Washington.— Desde Sudán y Argelia, donde los movimientos populares desplazaron a jefes de Estado en el poder desde hacía décadas, hasta Irak, escenario de violentas manifestaciones, el mundo árabe vive desde hace un año una situación que recuerda a la “primavera” de 2011.
Sudán. El 19 de diciembre de 2018, cientos de sudaneses salieron a la calle para protestar por el aumento del precio del pan, que se triplicó. Las manifestaciones reclamaron rápidamente la renuncia de Omar Al-Bashir, en el poder desde hace 30 años. El 6 de abril de 2019, la protesta se convierte en una sentada en Jartum delante del cuartel central del ejército.
El 11, el ejército destituye a Bashir, remplazado por un Consejo Militar de Transición. A mediados de agosto, se firma un acuerdo duramente negociado entre el ejército y los líderes de la marchas.
Argelia. El 22 de febrero iniciaron las manifestaciones contra la candidatura para un quinto mandato del presidente Abdelaziz Buteflika. El 2 de abril renunció ante la presión de la opinión pública, pero los manifestantes continuaron saliendo a la calle.
Egipto. El 20 de septiembre cientos de personas protestaron en El Cairo y otras ciudades para exigir la renuncia del presidente Abdel Fatah Al-Sisi. Las actividades se diluyeron por una represión despiadada.