Madrid.— Las pueden reforzar emocionalmente a quienes las usan, pero también son capaces de generar efectos adversos como la depresión, la ansiedad, trastornos de alimentación y problemas de autoimagen, sobre todo entre los adolescentes.

“El mal uso de las redes sociales ha generado incluso tecnopatologías, por lo que se han puesto etiquetas a ciertos síntomas como la nomofobia, la depresión por Facebook o la whatsapitis”, señala en entrevista con EL UNIVERSAL la sicóloga Esther Legorgeu, directora Clínica del Centro UDEN Salud Mental de Madrid.

Impedimentos para controlar los impulsos, dificultades en habilidades sociales, aislamiento o una baja autoestima, son algunas de las señales de alarma que hay que tener en cuenta, agrega la experta en Neurosicología y Sicología Clínica Cognitivo-Conductual, quien conoce bien las repercusiones que el mal uso de las redes sociales puede tener en la salud mental de los adolescentes, que son los más vulnerables.

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¿Cuáles son los claroscuros de las redes sociales en términos sicológicos?

—Entre otros están la manipulación, suplantar la personalidad, o dar una imagen de lo que uno no es y mantenerla durante mucho tiempo. Al final es un mal uso de las redes sociales que incluso han generado tecnopatologías, por lo que se han puesto etiquetas a ciertos síntomas como la nomofobia, que es el temor a estar desconectado, que se te acabe la batería, evitar los sitios en los que no voy a poder mirar el móvil, o que te roben el aparato.

También está la depresión por Facebook, que consiste en angustiarse por no recibir likes o menos interacción de la que se espera. Y, desde luego, la whatsapitis que afecta a quien tiene constantemente el tic de mirar esa red para saber si alguien ha contestado, ha mirado su estado o ha colgado algo.

¿Qué efectos adversos pueden generar las redes en la salud mental?

—Problemas de autoestima, trastornos ansioso-depresivos o adicción por el refuerzo del like, que es muy poderoso y engancha mucho. También trastornos de alimentación, en personas que no consiguen verse bien porque tienen la imagen de ser como una infuencer, con la ansiedad propia de quien busca un objetivo y nunca llega.

¿Por qué los más jóvenes son los más expuestos a los efectos nocivos de las redes?

—Fundamentalmente por la inmadurez, aunque todos seamos vulnerables. Hay tres indicadores que son factores de riesgo: los impedimentos para controlar los impulsos, tener dificultades en habilidades sociales, aislamiento, o una baja autoestima. En la adolescencia la vulnerabilidad es mucho más alta.

Parece ser que hay algunos adolescentes más vulnerables que otros. ¿En qué se diferencian?

—Se diferencian en los factores de riesgo que he mencionado. Los adolescentes más maduros, que tienen un mayor sostén familiar o unos objetivos personales (académicos, deportivos etcétera), es más difícil que se enganchen.

Imagino que cuanto mayor sea la adicción a las redes, más riesgos existen para la salud mental del usuario…

—Definitivamente, aunque no hay una relación directa, ya que alguien puede ser muy adicto y no desarrollar un trastorno ansioso-depresivo. En cualquier caso, la propia adicción me hace ser disfuncional o relacionarme mal con los demás. Son conductas que están siendo alimentadas por la adicción.

¿Cuáles son las señales que alertan de que está en riesgo la salud mental del adolescente?

—Fundamentalmente cambios conductuales, como que baja el rendimiento escolar o de repente hay problemas académicos; también cuando hay un aislamiento social importante, conductas agresivas, irritables, y se produce un cambio emocional, con muchos picos de tristeza y agresividad.

¿Qué causas determinan que un adolescente pueda llegar al extremo del suicidio por la negativa influencia de las redes sociales?

—Pues sobre todo por el efecto contagio. En las redes hay determinados perfiles que alimentan estas ideas, las animan. Al ser inmaduro y estar muy expuesto, estos pensamientos o filosofías de vida hacen que la vulnerabilidad al suicidio aumente mucho.

¿Hay redes sociales más peligrosas que otras?

—Yo diría más bien que la característica más peligrosa de una red es la rapidez del like, del refuerzo. Quizás sean más adictivas WhatsApp o Instagram, porque me permiten comunicarme rápidamente con la gente. Cuanto más veloz sea la red social, más te engancha.

¿Qué medidas pueden tomar los padres ante el uso abusivo o pernicioso de las redes por parte de sus hijos?

—Hablar y negociar los horarios con los hijos, con unas consecuencias cuando no se cumple el acuerdo. Es algo mejor que recurrir a los programas de control, ya que con estos no les estás dando autonomía, no estás confiando en ellos.

Lo segundo, es importante jugar con el adolescente, plantearle otras alternativas de ocio. Luego, enseñarles a manejar las redes, a gestionarlas, porque a veces los propios padres somos los que estamos enganchados y entonces es difícil que nuestro discurso tenga peso. Por último, hay que hacer una supervisión de horarios y contenidos, para que puedan manejar bien su tiempo libre.

¿Hay franjas de edad especialmente críticas?

—Sí, la preadolescencia, de los 12 a los 15 años, y la adolescencia, desde los 15 hasta los 20.

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