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Tras dos meses sin tomarse su medicación, Valera terminó en el área de hemodiálisis del Hospital Miguel Pérez Carreño en Caracas, Venezuela. Su hijo de ocho meses es el motor principal para seguir luchando a pesar de las adversidades.
Eran las 11:10 am en el Hospital Miguel Pérez Carreño, ubicado al oeste de Caracas. En la sala de nefrología había aproximadamente una docena de enfermeras que atienden a diario a todos los pacientes con insuficiencia renal y trasplantes de órganos.
Una joven morena, de ojos marrones y con una sonrisa muy discreta, llegó a una habitación del lugar con su mejor amiga luego del proceso de diálisis. “Debes estar cansada ¿Quieres agua?” dijo la acompañante mientras ella respondía: “No, gracias, prefiero sentarme un rato y descansar”..
La muchacha proviene de las entrañas del Barrio Las Adjuntas —ubicado en la parroquia Macarao de Caracas—, tiene 23 años y lleva por nombre Yuleidy Valera y tiene un hijo de ocho meses.
Valera es una de las 3 mil 500 pacientes con trasplante de riñón en Venezuela. En su caso, el proceso comenzó hace 10 años producto de una enfermedad renal que padece por herencia familiar.
“El riñón me lo pusieron cuando tenía 13. Ya tenía el problema renal como desde los 11 años, así que consiguieron a alguien compatible y me hicieron la operación”, comentó la joven venezolana.
Explicó que diariamente debe tomar medicamentos inmunosupresores. Si en el algún momento no los consume, su cuerpo rechaza inmediatamente el órgano y debe recurrir a un tedios o proceso de diálisis.
“Los medicamentos me los tengo que tomar de por vida. Si en algún momento dejo de consumirlos , el riñón deja de funcionar”, explicó mientras revisaba una caja con pastillas de prednisona que debía tomarse en horas de la noche.
Yuleidy tuvo que alojarse varios días en el área de hemodiálisis del Pérez Carreño por una situación delicada que le afectó su salud. Durante dos meses dejó de tomar los medicamentos que necesitaba para mantenerse estable con el riñón que le habían donado y empezó a sentir mareos que la condujeron rápidamente a pedir ayuda médica profesional.
“Cuando llegué al hospital Pérez Carreño me dijeron que tenía la urina y la creatinina alta. Inmediatamente me indicaron que el cuerpo estaba rechazando el riñón y debían dializarme”, recordó mientras suspiraba y encogía los hombros al recordar el momento.
Durante los días que estuvo hospitalizada en el Pérez Carreño buscó con sus padres, su hermana y una amiga todos los medicamentos que los doctores le iban recetando para curarse. Logró conseguir muchos, pero con otros no tuvo la misma suerte.
Yuleidy no tiene empleo porque su condición le complica realizar varias actividades laborales. En su casa solo disponen del sueldo de su papá, que trabaja como motorizado. Muchas veces deben poner en la balanza la compra de sus medicamentos y la alimentación diaria de la familia porque el dinero no les alcanza.
“Es muy difícil para mí conseguir estos medicamentos. Donde los consigo cuestan mucho dinero . Me toca decidir entre las pastillas o la leche de mi bebé”, comentó.
De sus hermanos, ella es la del medio. Primero está su hermana mayor de 29 años y luego su hermano menor, de 20 años, que se encuentra preso por la mala acción de un amigo.
Más allá de su familia, para ella es una prioridad muy grande su bebé. Un niño de ocho meses que vino al mundo a llenarla de alegría y hacerle olvidar por un momento todos sus problemas.
Al hablar de su hijo le cambia la mirada. Sus ojos se llenan de brillo y una sonrisa amplia se asoma en su cara. “Por mi muchacho hago lo que sea. Él siempre será mi prioridad en todo momento”, decía mientras contemplaba en su celular una foto de su pequeño bebé.
En el ámbito de las amistades, Yuleidy no está sola. Tiene una gran amiga que siempre está a su lado y le brinda todas las atenciones posibles: la cuida durante las noches, le lleva la comida y está pendiente de su medicación. Esa chica, de tez morena, ojos marrones y un sentido de amabilidad muy grande, se llama Yoenny y vive relativamente cerca de ella.
“Yoenny es amiga de mi hermana desde hace muchos años. Yo apenas tengo dos años y medio que la conozco y siempre está pendiente de mí, me cuida y se preocupa por todo. A veces no tengo cómo agradecerle”, agregó Yuleidy.
Ella dice ser una mujer de muy pocos amigos. Pero sabe que, si tiene a personas como Yoenny, la situación es mucho más llevadera tanto para ella como para su familia.
Más allá de toda la situación familiar y de salud que le aqueja, Yuleidy es una mujer soñadora y disciplinada. Luego de terminar el bachillerato intentó estudiar, pero por el problema renal tuvo muchas veces que parar la universidad. Sin embargo, eso no es excusa para ella, sueña con poder estudiar Medicina Forense, una carrera que le apasiona.
Ella quiere mantenerse estable, le da miedo perder el riñón. Considera que más allá de su salud, está la estabilidad de su hijo y el amor que solo ella como madre puede brindarle. “Yo quiero ver a mi hijo crecer, él es mi adoración”.
Yuleidy espera que pronto pasen los problemas de Venezuela para que todo “vuelva a ser como antes” y pueda conseguir todo lo que necesita tanto para ella cómo para su bebe.
“Mientras el riñón funcione y todo esté bien, yo sigo echando para adelante”, expresó.
lsm