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Colombo, Sri Lanka.— Sri Lanka reinstauró ayer el toque de queda en todo el territorio tras los disturbios antimusulmanes que causaron un muerto, tres semanas después de los atentados de Pascua. La policía anunció la detención de más de 80 personas durante esos incidentes. Un comerciante musulmán fue linchado por una multitud en Puttalam, en el noroeste del país.
“La multitud lo atacó con armas cortantes en su taller de carpintería”, indicó un responsable de la policía. “Es el primer muerto relacionado con estos disturbios”, añadió.
En la noche del lunes, M. S. Fouzul Ameen, de 47 años, un empresario dedicado a la venta de muebles, buscó refugio en su hogar junto a sus cuatro hijos y su mujer mientras una multitud enfurecida destruía sus ventanas a pedradas, explicó su hijo, Ajmir.
Cuando la turba trató de incendiar su vehículo y Ameen abandonó la relativa seguridad de su casa para tratar de disuadirles, recibió una puñalada en el rostro y otra en el cuello. Ameen fue declarado muerto al llegar al hospital, la única víctima mortal de la que por el momento se tiene constancia del brote de violencia contra la comunidad musulmana.
El alto el fuego había sido levantado en la mañana del martes, pero volvió a entrar en vigor, declaró el portavoz policial, Ruwan Gunasekera.
Por otra parte, el bloqueo de acceso a las redes sociales, que fue impuesto el lunes a Facebook, WhatsApp, YouTube e Instagram fue prolongado el martes a Twitter, anunciaron los suministradores de esos servicios en internet. Sri Lanka vive en tensión desde el pasado 21 de abril, cuando 258 murieron en varios ataques suicidas contra tres iglesias y tres hoteles, reivindicados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
El domingo y el lunes, grupos cristianos atacaron mezquitas y tiendas y vehículos que podrían ser propiedad de musulmanes en varios distritos del norte del país, en reacción a un comentario publicado en Facebook por un vendedor.
El primer ministro Ranil Wickremesinghe visitó las zonas más afectadas por la violencia y prometió actuar contra los culpables.
Las autoridades han desplegado unos 7 mil soldados sólo en la provincia noroccidental, dijo el portavoz del Ejército, Sumith Athapattu.
Algunos musulmanes miran con escepticismo la protección policial, como Sitthi Rumesa, de 55 años, que durante dos noches no dejó de buscar refugio acompañada de unos 40 menores. “Todo lo que queremos es seguridad. Hemos estado corriendo de una casa a otra cuando los hombres nos avisaban de que había turbas”, declaró, con los ojos enrojecidos por el cansancio.