Mañana se cumplen dos años del regreso de la guerra a gran escala a Europa y, con ella, los recuerdos más oscuros de nuestra historia. La injustificada y brutal agresión de Rusia contra Ucrania se ha alargado ya por 24 meses, provocando la muerte a cientos de miles de personas, poniendo en peligro la seguridad de todo un continente y la estabilidad económica de todo el planeta. Trágicamente, el presidente Putin sigue pensando que la fuerza bruta es un instrumento legítimo para conseguir sus ambiciones imperialistas, todo ello sin importar las consecuencias humanitarias y socioeconómicas a nivel global.
En la actualidad, 6.5 millones de ucranianos continúan fuera de su país por la guerra. Otros 5.4 millones son desplazados internos debido a la destrucción de sus hogares, escuelas, hospitales e infraestructura civil por las bombas rusas. Las cifras son descomunales, pero debemos recordar que detrás de cada número hay una tragedia.
Este sufrimiento masivo debe terminar de una vez por todas. La guerra se ha prolongado porque Rusia se niega a poner fin a las hostilidades y retirar sus tropas, tal como lo ordenó la Corte Internacional de Justicia desde marzo de 2022. La Unión Europea (UE) y sus Estados Miembros han trabajado de forma coordinada y decidida para alcanzar este objetivo, a través de su apoyo inquebrantable a Ucrania y una constante y firme presión política y económica a Rusia. El respeto al derecho internacional debe prevalecer y los ucranianos deberían ser los únicos en decidir sobre su futuro y el de su país. Es por ello que estamos convencidos de que el plan de paz presentado por el presidente Zelensky es un buen camino para alcanzar una paz duradera. Cualquier esfuerzo sincero de paz es bienvenido, siempre y cuando respete la soberanía y la integridad territorial de Ucrania.
Pese a la atención que merecen otros conflictos como el de Medio Oriente, la comunidad internacional no debe olvidarse de Ucrania. En lo que respecta a la UE, pronto comenzarán las negociaciones para la adhesión de Ucrania a nuestro bloque y a principios de este mes los 27 líderes de la UE aprobaron un nuevo paquete por valor de 50 mil millones de euros para apoyar la economía, la reconstrucción y la modernización de Ucrania. Este gran esfuerzo colectivo, que demuestra una vez más la solidaridad de nuestra Unión, busca detener la agresión y al mismo tiempo construir la paz en nuestro continente. Los europeos conocemos bien el precio de la guerra y de la tiranía y es por ello que la construcción pacífica de sociedades democráticas está en el ADN de nuestro proceso de integración.
Ucrania es una nación libre y democrática, víctima de una guerra que no ha buscado ni provocado y ante la cual sigue respondiendo de manera heroica. La comunidad internacional, en su aplastante mayoría, ha condenado la invasión rusa y defendido la independencia e integridad territorial de Ucrania. Aunque esta devastadora guerra tiene lugar en suelo europeo, nos afecta y amenaza a todos. Ninguna nación podría sentirse segura en un mundo en el que rija la ley del más fuerte. Por ello, se debe garantizar la rendición de cuentas por los crímenes cometidos por Rusia.
La UE defiende, al igual que México, el derecho, la paz y la estabilidad internacionales: aboga por el fin de las guerras dondequiera que surjan y el triunfo del derecho internacional, ya sea en favor de la soberanía e integridad territorial de Ucrania o en pos de una solución de dos Estados: israelí y palestino. “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. La idea de Benito Juárez sigue siendo tan válida hoy como en su tiempo: para lograr la paz, Rusia debe dejar de atropellar los derechos de la nación ucraniana.