La mañana del 11 de septiembre de 2001, 19 hombres organizados por un saudita, Osama bin Laden, desataron el terror en Estados Unidos y cambiaron para siempre la historia.
Cuando a las 8:46 am un avión comercial se estrelló en la Torre Norte del WTC, la primera versión fue de que había ocurrido un terrible accidente. Sin embargo, 17 minutos después, un segundo avión se estrellaba contra la Torre Sur, y a la par que los edificios comenzaban a derrumbarse, se venía abajo la teoría del accidente… y la seguridad del país más poderoso del mundo.
Para las 10:28 de la mañana, las dos torres del WTC habían colapsado. Con ellas, se apagaron las vidas de 2 mil 977 personas inocentes. Entre ellas, las de cinco mexicanos cuyos restos pudieron ser identificados y cuyos nombres están inscritos en el Memorial 11-S de Nueva York: Antonio Meléndez, Antonio Javier Álvarez, Leobardo López Pascual, Juan Ortega Campos y Martín Morales. En su momento se habló de 16 connacionales fallecidos ese día. La cifra exacta no se conocerá nunca, pues muchos de ellos entraron a Estados Unidos como indocumentados.
Entre los héroes también hubo mexicanos, como Rafael Hernández, un bombero que durante días buscó sobrevivientes en lo que quedó del WTC y quien, 10 años después de los atentados, murió a consecuencia del humo y sustancias tóxicas respiradas.
Tras el 11-S, EU emprendió una guerra contra el terrorismo con dos consecuencias precisas: las guerras en Afganistán, para cazar a Osama bin Laden, y en Irak, donde, alegaba Washington, había armas de destrucción masiva. Estos dos conflictos también tuvieron un saldo para México: al menos 45 connacionales perdieron la vida en combate en suelo afgano; en territorio iraquí, 16 nacidos en suelo mexicano y 13 con ascendencia de nuestro país.
La retirada de Afganistán causó otra baja, el marine Humberto Sánchez, de 22 años, muerto en un ataque del Estado Islámico ocurrido el 26 de agosto en Kabul. El horror del 11-S golpeó el corazón de Estados Unidos, pero también dejó saldo rojo en México.