En América Latina, las crisis vienen en montón. Y existen algunas coincidencias en las protestas que se ven en estos días en países como Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia, como la desigualdad, señala en entrevista con EL UNIVERSAL José Miguel Insulza, senador en Chile y exsecretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA, 2005-2015), quien cuestiona la actitud del actual secretario general de ese organismo Luis Almagro, en el caso de lo ocurrido en La Paz. “Ha convertido la política de mediación que tiene que tener un líder en este tipo de organismo en ser el abanderado de un lado de la causa”, dice.
Chile es el país más desarrollado de América Latina. ¿Qué sucede ahora con el descontento y la protesta que tiene ya más de cinco semanas?
—En las últimas décadas ha tenido un desarrollo bastante potente, es el país de mayor ingreso per cápita en América Latina, pero al mismo tiempo ese crecimiento no ha alcanzado a una parte importante de la población, al menos no en la medida suficiente como para satisfacer sus necesidades principales. No solamente es un problema de distribución del ingreso, es también el descontento de un sector importante de la población con los servicios públicos, con la calidad de la educación, con la salud, con la vivienda, con el transporte público, con la seguridad, ha habido mucho aumento del delito en el último tiempo, y la verdad es que estas son las principales demandas ciudadanas.
Entonces, hoy tenemos una situación bastante compleja porque por un lado la economía está semiparalizada por la crisis y al mismo tiempo hay graves acusaciones respecto de las violaciones a los derechos humanos cometidas sobre todo por la policía y denunciadas por todos los organismos internacionales. La violencia sigue arreciando. El gran problema ha sido que el sistema político está completamente sobrepasado. La policía está rebasada.
El gobierno apostó inicialmente a una represión caracterizada por la creación de un estado de emergencia con la fuerza militar. En ese momento la represión no fue tan violenta como sería después. Luego el gobierno retrocedió, puso fin al estado de emergencia, hizo una serie de promesas económicas, que no se han cumplido aún. Continuaron las protestas callejeras. El tema de fondo es la desigualdad, pero no hay una desigualdad que se resuelva solamente con la cuestión económica. Son los jóvenes el motor principal de la protesta, se sienten marginados, sienten que el sistema educativo no les ofrece nada. Los nini aquí son uno de cada cuatro jóvenes y ellos probablemente no tienen una ideología muy clara con respecto a lo que quieren, salvo el protestar por un sistema que ha sido muy injusto con ellos.
¿La democracia en crisis?
—Hay una incapacidad del sistema democrático para mediar en los problemas. Chile, hace dos meses, era un país tranquilo. El gobierno tenía muy baja aprobación, eso es cierto, pero eso ha ocurrido otras veces… El sistema político no ha servido para mediar en el tema y de alguna manera una gran cantidad de gente ya no tiene interés en actuar a través del sistema político.
Por más que se llegue a un acuerdo político para una nueva Constitución, que se alcance un acuerdo económico y social para paliar algunos temas en materia de pensiones, de salarios, de salud, y más allá: que se llegue a un acuerdo entre las fuerzas sociales relevantes para alcanzar una situación pacífica. Yo creo que la violencia va a continuar igual.
Lo que ocurre en Chile coincide con el malestar y grandes protestas en otros países: Ecuador, Colombia y el golpe de Estado en Bolivia.
—Exacto. Si bien todos los países de América Latina dicen que somos iguales, en realidad somos muy distintos. Pero por algún motivo los problemas vienen de a montón, todos juntos.
La mayor crisis es la de Bolivia.
—Al parecer en Bolivia ya hay acuerdo para hacer la elección, el mismo presidente [Evo] Morales ha dicho que él ya no se va a postular de nuevo. Esperamos que el acuerdo se mantenga para una próxima elección.
En Bolivia hay una presidenta de facto, un golpe de Estado con una violencia extrema básicamente contra los indígenas y los más pobres.
Mire, hay un acuerdo para las elecciones, los candidatos empiezan a buscar su campaña, pero una parte importante del país, casi la mitad, no tiene candidato y no está muy claro qué va a pasar.
Ahí también la perspectiva muy complicada.
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El gobierno de Evo Morales logró crecimiento y mejoró la situación de los más pobres. Por todo ello, Evo simbolizaba la posibilidad de esos sectores de salir adelante. Definitivamente en Bolivia ha habido muchos progresos. Desgraciadamente aquí opera también al revés la forma, lo que le decía yo al comienzo, la democracia no puede ser sólo resultados, también hay reglas que hay que seguir y tal vez el presidente Morales excedió la marcha, porque finalmente al ser electo ahora, iba a gobernar 19 años y eso motivó una fuerte reacción en su contra: esa situación casi de empate que se vivió la noche de la elección y finalmente el golpe por parte de la policía y las Fuerzas Armadas.
