Bruselas.— En medio de señalamientos a sacerdotes pederastas, escalofriantes testimonios y denuncias de encubrimiento, los presidentes de las Conferencias Episcopales de cerca de 130 países y los superiores generales de las congregaciones se reunirán a partir de este jueves con el papa Francisco para examinar un desafío calificado como “urgente” por el jerarca católico.
“Se trata de una cita inédita: nunca antes los presidentes de las conferencias de obispos de todo el mundo se habían reunido con la curia romana y el Papa para reflexionar sobre una cuestión urgente para la Iglesia”, afirma a EL UNIVERSAL Tom Zwaenepoel, catedrático de la Universidad de Gante y quien en su calidad de investigador sobre el Vaticano ha tenido la oportunidad de conversar con todos los pontífices desde Juan Pablo II.
“Francisco estará personalmente presente en todas las sesiones de la cumbre, lo cual es excepcional, demuestra que el Papa concede gran importancia a este encuentro y toma muy en serio el problema”, agrega.
Aun así, reconoce que bajo los reflectores de los críticos el encuentro podría interpretarse como una expresión de pánico, tras nuevas revelaciones de abuso sexual por parte del clero en docenas de países.
Descrito por los expertos como una “minisínodo”, éste durará tres días, estará dividido en grupos de trabajo y las sesiones plenarias estarán dirigidas por el antiguo encargado del servicio de prensa del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi.
No será una reunión académica, sino de pastores, en la que habrá tiempo para la oración y el discernimiento espiritual. Está previsto que, además, asistan representantes de grupos de víctimas de pederastia y que los participantes puedan hacer uso de la palabra.
El tema medular de las conversaciones será el problema de los abusos sexuales cometidos por clérigos católicos contra niños y mujeres, dice a este diario Frank Bosman, investigador del Centro Cobbenhagen de la Universidad de Tilburg, en los Países Bajos, y experto en temas sobre el Vaticano.
“Los clérigos no sólo abusaron sexualmente de niños y mujeres en todo el mundo durante décadas: el personal de la Iglesia, los obispos y cardenales se hicieron de la vista gorda, frustrando a las víctimas en su búsqueda de justicia”, precisa.
El contexto de la reunión, abunda el investigador, será de oposición y división por los intereses encontrados en los pasillos de la Basílica de San Pedro, así como de creciente presión externa para realizar los cambios necesarios para responder al reclamo de las víctimas.
“La cumbre se llevará a cabo en un ambiente de gran tensión política. Las fuerzas conservadoras en el interior de la Iglesia sienten que el clero está siendo castigado de manera desproporcionada por el público y los medios, mientras que las de izquierda están frustradas porque sienten que la Iglesia no está haciendo lo suficiente para cambiar ante los abusos sexuales y porque la incapacidad de Francisco para invertir la situación está hiriendo el estatus moral que anteriormente tenía el Papa en la opinión pública”, detalla.
La conferencia se verá confrontada con la heterogeneidad de los participantes: todos tienen distintos perfiles culturales, así como por el corto plazo para su preparación —la comisión encargada entró en operación apenas en noviembre pasado—.
Zwaenepoel dice que las expectativas generadas por la cumbre son elevadas, más aún cuando el Pontífice envió una clara señal el sábado pasado expulsando al cardenal y arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, acusado de haber abusado sexualmente por lo menos de un adolescente.
A pesar de ello, descarta que el Papa vaya tan lejos como para imponer regulaciones específicas para enfrentar la problemática.
“Tal vez lo que desea [el Papa] es que los participantes sepan cómo actuar ante los escándalos, qué pasos deben tomar para proteger a la víctima y cómo puede evitarse el encubrimiento”, indica.
“La pregunta es si estos cuatro días son suficientes para profundizar ante un problema tan complejo”.
Por su parte, Bosman espera escuchar muchas disculpas, oraciones y fuertes palabras del papa Francisco.
Asegura que para alcanzar un cambio verdadero se tendría que alterar parte de la forma como gobierna una Iglesia que concentra el poder en un grupo de hombres en celibato.
“Si Francisco no puede cambiar esa parte del ADN de la Iglesia, la lucha contra todo tipo de abuso de poder puede verse frustrada”, sostiene.