“Necesitamos 20 mil soldados y queremos que todo el mundo se quede en México y que nadie venga a Estados Unidos. Y le dije, mira, si no lo aprueban, vamos a imponer aranceles a todos los vehículos que están vendiendo en nuestro país, unos aranceles de 25%”.
Donald Trump comenzó este fin de semana su campaña por la presidencia en 2024 del mismo modo que lo hizo en 2016: usando a México de piñata política, con un discurso incendiario, intentando dividir y generar miedo; hacer creer a los estadounidenses que el país está en peligro y sólo él puede “salvarlo”.
A pesar del golpe que recibió en las elecciones de medio término de 2022, donde a los candidatos que apoyó —con contadas excepciones— no les fue muy bien, donde los estadounidenses se mostraron hartos de su afán victimista que lo llevó a mostrarse como el hombre al que le “robaron” la presidencia, al que han maltratado más que a nadie, Trump parece no haber aprendido nada.
Si algún consuelo había en que al menos ya no tenía el foro que constituían plataformas sociales como Twitter, Facebook o Instagram, la esperanza se desvaneció cuando primero la red de Elon Musk y luego la de Mark Zuckerberg decidieron devolverle sus cuentas. Hasta ahora, Trump se ha negado a regresar. Pero eso podría cambiar en cuanto vea el megáfono que pueden ser y sobre todo si se mantiene con una baja popularidad y con el riesgo de que otros eventuales candidatos, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, lo superen.
Nada es más peligroso que un Trump con el ego herido, como quedó demostrado tras las elecciones de 2020 en las que perdió y, enfurecido, no dudó en arengar a los estadounidenses, hasta que todo se salió de control y culminó en el asalto del Capitolio. Hoy todavía insiste en su alegato de fraude. Sin pruebas, y cada vez con menos apoyo ferviente a esa teoría.
Los analistas señalan que, por ahora, Trump no parece despegar ni terminar de convencer. Los estadounidenses están preocupados por el estado de la economía, por el precio del huevo, por la posibilidad de una recesión. Aunque el presidente Joe Biden tiene índices de popularidad bajísimos, a decir de las encuestas los ciudadanos no creen que, en las mismas condiciones, Trump pueda hacerlo mejor. Por ahora.
Lo cierto es que cuando comenzaban las campañas en 2016, nadie tomaba en serio a Trump. Pocos pensaban que realmente tuviera posibilidades, y aun así ganó, mostrando la insatisfacción de un país con los políticos del establishment. Trump era el perfecto outsider y supo aprovechar el enojo de los estadounidenses con su situación, y los prejuicios de millones de personas. ¿Puede volver a pasar? Sí. Aunque las encuestas hoy no lo favorezcan, es ya sabido que suelen equivocarse. Que hay un voto silencioso, un voto del que la gente prefiere no hablar y que en 2016 le dio el triunfo al magnate.
Las circunstancias, sin embargo, son diferentes. Trump no es más un outsider. Su discurso no tiene ninguna novedad. Tampoco lo muestra como un político que busque ampliar su círculo de votantes. Habla lo mismo, para los mismos. Eso podría no ser suficiente, para fortuna de Estados Unidos, y de México. Si Trump volviera a ganar la candidatura, y la presidencia, la historia está ya cantada. Cuatro años más de populismo de derecha, de caos migratorio, de racismo atizado desde arriba…
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