San José.— Tras sobrevivir cinco meses en la desesperanza al quedarse sin trabajo por el severo impacto del coronavirus en la economía de Costa Rica, el costarricense Jeudy Segura Calderón, de 43 años, recurrió a una decisión radical y desesperada: intentar vender sus órganos en una oferta en Facebook para obtener dinero y poder alimentar a su esposa y a sus cuatro hijos.
“Ya han aparecido dos personas que han ofrecido comprarme mis órganos”, dijo Segura a EL UNIVERSAL, en un dramático relato sobre las profundas carencias económicas que sufre desde que, hace cinco meses, cayó en el desempleo.
“Espero salir avante [con vender los órganos]. La desesperación me lleva a eso”, afirmó.
Por las medidas gubernamentales para reducir el tránsito vehicular y evitar los contagios, Segura se vio obligado a dejar de alquilar un automóvil para laborar en el transporte privado con el servicio de Uber.
Segura se sumó a los centenares de miles de costarricenses desempleados por culpa del Covid-19, que precipitó a Costa Rica en su peor crisis económica en 40 años con unas 300 mil personas que su unieron en la emergencia sanitaria a unas 300 mil sin trabajo antes de la pandemia. La cifra oficial de desempleo está en 24%.
“Cuando tenía trabajo, en mi casa había galletas, refrescos y comida para mis hijos y mi esposa. Ahora me piden galletas y ni eso puedo comprarles. Tengo cinco meses de no generar nada para mi casa. ¿Y a quién pido ayuda? Por eso decidí vender un riñón, parte de la piel, de la médula ósea, del páncreas y del hígado”, explicó, al justificar la oferta que hizo en la red social.
Por violar sus reglas, Facebook desactivó el mensaje de Segura.
Al admitir que es un negocio ilegal en Costa Rica, por involucrar trata de personas con fines de tráfico de órganos, este vecino de un barrio del sur de esta capital reafirmó que venderá “parte de mi cuerpo” para quienes necesiten un donante y aclaró que el verdadero precio de su sacrificio es “la felicidad de mi familia”.
“Estoy sano. Cuando decido vender mis órganos es por desesperación. Reconozco que el gobierno [costarricense] tampoco tiene culpa de la pandemia, pero ha habido un mal manejo para los desempleados. No quiero que el gobierno me mantenga”, indicó.
Convencido de ser “padre responsable”, reconoció que “sentirme inútil y sin ganarme nada me desespera”.
Segura está casado hace 15 años con Cecilia Madrigal Vargas, de 32, con quien procreó a Jéssica, de 14, Santiago, de 10, Nicolás, de 6 y autista, y Dana, de 3. Los seis subsisten con donaciones y otras ayudas.
Segura confesó a este diario que la grave dificultad económica que vive con sus parientes más cercanos le llevó a “los extremos” de meditar en salidas todavía más contundentes que vender parte de sus órganos, como el suicidio.
“Me he puesto a pensar: ¿Y si me muero? No es que quiera ser dramático, pero entiendo a personas que, desesperadas por deudas, decidieron quitarse la vida. Pero tener miedo de llegar a eso me impidió tomar esa decisión”, contó.
“Hay que tener bastante valor para llegar a eso. Lo más grande que uno tiene es la familia y eso es lo que le hace a uno cambiar. Me pasó por la cabeza el suicidio. Pensé que si me muero todo se acaba, ¿y mis hijos cómo se quedan aquí?”, aseveró.
A Segura le rondó una idea mortal que ya descartó: “Pensé quitarme la vida tirándome a un autobús y tendrían que pagarle a mi esposa y a mi familia el dinero de la póliza de accidentes de ese vehículo y se podrían resolver muchos de los problemas”.