Bruselas.— La posición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) respecto a los tapabocas ha sido clara desde el inicio de la crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus.
De acuerdo con la máxima organización sanitaria del planeta, las personas que utilizan este accesorio no necesariamente están protegidas ante el virus y su uso puede generar un equivocado sentimiento de seguridad, así como provocar que las personas resten relevancia a medidas sanitarias básicas de prevención. “No hay evidencia específica que sugiera que el uso masivo de mascarillas por parte de la población tenga algún beneficio particular”, dijo el director ejecutivo de la OMS, Michael Ryan, en uno de tantos cuestionamientos en la materia elaborados por la prensa.
La OMS aconseja hacer un uso racional de las mascarillas clínicas, debido a que se trata de un utensilio valioso para el personal clínico. Además, su existencia en el mundo es limitada. El organismo insta a utilizarlas de forma sensata, es decir, únicamente si la persona presenta los síntomas respiratorios característicos del Covid-19 y pretende tener contacto con otras personas. A pesar de que el mensaje ha sido reiterado por Ginebra, son cada vez más las capitales europeas que consideran esta herramienta como un auxiliar esencial en la desescalada gradual de las medidas de confinamiento implementadas contra el coronavirus.
Austria amplió el uso obligatorio de mascarillas en supermercados, al transporte público y todos los comercios, a partir del 14 de abril. Alemania arrancó la semana aplicando la medida en toda la red nacional de transporte público, al tiempo que casi todas las entidades del estado federado han introducido este requisito para ir de compras. Una cubierta de tela es suficiente para evitar la multa de 25 euros en el estado alemán de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, puesto que las mascarillas médicas siguen siendo reservadas para los trabajadores de la salud, como la FFP2 y la FFP3.
Eslovaquia y la República Checa también han introducido como obligatorio este requisito en el transporte público y tiendas comerciales, mientras que Italia y Bélgica han contemplado este utensilio en sus planes de desconfinamiento a partir del 4 de mayo. En su decreto del 26 de abril, el gobierno italiano de Giuseppe Conte situó las mascarillas en su lista de dispositivos de protección esencial. Sostiene que “en lugares cerrados es obligatorio cubrir la nariz y la boca”, incluyendo en tiendas, oficinas, fábricas, autobuses, trenes, metro y aviones.
Para evitar la especulación y los abusos, las regiones y municipios pactaron fijar su precio en 0.50 euros por pieza.
En Bélgica, hasta hace una semana la evaluación de los virólogos era que su uso no tenía sentido, pero en la exposición de la nueva hoja de ruta, hecha el pasado viernes, la primera ministra Sophie Wilmes, dijo que ese instrumento “desempeñará un papel clave” en el camino hacia el levantamiento de la cuarentena, en vigor desde el 14 de abril en el país.
Los tapabocas serán obligatorios en el transporte público, las principales calles comerciales y en lugares de trabajo en donde la “sana distancia” no pueda ser garantizada. También el uso será forzoso entre maestros y alumnos mayores de 12 años cuando vuelvan a clases el 18 de mayo. Pero a diferencia de otros socios europeos, el gobierno se comprometió con surtir a los 11 millones de habitantes con un tapaboca y dos filtros para pieza hechas en casa. Aunque muchos dudan que para la fecha de arranque de la fase 2 lleguen los artículos a todos los domicilios del país.
No sólo hay gran demanda global, el gobierno incineró el año pasado seis millones de máscaras médicas que tenía en reserva.
Las piezas fueron adquiridas con motivo de la influenza H1N1 y eliminadas por caducidad. La autoridad no solicitó su reemplazo. “La gente lo subestima, no es divertido usarla. Irrita, así que hay que ponérsela solo cuando sea necesario”, asegura Marc Van Ranst, virólogo de la Universidad de Lovaina.
“Pero si no tienes la situación bajo control, usar la mascarilla es una buena idea”, asegura.
Más allá del tema clínico, el uso de tapabocas tiene un impacto sicológico que se asocia con la dificultad de reconocer el rostro de la otra persona.
Genera a su vez un sentimiento de inseguridad, de acuerdo con una investigación realizada en clínicas de Hong Kong en 2013. La indagatoria demostró que el cubrirse el rostro durante las consultas tiene un impacto significativo en la relación y empatía percibida por el paciente hacia el doctor.