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Bruselas.- La protección de los datos personales y el respeto de la vida privada son derechos fundamentales que no siempre son respetados, ni siquiera por las naciones que suponen abanderar la causa democrática.
A esta lista negra se adhirió una de las naciones más prósperas y presuntamente respetosas del Estado de derecho, Dinamarca, país que se ubica en lo más alto del escalafón de las métricas democráticas examinadas cada año por expertos de la Universidad de Wurzburgo, Alemania, proyecto financiado por la German Research Foundation.
El pasado 30 de mayo, a la canciller alemana, Angela Merkel, le recordaron que su gobierno fue blanco de “espionaje amigo”, pero la comunicación, rememorando ese vergonzoso incidente, no vino de los servicios secretos alemanes, sino de la prensa danesa, que informó sobre la complicidad del pequeño país vecino. Una investigación de la televisión pública danesa DR y otros medios reveló que la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA) usó los cables daneses entre 2012 y 2014 para realizar escuchas ilegales a Merkel y otros políticos alemanes, además de altos dirigentes de Francia, Suecia y Noruega.
La información cita nueve fuentes sin identificar con acceso a material clasificado del servicio de inteligencia de defensa (FE) de la nación nórdica. Uno de los documentos confidenciales detalla que en 2015 la NSA utilizó para actividades de espionaje la red del estado danés, la cual para muchos estudiosos tiene a su alcance una mina de oro, debido a que bajo sus aguas pasan cables de telecomunicación submarinos que conectan a Estados Unidos y Europa.
Según la publicación, el documento en cuestión llegó a la dirección del FE, pero no tomó cartas en el asunto. Fue hasta 2018 cuando el organismo encargado de supervisar los servicios de inteligencia nacionales abrió una investigación que concluyó en agosto pasado con severos cuestionamientos a ese comportamiento y la destitución de varios oficiales.
Simultáneamente se formó una comisión especial para examinar las implicaciones por las escuchas realizadas a ciudadanos daneses, mas no a líderes europeos, como salió a la luz.
Si bien la canciller alemana, Angela Merkel, sabía que su teléfono estuvo durante años sometido a escuchas por Estados Unidos, de acuerdo con revelaciones hechas en 2013 por el consultor tecnológico y antiguo empleado de la NSA, Edward Snowden, hasta ahora se entera que en aquellas operaciones encubiertas participó uno de los socios europeos supuestamente más disciplinados.
Como era de esperar, las revelaciones desencadenaron un tsunami de críticas y cuestionamientos. “Lo que dije entonces sigue vigente ahora. No puede haber espionaje entre amigos”, declaró Merkel.
“Si la información es cierta, no es aceptable, menos aún entre aliados europeos”, dijo por su parte el mandatario francés, Emmanuel Macron.
Más allá de los señalamientos y reclamos a rendir cuentas, los socios gubernamentales, Lista Unitaria y el Partido Socialista Popular, invocaron la presencia de los ministros de Justicia y Defensa ante el Parlamento para que aclaren los hechos; el incidente recuerda que en las actividades de vigilancia masiva puede haber amistades involucradas por alianzas que se han venido construyendo con los años sin necesidad rendir cuentas.
Está el programa Five Eyes, una red de agencias de servicios de inteligencia que opera en complicidad. Está compuesto por Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos, y sus orígenes se remontan a la Segunda Guerra Mundial.
También está el denominado Nine Eyes, grupo integrado, además de los cinco grandes, por Dinamarca, Francia, Holanda y Noruega. Su existencia no está sustentada por ningún tratado internacional, solo por la voluntad de los servicios de inteligencia de compartir información.
El grupo conocido como los Fourteen Eyes se refiere a los nueve, más Alemania, Italia, Bélgica, España y Suecia. Nació en 1982 y su objetivo inicial era el intercambio de inteligencia sobre intereses opuestos a los de la entonces Unión Soviética. Opera al margen de cualquier acuerdo internacional.
Más allá de Europa, se sabe que la NSA trabaja en complicidad con Israel, Japón, Singapur y Corea del Sur.
Lejos de Occidente, también hay operaciones coordinadas entre los cuerpos de inteligencia, como ocurre entre los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái, fundada en 2001 y compuesta por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Uno de los mayores incidentes globales que evidenció la vigilancia masiva de las comunicaciones al margen de la legalidad fue el denominado caso de espionaje a gran escala conocido como Echelon.
Documentos del Parlamento Europeo sostienen que durante la segunda mitad de la década de 1990, informes de prensa revelaron la existencia de la red Echelon, un sistema de interceptación de comunicaciones privadas y económicas desarrollado y gestionado por Estados Unidos y el Reino Unido. Más tarde se sumaría Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
La vigilancia estaba dirigida no solo contra organizaciones e instalaciones militares sino también contra gobiernos, organizaciones internacionales y empresas en todo el mundo. Se estima que el sistema gestionaba una red de 120 satélites, 40 de ellos dirigidos a comunicaciones comerciales occidentales.
El programa se caracterizaba por tener la capacidad de seleccionar información entre los mensajes interceptados. Aquellos que eran importantes eran usados con fines de interés nacional.
“¿Cuál ha sido el legado del caso Echelon y cómo afectó la posición de la UE sobre las cuestiones de la interceptación y protección de datos?”, cuestiona un documento interno de la Eurocámara y que fue elaborado en el marco del estallido de otros casos de espionaje a gran escala, como fueron los detonados por las revelaciones de Edward Snowden y Julian Assange, fundador de Wikileaks.
“El asunto en sí parece haberse olvidado en gran medida: ya no se menciona en la prensa y los sitios web sobre el mismo han dejado de actualizarse.
“Sin embargo, la Unión Europea emprendió una reforma de gran alcance para proteger el acceso a las instituciones y los datos de las empresas. Introdujo un enfoque integral para la protección de datos, reforzando los derechos a la protección de la privacidad en línea”.
Las revelaciones sobre la colaboración entre Washington y Copenhague demuestran que las medidas de contención siguen siendo insuficientes y las comunicaciones de los ciudadanos y los líderes europeos son vulnerables frente a la intromisión del exterior.