Millones de personas enfrentan en los últimos días temperaturas extremas: México, ciudades del sur de Estados Unidos en Texas y Florida, Centroamérica, literalmente se “ahogan” por el calor. Es lo que los científicos llaman un “domo de calor”.
“Es una masa de aire encapsulado. El aire se atrapa y con la radiación se calienta”, dice a EL UNIVERSAL el doctor Jorge Luis García, académico de la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra de la UNAM y profesor de Ciencias Atmosféricas. Al estar separado del aire frío, “se calienta más, hasta generar temperaturas como las que se ven en el sur de Estados Unidos, en Guanajuato”, explica.
Si bien es natural el calor en primavera, García advierte que lo que se está viendo actualmente es un “patrón. No sólo nosotros estamos rompiendo récords. También en África y Asia. Todo el planeta está rompiendo récords”.
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Así, el vínculo entre el cambio climático y lo que está ocurriendo es “bastante evidente”, señala. Si antes había domos de calor, hoy “tienen otra escala. Si el clima originalmente era cálido, ahora lo es más; el domo se hace más extremo” y, al mismo tiempo, los domos de calor se vuelven “más factibles”. Y si el fenómeno de El Niño va de salida, La Niña va de entrada, lo que indica que los cambios extremos seguirán.
Y este cambio climático, subraya, es “antropogénico”; es decir, causado por la actividad humana. Principalmente, indica, la quema de combustibles fósiles. México ha vivido en las últimas semanas una serie de apagones, derivados en parte del elevado uso de energías para combatir el calor. En Texas, tormentas eléctricas han dejado sin luz parte del estado, que enfrenta temperaturas a lo largo del río Bravo de hasta 43.0 grados Celsius. Miami superó los 35.6 grados Celsius.
La amenaza de los huracanes
Si el calor preocupa, los huracanes también. La Oficina de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) alertó que viene una temporada “extraordinaria” de huracanes en el Atlántico. En total, habrá entre 17 y 25 tormentas con nombre propio; de ellas, entre ocho y 13 podrían convertirse en huracanes (con vientos de más de 119 kilómetros por hora), y entre cuatro y siete podrían alcanzar categoría tres o superior (178 kilómetros por hora o más). “Temperaturas exorbitantes en el océano hacen temer una temporada [de huracanes] con gran gasolina”, dice García. Y esas temperaturas exorbitantes, añade, también tienen “su parte antropogénica; somos responsables de una fracción de esos fenómenos”.
Otis, el huracán que impactó Acapulco como un poderoso categoría 5 en octubre pasado, es el más reciente ejemplo de que la intensidad de este tipo de fenómenos, como la del calor, está cambiando. “Va a haber más lluvias asociadas a ciclones, más inundaciones por ciclones”, afirma el experto de la UNAM.
“Esta primavera ha batido récords, pero no pasarán muchos años antes de que volvamos a romper récords. Las primaveras se van a volver más calientes”.
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¿Qué hacer?
Los científicos son claros al decir que las altas temperaturas, huracanes más intensos, llegaron para quedarse mientras el ser humano no haga algo para frenar el calentamiento global. En ese sentido, dice García, la palabra clave es “adaptación”. El ser humano tiene que aprender a adaptarse a esta “nueva normalidad”.
En México, lamenta, “no estaos preparados”. Basta ver las dos docenas de fallecidos que se han registrado este año por el calor. “Otis mostró también que no estamos preparados”. Se requieren, detalla, acciones urgentes que, por ahora, no se ven en el país. “Tampoco vemos planes, como para sistemas de alerta temprana. No tienen las actualizaciones necesarias”.
De fondo, insiste, la prioridad tendría que ser “dejar de emitir combustibles fósiles, generar energías limpias”. Aun así, dice, los resultados, no se verían en un año, o dos. “Es una deuda que vamos a tener mucho tiempo”. Con información de agencias