San José.— Cuando los venezolanos y los nicaragüenses, fanáticos del beisbol, mencionan a “los alacranes” de Venezuela o a “los zancudos” de Nicaragua podría sospecharse que aluden a equipos de pelota, pero solamente hablan de… política partidista.
Alacranes y zancudos identifican en Venezuela y Nicaragua a partidos y políticos que aparentan ser opositores, pero actúan a gusto y antojo de los regímenes gobernantes en ambas naciones, para que los presidentes Nicolás Maduro y Daniel Ortega intenten darse un baño de legitimidad institucional, libertad, democracia, pureza electoral y tolerancia.
Aunque se les culpó de violar los derechos humanos, desatar la represión política, romper el orden democrático y constitucional o hacer trampa electoral, Maduro y Ortega rechazaron los cargos y consolidaron su control, mientras sus enemigos se dividieron en pugnas de poder.
Maduro, en la presidencia desde 2013, y Ortega, a partir de 2007, reforzaron su dominio en el aparato electoral presidencial, legis-lativo, municipal y estatal, por lo que se les reprochó que se reeligieron —el venezolano en 2018 y el nicaragüense en 2011 y 2016— con fraude o vía ilegítima.
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Los opositores de los dos países se fragmentaron ante la ruta de pelear en desventaja en las contiendas en las urnas o negarse a ser cómplices de lo que reiteradamente tildaron de farsa y de no ser elecciones libres, justas y verificables.
En un pleito entre los opositores y el proclamado Socialismo del Siglo XXI, las crisis en Venezuela, que recrudeció en 2014, y en Nicaragua, que estalló en 2018, se agravaron en 2021 con un creciente choque de Caracas y Managua con Washington.
Separados
La catalogada auténtica oposición a Ortega y a su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, nunca se aglutinó en torno a un candidato tras el estallido de protestas antigubernamentales desde abril de 2018.
En oleadas represivas ejecutadas por el gobierno, en junio y julio pasados, siete precandidatos a la presidencia de ese sector político fueron detenidos para impedirles participar en las elecciones del próximo 7 de noviembre.
En contraste, y en medio de denuncias de que los arrestos reconfirmaron que se carece de una situación mínima para competir con Ortega en igualdad de condiciones en los comicios y sin riesgo de fraude, seis de los bautizados como “los zancudos” se registraron el lunes anterior, al igual que lo hizo la pareja presidencial.
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“Es un show absurdo, ridículo”, afirmó la abogada nicaragüense Vilma Núñez, presidenta del (no estatal) Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.
“Con la inscripción de los candidatos se consumó el fraude y la burla orquestada por el régimen Ortega-Murillo y sus comparsas de avalar el proceso”, relató Núñez a EL UNIVERSAL.
La pareja presidencial busca su cuarto quinquenio seguido, de 2022 a 2027, pero el nicaragüense Óscar Sobalvarro, candidato presidencial de la opositora Alianza Ciudadanos por la Libertad y señalado como uno de “los zancudos”, adujo que la derrotará, pese a que hay presos políticos y a que faltan requisitos para una consulta justa y libre.
“No se trata de que haya o no condiciones. Debemos luchar para que existan. Las actuales no son las mejores ni las deseadas, pero el milagro por lograr las que queremos no pasará si no nos organizamos”, dijo Sobalvarro a este diario.
“Detener la lucha sería aceptar que Ortega se quedará cinco años más, que después estará otra vez Ortega y luego sus hijos y sus nietos, y que los nicaragüenses habremos aceptado todo lo que al final su régimen pretende en Nicaragua”, advirtió.
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Pugna
La oposición también se dividió en Venezuela, donde el 21 de noviembre de 2021 habrá elecciones regionales de gobernadores, legisladores y munícipes.
“Maduro usa a ‘los alacranes’ para crear una oposición a su medida como disfraz y engañar a la comunidad internacional”, acusó la opositora venezolana Delsa Solórzano, presidenta del partido Encuentro Ciudadano, diputada de 2016 a 2020 y cuyo mandato se prolongó por la crisis institucional de Venezuela en un confuso panorama de dos parlamentos y dos presidentes.
“La meta de ‘los alacranes’ es legitimar a Maduro”, indicó Solórzano a este periódico.
Tras ganar las elecciones parlamentarias de 2015, la oposición consiguió en enero de 2016 la mayoría en la Asamblea Nacional, pero el oficialismo la paralizó. Maduro se reeligió en 2018, pero fue desconocido por más de 50 países que adujeron que su reelección fue ilegítima y reconocieron al diputado Juan Guaidó como presidente interino.
Por varias causas, un bloque opositor se le sublevó a Guaidó en enero de 2020. Guaidó y otras fuerzas rivales del oficialismo se negaron a participar, en diciembre pasado, en comicios legislativos convocados por Maduro, pero el grupo rebelde o de “los alacranes” aceptó y obtuvo 20 escaños, con 256 oficialistas.
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En una entrevista con este diario, el opositor venezolano Luis Parra, reelecto diputado en 2020 y líder de la sublevación contra Guaidó, repudió el hecho de que, por abstenerse a competir, los demás opositores “regalaron” la Asamblea al gobierno.
Al preguntarle si, por ser de “los alacranes”, cree que Maduro se reeligió legítimamente en 2018, Parra contestó: “Una cosa es la legalidad y otra la legitimidad. Maduro no es un presidente legítimamente respaldado por el pueblo, pero legalmente llegó ahí porque cumplió los pasos y los procedimientos y fue un proceso donde [los opositores] tampoco decidieron participar y le dejaron el camino libre”.