unidad de inteligencia financiera del Vaticano están entre los diez imputados.
Enfrentan cargos de malversación, lavado de dinero, fraude, extorsión y abuso de poder.
Una mujer italiana que trabajó para el cardenal Becciu fue acusada de malversación el año pasado.
La primera audiencia está programada para el 27 de julio, según un comunicado del Vaticano.
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