Ahí también estuvo la equivocada intervención de la OEA, primero para auditar la elección y luego para tomar posición.
—Le voy a ser franco, yo creo que el servicio técnico de la OEA en materia electoral es bueno, no dijo que hubiera habido un fraude, dijo que había que considerar que había habido algunos problemas, irregularidades en la transmisión de datos y que recomendaba una nueva elección. Evo Morales dijo que aceptaba la nueva elección y dijo además que estaba dispuesto a cambiar el servicio electoral para que no hubiera ninguna duda al respecto, pero la oposición no quería que se postulara de nuevo y encontró al secretario General de la OEA disponible para hablar de autogolpe y otra serie de cosas. Pero yo hago la distinción entre los servicios técnicos que, a mi juicio, son muy buenos en observación electoral, y la actitud del secretario Almagro, que en realidad ha convertido la política de mediación que tiene que tener un líder en este tipo de organismo [la OEA] en ser el abanderado de un lado de la causa.
El secretario general de la OEA optó por la injerencia en asuntos que tienen que resolver los bolivianos. Reconoció a la autodesignada presidenta, la señora Jeanine Áñez.
—No quiero meterme mucho pero lo que sí es cierto es que hay dos actitudes posibles en el organismo: una es inclinarse a un determinado sector y otra entender que debe tener un rol mediador. Los organismos internacionales no son supranacionales, son multilaterales, que es distinto. El fundador de la OEA, Alberto Lleras Camargo, dijo una frase que pareció en su momento bastante banal pero que es absolutamente la biblia. Dijo: “La OEA va a ser lo que los Estados miembros quieren que sea”, los que mandan son los Estados miembros, no los ejecutivos de la organización.
En Colombia estallan las protestas.
Volviendo al tema de América Latina, ahí están otras dos crisis.
—En Colombia protestas por la pobreza, desigualdad y mucha violencia, hay una cantidad enorme de migrantes venezolanos, lo que ha dificultado mucho su economía, un gobierno que se ha puesto del lado contrario de los acuerdos de paz y eso también ha motivado un aumento de la violencia.
En Ecuador, con el nuevo gobierno, estalló la injusticia social, porque quienes encabezaron la protesta y el dialogo cuando lo hubo, fueron indígenas, que desplegaron una gran fuerza social.
Lo curioso que tiene es que el conflicto político ha sido entre el presidente que se fue y su sucesor, que había sido su vicepresidente. Lenín Moreno, que es el presidente actual, está promoviendo la prisión del gobernante anterior, Rafael Correa. Y eso ha agudizado mucho la confrontación, porque naturalmente el señor Moreno ha sido apoyado por los que eran opositores a Correa, a pesar de que mucha gente que trabajó con Correa hoy mismo trabaja con Moreno.
Y qué decir de la represión en los cuatro países: Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia.
—En América Latina las Fuerzas Armadas tienen una tradición de mucha violencia en la represión de movimientos y también durante la posterior detención de personas. La mayor parte de violaciones de derechos humanos ocurren generalmente una vez que los detenidos ya están en los cuarteles de policía o en la cárcel.
Hay una falta de capacidad de interlocución, de diálogo y de comprensión. Las protestas son asuntos de justicia social…
—Como hablábamos al principio, el gran tema es la desigualdad. Hay que entender que el mayor crecimiento se dio en la década anterior, y que realmente sacó a mucha gente de la pobreza, creó la categoría de no pobre: están encima de la línea de pobreza pero todavía no tienen una vida de clase media. Y esa gente naturalmente aspira no solamente a mejores remuneraciones, sino a una condición de seguridad algo mayor en sus vidas. La inseguridad es muy fuerte y ha crispado mucho a las sociedades latinoamericanas. Ha hecho que las tasas de aprobación de la democracia hayan disminuido sustancialmente. La crisis, desgraciadamente, si no tiene una salida por el lado de la izquierda democrática, también puede tener una salida, por otro lado.
Nuestra región tenía en 2002 más de 40% de pobres y bajamos 14-15 puntos, todavía había muchos, pero [había] optimismo. La democracia era muy fuerte y de pronto vino la crisis. El sistema neoliberal que imperó en Chile ha ido en decadencia en todos los países. Tenemos la oportunidad de una apertura hacia formas mucho mejores más, progresistas, de mejor convivencia, pero también está el riesgo del populismo de derecha, que aprovecha las crisis para avanzar.