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América Latina y el Caribe es una de las pocas regiones del mundo que registró progresos en la disminución de cifras del hambre para el periodo 2021-2022. Sin embargo, aunque el dato es positivo, Mario Lubetkin, subsecretario general y representante regional de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advierte que esa disminución no ha sido pareja; que en el Caribe, por ejemplo, el hambre ha crecido.
En entrevista con EL UNIVERSAL, en el marco de la Conferencia Regional de la FAO, que concluyó este jueves en Georgetown, Guyana, Lubetkin advierte de los desafíos que persisten en la región, como “desigualdad, la pobreza, los efectos adversos del cambio climático, conflictos y los efectos generados por la pandemia de Covid-19”, así como los “altos precios de los alimentos”, que urge atender.
La 38 Conferencia Regional de la FAO se realiza en momentos en que crecen las alertas de la ONU por el tema del hambre, la sequía, el cambio climático. Apenas el martes el secretario general de la ONU, António Guterres, dijo que el planeta está “pidiendo auxilio”. ¿Cuál es el panorama, desde el punto de vista de la FAO?
—América Latina y el Caribe, al igual que muchas otras regiones del mundo, ha enfrentado desafíos económicos, experimentando una desaceleración en el crecimiento del PIB debido a los esfuerzos de recuperación posteriores al Covid-19 y los conflictos externos. Esto se ha traducido en inflación, lenta creación de empleo, reducción de la inversión, aumento de la deuda y aumento de las demandas sociales.
Estas dificultades económicas impactan directamente en los sistemas agroalimentarios, exacerbando problemas como la pobreza rural, la desigualdad, el hambre, la inseguridad alimentaria, la malnutrición, sumándose a los efectos del cambio climático y la degradación de los ecosistemas. A pesar de los avances hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible, persisten importantes desafíos, especialmente en regiones como Mesoamérica y el Caribe.
A pesar de ser un importante exportador de alimentos, la dependencia de la región del comercio de productos básicos hace que los sistemas agroalimentarios sean vulnerables a las fluctuaciones económicas y geopolíticas. Esta volatilidad afecta desfavorablemente la seguridad alimentaria, la nutrición y los ingresos.
Si bien hemos observado una ligera disminución del hambre y la inseguridad alimentaria, los precios persistentemente altos de los alimentos siguen planteando desafíos para la seguridad alimentaria y la nutrición, sobre todo teniendo en cuenta que la región tiene los costos más altos del mundo para una dieta saludable.
¿Se está tomando en serio la amenaza climática? ¿Se le da la prioridad debida?
—América Latina y el Caribe se destaca como una de las regiones más biodiversas del mundo. Esta riqueza convierte a la región en un punto clave de biodiversidad, albergando una concentración notable de especies endémicas y nativas.
El desafío de integrar la producción de alimentos con la conservación y restauración de la biodiversidad es un reto decisivo para la adaptación al cambio climático a través de sistemas de producción con bajas en emisiones.
Cada día evidenciamos cómo los sistemas agroalimentarios enfrentan una gran presión para producir más para satisfacer la demanda de alimentos, y al mismo tiempo, atraviesan una mayor exposición al impacto de fenómenos climáticos extremos y el deterioro de ecosistemas, de los cuales depende la producción alimentaria.
La gestión del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria son desafíos interconectados que requieren acción inmediata y colaborativa ya que sus efectos se extienden a la economía, el desarrollo, la nutrición, la salud, la equidad social y de género.
La FAO está impulsando una hoja ruta mundial para alcanzar el ODS 2 sin incumplir el 1.5 °C, proporcionando un marco de orientación para que los países tomen decisiones políticas adecuadas y acciones innovadoras, abordando los problemas del hambre y el clima de manera holística.
Actuar antes del impacto de eventos adversos puede reducir daños en la vida de las personas, sus medios de subsistencia y contribuir a garantizar la seguridad alimentaria, pero es importante movilizar recursos, acciones conjuntas y alianzas para mejorar la capacidad de respuesta y la resiliencia de las comunidades, especialmente las más vulnerables.
Lograr la seguridad alimentaria y la nutrición es uno de los temas clave de esta conferencia. ¿Qué tan lejos, o qué tan cerca está América Latina y el Caribe de lograr esa meta? ¿Es posible?
—América Latina y el Caribe es una de las pocas regiones del mundo que registró progresos en la disminución de las cifras de hambre para el periodo 2021-2022, donde la prevalencia de la subalimentación disminuyó del 7.0% en 2021 al 6.5% en 2022, lo que supone una disminución de 2.4 millones en el número de personas afectadas por el hambre.
Si bien estas cifras reflejan una relativa mejoría, esta disminución estuvo impulsada por América del Sur pero oculta un aumento notable de la cifra de hambre o subalimentación en el Caribe, del 14.7% en 2021 al 16.3% en 2022. En Centroamérica la cifra se mantuvo similar.
En la región estamos impulsando junto a los gobiernos y otros actores no gubernamentales, acciones para mejorar el acceso a los alimentos de manera más eficiente y equitativa, mediante la implementación de políticas de comercialización y abastecimiento, la promoción de circuitos cortos de comercialización, la gestión de reservas estratégicas, así como el análisis y monitoreo de los mercados e información de precios.
