Washington.— Elizabeth Warren supo ayer qué significa estar en cabeza de los sondeos para la nominación demócrata hacia la Casa Blanca. La senadora por Massachusetts, quien vive un momento extremadamente dulce en las encuestas hasta el punto de superar al exvicepresidente (y principal favorito hasta ahora) Joe Biden, fue el blanco de las críticas de casi todos los contendientes con los que compartió escenario en el cuarto debate de aspirantes presidenciales, un evento en el que, sorpresivamente, no se habló de cambio climático ni de inmigración.
Todos los reportes apuntaban que Warren se estaba preparando a consciencia para el que preveía un debate centrado en ataques a ella, y así fue. Recibió de todos lados, especialmente por su plan de un sistema de salud universal. La senadora, quien en muchas ocasiones no tuvo respuesta concreta a muchas de las preguntas, esquivó siempre los golpes, aumentando todavía más su posición de liderazgo.
El joven alcalde Pete Buttiggieg y la senadora Amy Klobuchar, dos de los triunfadores de la noche, la acusaron de no tener un plan concreto ni ser honesta respecto de las repercusiones de sus ideas.
La congresista Tulsi Gabbard quiso ponerla contra las cuerdas —sin éxito— con una pregunta sobre militares en Medio Oriente; el empresario Andrew Yang la atacó por el tema laboral y la senadora Kamala Harris la retó a que se le sumara en la campaña para que la cuenta de Twitter del presidente Donald Trump debería ser suspendida. “No sólo quiero sacar a Donald Trump de Twitter. Quiero sacarlo de la Casa Blanca. Ese es nuestro trabajo”, respondió Warren.
La senadora por Massachusetts salió ilesa. Biden, por su parte, tuvo una actuación discreta. Fue enérgico en la defensa de su hijo en el escándalo ucraniano: “No hizo nada malo, yo tampoco hice nada malo”, y puso fin a la discusión señalando a sus contrincantes que “lo que creo que es importante es que nos centremos en por qué es tan importante apartar a este hombre [Trump] de su cargo”.
Pero sus rivales pareció que ya no le toman en serio, a pesar de que sigue insistiendo que él es el favorito. El exvicepresidente se dedicó a defender sus posiciones con las mismas estrategias conocidas: el recordatorio de su trabajo en la administración de Barack Obama y su larga experiencia en servicio público de más de cuatro décadas. “[Trump] sabe que si soy el nominado lo voy a batir como a un tambor”, aseguró, diciendo del presidente que es “errático” y un “loco” que “no sabe un carajo de política exterior”.
Prevén apoyo de Ocasio a Sanders. Al tercero en discordia en los puestos de cabeza, el también septuagenario senador Bernie Sanders, se le vio muy recuperado del infarto de miocardio que sufrió hace un par de semanas. Durante el debate dejó entrever que el próximo sábado, en el mitin de retorno tras su convalecencia por enfermedad que hará en Nueva York, habría una sorpresa, y The Washing-
ton Post la desveló poco después: recibirá el apoyo explícito de la popular congresista progresista Alexandria Ocasio-Cortez.
El beneplácito de la joven latina, así como de otras dos miembros del denominado “Escuadrón” como Ilhan Omar y Rashida Tlaib, es para Bernie el empuje que necesita para recuperar terreno en las encuestas.
Los grandes derrotados del debate de anoche fueron el cambio climático y la inmigración, dos grandes temas del contexto político actual de los que no se habló ni pizca.
El único que puso una pincelada de inmigración en las tres largas horas de evento fue Julián Castro, el exsecretario de Vivienda nieto de emigrante mexicana, con una de las mejores frases de la noche: “Este presidente está enjaulando a niños en la frontera y dejando de forma efectiva que prisioneros del Estado Islámico salgan libres”, dijo en referencia al caos creado en el noreste de Siria y la invasión de Turquía a territorio controlado por los kurdos.