San José.— Una tendencia en los juicios contra los hombres por violencia hacia las mujeres en México es que sorprendentemente existen juezas que, sin capacitación y sin ninguna sensibilidad social, favorecen a los agresores, recalifican las acusaciones y los benefician con sentencias que ni son ejemplares ni ayudan a combatir la impunidad.
Así lo dijo la mexicana Nelly Martínez Echartea, coordinadora para México del (no estatal) Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM), red feminista fundada en 1987 y reconocida por la Organización de Estados Americanos (OEA) desde 2002. “Por la actitud de las juezas, la violencia hacia las mujeres prolifera en México”, aseguró Martínez en una entrevista con EL UNIVERSAL.
Se denuncia por múltiples vías el problema, pero nada cambia. ¿Por qué?
—La violencia en México contra las mujeres prosigue. El sistema patriarcal pervive a pesar de los esfuerzos de la sociedad civil organizada y de las instituciones gubernamentales por lograr incidir en que estos patrones cambien. Desgraciadamente tenemos cientos de años con ellos.
¿Y por qué, si México tiene un aparato legal robusto en defensa de las mujeres, la crisis se agrava?
—Las legislaciones afortunadamente han cambiado conforme se avanza en defensa de los derechos de las mujeres. Se puede hablar de falta de voluntad política para cumplirlas, pero muchas veces la realidad rebasa a las instituciones y los presupuestos se ven insuficientes para abarcar la demanda de servicios que se presentan día a día.
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Son los servicios que atiendan la violencia de género. En algunos estados hay fiscalías especializadas, pero en otros no. Los ministerios públicos también se ven rebasados. En el estado de Oaxaca, con una población muy importante de pueblos originarios, no existen instancias para atender directamente este flagelo.
En esas comunidades estos casos los atienden generalmente los síndicos municipales que, en la mayoría de las veces, carecen de la información y capacitación para el trato adecuado a las mujeres víctimas. Además de voluntad política se requiere de mayores presupuestos para atender a la población víctima.
Las campañas de sensibilización no han logrado llegar al 100% de la población, de manera que la población masculina, que debiera ser receptora de los mensajes de ya no más violencia, sepa que si comete un delito van a ser castigados. El alto grado de impunidad en México permite que agresores y feminicidas sepan que, hagan lo que hagan, no va a pasar nada. La impunidad se origina en que las instancias se ven rebasadas por la realidad.
¿Hay ministerios públicos débiles?
—Más bien no en el número adecuado. Hay insuficiencia. A veces se organizan bien las carpetas de investigación, pero al llegar a los tribunales, las juezas, porque últimamente predomina el sector femenino en ese tipo de tribunales, reclasifican el delito y la víctima se enfrenta a una situación de no acceso a la justicia.
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Muchas juezas carecen o de capacitación o de sensibilidad necesaria para ver que el delito requiere castigo ejemplar. Las autoridades deben dar castigo ejemplar a los agresores para que sepan que van a recibir un castigo fuerte porque, de lo contrario, el fenómeno prolifera. Conozco a una joven a la que su exconcubino la hirió con arma blanca y quedó con infinidad de heridas, inclusive una en el cuello cerca de la yugular. La fiscalía pidió juzgar al individuo por tentativa de feminicidio y la jueza lo reclasificó diciendo que son lesiones y el marco sancionatorio es totalmente diferente.
¿Y los casos que ni siquiera se denuncian?
—Las cifras negras siempre existirán y, si tomamos en cuenta el número, son apabullantes, enormes. Muchas veces nos negamos a creer que sean ciertas. Muchas mujeres no denuncian la violencia en su contra, sobre todo las que carecen de acceso a los órganos procuradores de justicia porque viven en comunidades o pueblos originarios.
En esos sitios las violentadas acuden al síndico, que muchas veces es hermano, tío, primo, compadre, amigo del agresor y no pasa nada. Al contrario: cuando la mujer regresa a su casa le va peor porque ya el síndico le ha avisado al marido que la mujer llegó a quejarse y a ella le va peor.
Lamentablemente en esos lugares las mujeres no cuentan con red de apoyo ni con recursos suficientes para mantenerse ellas y a sus hijos y menos para lograr una emancipación del hogar en el que están siendo violentadas.
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Me niego a seguir replicando el discurso de que más de 10 mujeres al día son asesinadas violentamente en México. Lo que digo es que más de 10 hombres se convierten al día en México en asesinos violentos de mujeres.
Ante el aislamiento por la pandemia, las mujeres están conviviendo con los violentos, que no las van a dejar salir a poner una denuncia. Si sospechan que la mujer está cansada, pues no la van a dejar que salga a denunciar. El silencio obligado es otra forma de agresión hacia las mujeres.