Estamos trabajando para continuar avanzando en el cumplimiento de las metas establecidas en la Agenda 2030 y el nuevo Plan SAN CELAC 2024-2030 constituye una iniciativa muy concreta, una respuesta unánime de treinta países que, a nivel ministerial, apoyaron el contenido del documento para abordar el desafío del hambre y la inseguridad alimentaria en la región y ser una contribución a las metas internacionales.
La FAO ha lanzado iniciativas como Mano de la Mano, 1000 Aldeas Digitales, Un país, una Prioridad. ¿Cuál ha sido su impacto?
—Efectivamente, las iniciativas mundiales de la FAO también han tenido un impacto positivo en los agricultores, en particular en los pequeños agricultores y los grupos más vulnerables. Estas iniciativas incluyen la Iniciativa Mano a Mano, la Iniciativa 1000 Aldeas Digitales y la Iniciativa Un País, Un Producto Prioritario.
Cada una de estas iniciativas está contribuyendo significativamente al progreso colectivo mediante la incorporación de la innovación, la tecnología, los enfoques basados en datos y la promoción de la igualdad de género, el enfoque intergeneracional, la inclusión social y las asociaciones.
La Iniciativa 1000 Aldeas Digitales ha apoyado 52 proyectos de agroturismo en 14 países, mejorando la capacidad digital en las comunidades rurales y mejorando sus condiciones de vida.
La Iniciativa "Un país, un producto prioritario" promovió 11 productos agrícolas especiales en 14 países, mejorando la seguridad alimentaria y apoyando el desarrollo sostenible. También apoyamos las cadenas de valor de estos productos, creando un factor diferenciador para América Latina y el Caribe en los mercados internacionales.
A través de la Iniciativa Mano a Mano, colaboramos con 14 países, desarrollando planes de inversión por un total de USD 771,42 millones. Destacamos la movilización de recursos a través de la Banca de Desarrollo y las inversiones públicas en sectores prioritarios.
También, la Plataforma Técnica Regional sobre Agricultura Familiar, apoyada por América Latina y el Caribe, es una prioridad clave de la FAO que tiene como objetivo promover sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles a nivel mundial. A través de contenidos virtuales e interactivos, promueve el intercambio de experiencias y conocimientos entre gobiernos, organizaciones de agricultura familiar, academia y sector privado. Su primera edición conectó con éxito a participantes de más de 40 países.
¿Cuáles ve como los principales desafíos en AL? ¿Hay preocupación por algún país en particular?
—En los últimos años, evidenciamos un modesto crecimiento económico en la región. Sin embargo, este crecimiento estuvo marcado por diversos desafíos, como la persistente desigualdad, la pobreza, los efectos adversos del cambio climático, conflictos y los efectos generados por la pandemia de Covid-19. Estos eventos han tenido un impacto en la generación de empleos, el crecimiento inclusivo, la inversión, entre otros aspectos, que podrían retrasar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Además, nos enfrentamos al escenario de los altos precios de los alimentos, especialmente en una región donde el costo de la dieta saludable es una de la más altas en comparación con el resto del mundo.
Es así como para el periodo 2024-2025, a través de las discusiones de la 38 Conferencia Regional, hemos identificado cuatro desafíos centrales, se manifiestan y afectan de manera diferenciada las subregiones; impactando a los sistemas agroalimentarios y ante los cuales nos debemos preparar y responder de forma efectiva.
1. El bajo crecimiento económico.
2. La persistente pobreza y desigualdad en el medio rural.
3. Los altos niveles de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición.
4. Los efectos del cambio climático y la degradación de los ecosistemas.
¿Cuáles considera los principales logros en la región?
—América Latina y el Caribe fue una de las pocas regiones del mundo que registró avances en la reducción de la prevalencia del hambre. Sin embargo, es indiscutible la urgencia de avanzar hacia sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, que impacten positivamente en las personas y en el planeta.
P. Aunque está lejos de la región, la ONU ha advertido de la inseguridad alimentaria que ya se vive en Gaza y de la posibilidad de hambruna en las próximas semanas. ¿Cuál sería el llamado de la FAO a América Latina sobre este tema? ¿Hace falta solidaridad? ¿Cómo se puede contribuir?
Los conflictos armados tienen impactos en los sistemas alimentarios, destrozan los medios de subsistencia y expulsan a la gente de sus hogares, dejando a muchas personas en situación de extrema vulnerabilidad y hambrientas.
Los conflictos son un factor clave en las crisis prolongadas, donde hay tres veces más probabilidades de padecer hambre que en el resto del mundo en desarrollo, mientras que los países con niveles más altos de inseguridad alimentaria son también los más afectados por los conflictos. Así lo confirman casos que van desde Siria y Yemen a Sudán del Sur y Somalia.
Los conflictos, agravados por perturbaciones relacionadas con el clima, afectan considerablemente a la seguridad alimentaria.
Los conflictos son un factor clave de las situaciones de crisis alimentaria grave y las hambrunas. Los efectos del hambre son mucho peores en lugares en donde los conflictos son prolongados y las capacidades institucionales insuficientes.
Para abordar la inseguridad alimentaria y la malnutrición en situaciones de conflicto es necesario emplear un enfoque que tenga en las medidas de asistencia humanitaria inmediata, la protección social, así como las destinadas al desarrollo a largo plazo y al mantenimiento de la paz.
La agricultura y la seguridad alimentaria pueden representar componentes esenciales de la consolidación de la paz y en el proceso de resolución de conflictos.