Londres

Cuando se trata de un capricho, el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, no se queda con las ganas. Los ejemplos abundan: desde el histórico encuentro con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, y la polémica visita a la monarquía saudita, hasta la retirada del Acuerdo Climático de París y la reubicación de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.

Hoy está por materializar uno más: ser recibido con alfombra roja por la corona británica. Desde el arranque de su administración, Trump ha querido realizar una visita de Estado a Reino Unido y luego de esperar más de dos años, finalmente le dará gusto la reina Isabel II.

“Detrás de la visita está el gran ego de Trump, a quien le gusta ser el centro de atención, en los eventos protocolarios y los reconocimientos”, dice a EL UNIVERSAL Scott Lucas, profesor de política internacional de la Universidad de Birmingham. “Lo vimos cuando fue a Arabia Saudita y a China en 2017, incluso en las cumbres con Norcorea, que se supone es enemigo de Estados Unidos. Le gustan los grandes encuentros, y venir a Londres lo es, será recibido con un banquete con la reina y un viaje a Portsmouth”.

Trump estuvo en Reino Unido del 12 al 14 de junio de 2018, pero fue una visita oficial y no de Estado. Con las elecciones de 2020 en el horizonte, al magnate se le agotaba el tiempo para recibir los honores de la monarquía británica, tal y como ocurrió con Barack Obama en mayo de 2011 y George W. Bush en noviembre de 2003. “Las visitas de Estado son utilizadas para revitalizar una alianza que se ha venido construyendo desde la Segunda Guerra Mundial, pero a diferencia de otras, ésta es más personal que institucional. No tenerla era un golpe a su ego”, apunta el experto en política estadounidense y británica.

Explica que Isabel II no tenía manera de seguir evadiéndolo. La premier Theresa May se echó “la soga al cuello” cuando lo invitó tras su victoria presidencial en 2016, y la Casa Real no tuvo otra salida que invitarlo, considerando que vendría a Normandía el 6 de junio con motivo del 75 aniversario del desembarque de las tropas aliadas D-Day.

Los expertos anticipan una visita con mucha pompa y estruendo, y carente de contenido, aun cuando en la agenda bilateral abundan los temas que requieren la atención de dos socios tradicionalmente cercanos en materia de defensa, diplomacia y seguridad, y ante los cuales prevalecen los desacuerdos.

“El anuncio de la primera ministra de que renunciará inmediatamente después de la visita de Estado del presidente Trump a Reino Unido, ha reducido la posibilidad de que se alcancen acuerdos, de ‘escasa’ a prácticamente ‘ninguna’”, dice a este diario Jacob Parakilas, director adjunto del programa para EU y las Américas de Chatham House.

“Esto no quiere decir que no haya problemas importantes que deban abordarse”, sostiene. Está la decisión de la administración estadounidense de retirarse del Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA por sus siglas en inglés), el instrumento que frena a Irán para que se haga de la bomba atómica, y la suspensión del tratado suscrito con Rusia para la eliminación de misiles nucleares de medio y corto alcance, dos temas sensibles que van en contra de la posición británica y europea.

Inquietan también la guerra verbal entre Estados Unidos y China, así como las acciones emprendidas por Washington contra el gigante Huawei en el marco de un nuevo enfoque de seguridad en materia de telecomunicaciones. Además, prevalece en el aire una pregunta subyacente de gran calado y que tiene que ver con el sentimiento antiatlántico del presidente estadounidense. “¿Representa una ruptura temporal o un cambio fundamental en la dirección de la política exterior de EU? Es poco probable que esta visita lo aclare”, sostiene Parakilas.

Eso sí, Trump tiene municiones de sobra para incomodar al anfitrión: está el tema del Brexit, que se suponía debió materializarse el pasado 29 de marzo y fue aplazado hasta octubre, y la dimisión de May, que se hará efectiva el 7 de junio tras una cadena de fracasos.

La polémica ya empezó, con las declaraciones de ayer de Trump de que Reino Unido debería “irse” de las negociaciones con la Unión Europea y negarse a pagar los 49 mil millones de dólares que implica separarse del bloque si no logra que la UE le ofrezca mejores condiciones.

Erik Brattberg, director del Programa Europeo de Carnegie Endowment for International Peace, prevé que Trump manifieste su apoyo al exministro de Exteriores Boris Johnson como próximo primer ministro; incluso no descarta la posibilidad de un encuentro bilateral.

“Realizar una visita en un contexto caótico, en el que potencialmente Reino Unido termine saliendo estrepitosamente de la UE, de cierta manera beneficia a Trump, porque desde un punto de vista operacional le da ventaja en la negociación de un acuerdo comercial.

“Intentará explotar la debilidad de Reino Unido para arrancar concesiones económicas, lo que no hubiera ocurrido en el caso de un presidente estadounidense tradicional, que en un escenario similar manifestaría solidaridad y apoyo a la unidad europea”, refiere.

Por otro lado, el equipo del mandatario estadounidense hará todo a su alcance para evitar que durante su estancia salga a relucir el caso del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien se encuentra bajo la custodia de la justicia británica y enfrenta 18 cargos presentados por la justicia estadounidense por la filtración de información clasificada en 2010. “Es un asunto político muy sensible y delicado para Trump”, indica Brattberg.

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