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Washington.— La heterodoxia del gobierno de Donald Trump da para muchas primeras veces y momentos únicos, pero hasta ahora pocos habían sido tan históricos como este martes cuando los demócratas de la Cámara de Representantes, tras meses de investigaciones, acusaron formalmente al presidente de dos delitos (abuso de poder y obstrucción del Congreso) que lo llevarán directamente al impeachment.
Desde el escándalo de la llamada al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, todo ha sido una espiral vertiginosa que ha ido quemando fases a pasos de gigante.
De esa llamada (y las posteriores investigaciones) sale el abuso de poder, por solicitar ayuda a Kiev para investigar al exvicepresidente Joe Biden por una teoría de la conspiración denostada y conseguir un beneficio electoral de cara a su reelección en 2020. A cambio descongelaría ayuda militar por valor de 391 millones de dólares y recibiría a Zelensky en el Despacho Oval.
“El abuso de poder continuado del presidente no nos ha dado otra opción”, declaró el congresista demócrata Adam Schiff, quien estuvo al frente de las investigaciones del Comité Judicial.
Esa revelación y la posterior pesquisa llevaron al gobernante de la Unión Americana a bloquear o al menos complicar los descubrimientos, al ordenar a asesores que no colaboraran. De ahí sale la segunda acusación: obstrucción del Congreso, un “desafío sin precedentes” a las reglas del juego y la separación de poderes.
Los demócratas descartaron añadir el delito de soborno, que podría derivarse del chantaje y quid pro quo demostrado durante las dos semanas de audiencias públicas, ni presentar también acusaciones por el otro gran escándalo de su mandato, el Rusiagate.
Prefirieron apostar por algo concreto y simplificar para acelerar el proceso. La Casa Blanca confesó que esperaba “cuatro o cinco” artículos de impeachment.
El documento oficial, de nueve páginas y firmado por Jerrold Nad- ler, el congresista demócrata al frente del Comité Judicial, termina con un párrafo contundente: “Con su conducta, el presidente Trump ha demostrado que seguirá siendo una amenaza a la Constitución si se le permite permanecer en el cargo y ha actuado de manera extremadamente incompatible con la ley. Por lo tanto justifica el impeachment y el juicio, la destitución del cargo, y la descalificación de mantener y disfrutar de cualquier honor, confianza o provecho en Estados Unidos.
“Hay que dejar claro una cosa: nadie, ni el presidente, está por encima de la ley”, reiteró Nadler.
Ahora ya sólo falta llevar los artículos a votación en el pleno de la Cámara de Representantes, probablemente la próxima semana, un momento que evidenciará la división partidista e ideológica que vive el país, casi irreconciliable.
Trump se convertirá, junto a Andrew Johnson y Bill Clinton, en el tercer presidente que sufre una votación para destituirlo en la Cámara de Representantes (Richard Nixon dimitió antes de que sucediera). Una mancha en su legado que no comprende, obsesionado con que la interacción con Ucrania fue perfecta. “¡Imputar a un presidente […] que no ha hecho NADA malo es pura locura política!”, exclamó el mandatario en Twitter.
Minutos después pasó al insulto y la descalificación de los principales congresistas demócratas.
Con el impeachment colgado de su presidencia, el republicano iniciará el próximo año con un juicio político en el Senado del que, si no hay una hecatombe, saldrá “totalmente exonerado”, como adelantó la portavoz de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, opinión que también compartió el líder republicano en la Cámara Alta, Mitch McConnell, quien dijo que estaría “totalmente sorprendido” si la mayoría republicana no garantizara que el mandatario de EU no sea destituido.