San José.— Si al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se le cumple algún día su sueño de irse a vivir a Cuba, una de sus primeras grandes inquietudes le aparecerá al intentar saciar sus antojos gastronómicos, comenzar a prepararse sus platillos predilectos —puchero de res y frijoles con veneno— y toparse con una realidad: no hay sal.

¿Por qué escasea la sal en una isla rodeada de mar, fuente del apetecido condimento? En su lógica política automática, López Obrador respondería que la sal falta por culpa del embargo económico que Estados Unidos impuso en 1962 a la Revolución Comunista de Cuba.

La obligada pregunta nada tendría que ver con la respuesta mecánica de un político que, como López Obrador, siempre acusó al bloqueo de EU de todos los males socioeconómicos de Cuba y alabó a la Revolución que se instaló en la isla en 1959 como faro de resistencia.

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Cuba admitió esta semana que almacena 9 mil toneladas de sal de producción propia, pero el vital y barato ingrediente —fácil de conseguir en cualquier país— escasea en las mesas de los más de 11 millones de cubanos por daños naturales a las salinas y por distorsiones del sistema económico interno: una ineficaz red de distribución y transporte.

Cuba denunció repetidamente que su transporte falla por la falta de combustibles… por el bloqueo de EU.

Pese a sus penurias, la Revolución decidió —al menos en los últimos 30 años— gastarse sus raquíticas reservas de combustibles en movilizar a millones de cubanos para actos propagandísticos, como cada primero de mayo (Día Internacional de los Trabajadores), y a sabiendas de que luego no tendrá para el transporte en autobuses… o distribuir sal.

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López Obrador deslizó su deseo de vivir a Cuba en una cumbre, el miércoles anterior, con gobernantes izquierdistas de América Latina y el Caribe a los que convocó para hallar remedios ante las presiones de precios y la carestía de bienes. “Cuba es para irse a vivir allá”, confesó.

La cita vía teleconferencia de los gobernantes de México, Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Honduras, Bolivia, Belice y San Vicente y las Granadinas se confirmó como un esfuerzo de lanzar una tabla de salvación a Cuba y Venezuela, que sufren una aguda y generalizada escasez o encarecimiento de medicinas, alimentos y artículos básicos.

La inflación en 2022 en Cuba fue de 40% y en Venezuela de más de 300%.

La tasa regional fue de 7.3% en 2022 y en 2023 sería de 4.8%, con 6.6% en 2021, en una zona con 661 millones de habitantes sumidos en un creciente descontento social, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En una proclama, los 11 adujeron que el abasto mundial “de alimentos y productos de la canasta básica” fue perjudicado por un contexto global “adverso” por una crisis económica multidimensional, “conflictos militares extrarregionales” (guerra en Ucrania) y una lenta recuperación de las cadenas productivas y de distribuir bienes, productos y servicios tras la pandemia de coronavirus.

También acordaron definir facilidades comerciales, logísticas y financieras para intercambiar productos y abaratarlos y ayudar a “la población más pobre y vulnerable”.

Al evaluar la factibilidad de aplicar ese plan en Cuba, el economista cubano Pedro Monreal, vinculado a instancias de la Revolución, tuiteó que quizás “los precios en los mercados internacionales de varios alimentos bajen antes de que los acuerdos de la reunión pudieran tener efecto”.

Tras aclarar que sus criterios son de “mi entera responsabilidad” y no de instituciones estatales cubanas con las que laboró, agregó que “cualquier efecto relacionado con proyectos multilaterales para producción de alimentos en Cuba tardaría en exhibir resultados. No tendría un efecto antinflacionario en el corto plazo”.

Al subrayar que “hipotéticamente” Cuba podría reemplazar a EU con Brasil para importar pollo, anticipó que se requerirían créditos de hasta 20 millones de dólares al mes. Si prosigue la tendencia a la baja del valor externo del trigo, el acceso de Cuba a créditos garantizaría el suministro del producto “y no tanto en menores precios”, explicó.

“Para Cuba, donde 41% de las importaciones de alimentos se concentran en tres productos de difícil sustitución por producción interna [pollo, trigo y alimento animal de soja], el único acuerdo relevante pudiera ser el acceso a créditos”, planteó.

En un reflejo de su frágil y deteriorado aparato agropecuario e industrial luego de más de 64 años de Revolución, Cuba debe importar 80% de su consumo anual de alimentos y paga unos 2 mil millones de dólares al año en ese rubro.

Sin embargo, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, sugirió en la cumbre aprovechar “al máximo posible y de inmediato la capacidad productiva e industrial instalada en nuestros países”.

Una famosa historia de irónica picardía se popularizó en Cuba desde 1959: los cubanos viven en la isla un eterno calvario o infierno sin fin, ya que si hay huevos no hay aceite, si hay arroz no hay frijoles o si hay huevos, aceite, arroz y frijoles no hay gas ni electricidad para cocinar.

O sal para aderezar platillos típicos mexicanos como caldo o puchero de res y frijoles con veneno que están entre los antojos predilectos de López Obrador.

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