San José. – Brasil cumplió ayer el 60 aniversario del golpe de Estado que instaló una dictadura militar derechista y anticomunista que, con apoyo de Estados Unidos, gobernó de 1964 a 1985 y, entre otros personajes, persiguió al sindicalista izquierdista brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Los militares brasileños debieron replegarse a los cuarteles desde 1985 y cedieron el timón político a los civiles, pero el poder castrense permaneció en las sombras en los siguientes 29 años y hoy… pareció coquetear con Lula.
El (no estatal) Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés) reportó que el gasto militar de Brasil en los 21 años del régimen castrense sumó 92 mil 286.6 millones de dólares (al valor de 2021) o 13.75% del total de 670 mil 874.2 millones de dólares de 1953 a 2022.
El gasto militar sumó 128 mil 144.5 millones de dólares en los dos gobiernos consecutivos de Lula, de 2003 a 2010, y con su sucesora, la también izquierdista Dilma Rousseff, de 2011 a 2016, llegó a 115 mil 642 millones de dólares, informó SIPRI.
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Con ambos gobernantes del Partido de los Trabajadores (PT) alcanzó 243 mil 786.5 millones de dólares o 36.3% del total de 1953 a 2022, precisó.
“El actual acercamiento de Lula con los militares parece la estrategia” que el ya fallecido presidente venezolano Hugo Chávez (1954-2013) “siguió en Venezuela”, afirmó el analista e investigador independiente brasileño Leonardo Coutinho, presidente de Inbrain Consultants, consultora privada de Washington,
“El dictador venezolano hizo inversiones colosales en las Fuerzas Armadas. Dejó a los comandantes felices y controló el sentimiento en su contra. Después Chávez hizo purgas de militares y persecución y cambió la cultura militar. El rol de los militares venezolanos en narcotráfico es un reflejo”, dijo Coutinho a EL UNIVERSAL.
“En Brasil, Lula hace lo mismo. Quiere comprar a los militares con buenos y nuevos equipos, buen salario. Lula hará un segundo paso: cambiará de alguna manera la cultura militar. No hay chances de criminalizar a las fuerzas militares en Brasil, como en Venezuela. El esfuerzo de Lula y del PT será para controlarlos ideológicamente”, añadió.
“Lula no es amigo real de los militares. En los gobiernos de Lula y Rousseff las inversiones récord no eran por prestigio de los militares con el PT. Muchos proyectos fueron contaminados por corrupción. Empresas privadas involucradas en proyectos de defensa se convirtieron en operadores de lavado (de dinero) y de recaudación de coimas”, aseveró.
Con la “redemocratización” a partir de 1985, “Brasil experimentó una democracia ‘bajo la tutela’ de los militares y siempre bajo su mirada activa. Los militares tienen privilegios inimaginables”, alegó el historiador y relacionista internacional brasileño Ricardo Seitenfus, ex diplomático de la Organización de Estados Americanos (OEA).
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Seitenfus mencionó a este periódico que un debate en Brasil señaló el “supuesto poder ‘moderador’ de los militares” por los hechos del 8 de enero de 2023.
Una turba seguidora del ex presidente brasileño, el ultraderechista y capitán en retiro Jair Bolsonaro, tomó ese día los predios del Congreso (Legislativo), el Supremo Tribunal Federal (Judicial) y el Palacio de Planalto (Ejecutivo o Presidencia) en Brasilia. Bolsonaro gobernó de 2019 a 2023.
“O sea, en ese caso los militares serian el árbitro. ¡Que locura! Pero eso indica el rol de las fuerzas armadas en esta democracia tutelada”, recalcó.
Al citar que “el estamento militar ha desempeñado constantemente un papel primordial” en la historia brasileña, recordó la Independencia de Portugal, en 1822, la proclamación de la República, en 1889, y el envío de 26 mil soldados brasileños a Italia en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) para unirse a EU, Reino Unido y al resto de aliados.
Tras aducir que esos actos consolidaron “los vínculos serviles y privilegiados” de Brasil con EU, ratificó que el golpe militar de 1964 fue ejecutado con aval de la Casa Blanca en la lucha anticomunista de la Guerra Fría por el choque comunismo y capitalismo o totalitarismo y democracia desde 1945.
La dictadura castrense se instauró el primero de abril de 1964 en Brasil con el derrocamiento del presidente constitucional brasileño Joao Goulart en una asonada militar encabezada por el general Humberto de Alencar Castelo Blanco (1897-1967).
A Castelo le sucedieron cuatro presidentes militares y de facto que gobernaron hasta 1985 y se aliaron a EU y a las dictaduras derechistas de Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Argentina para hostigar a opositores como Rousseff y Lula. Rousseff estuvo presa de 1970 a 1972 y sufrió torturas por integrar una guerrilla izquierdista y clandestina.
“Desde la proclamación de la República, los militares se han considerado a sí mismos o son entendidos por parte del pueblo como ‘cuasiguardianes’ de la sociedad”, planteó a este diario el sociólogo y politólogo brasileño Rodrigo Prando, profesor e investigador de la (no estatal) Universidad Presbiteriana Mackenzie, de Brasil.
La frase “orden y progreso” en la bandera de Brasil afianzó la idea que la presencia militar “permite que la sociedad funcione en orden, armonía funcional para avanzar, progresar. Los militares se basan en estos valores e ideología y eligen a la izquierda, al comunismo, como enemigos y elementos que desintegran el orden social”, argumentó.
“El periodo militar (…) trae el recuerdo muy vivo (de la) lucha armada de la izquierda, asesinatos, detenciones y torturas. Rousseff, según estudiosos, desencadenó un sentido de rebelión en círculos militares por (crear) una Comisión de la Verdad, cuya meta fue hallar a los desaparecidos en la dictadura y reparar a familiares de desaparecidos”, destacó.
Al confirmar que los presupuestos militares en gobiernos de izquierda son “enormes”, aseguró que “parece prevalecer el apego a los valores y la ideología que entran en conflicto entre los militares y la izquierda”.