Lesbos, Grecia.— El papa Francisco denunció ayer el “naufragio de la civilización” que abandona a los migrantes, en un discurso en el campo de refugiados de Lesbos, cinco años después de su primera visita a esta isla griega, emblema de la crisis migratoria.
El Mediterráneo “está convirtiéndose en un cementerio frío sin lápidas [...] Se los ruego, ¡detengamos este naufragio de la civilización!”, lanzó el Sumo Pontífice ante los migrantes, en el segundo día de su visita a Grecia.
Para la mayoría de los 2 mil 200 refugiados que viven en el campamento de Kara Tepe, la llegada del Papa no cambió nada en su dura y tediosa jornada, ni en su espera de que sea aceptada su solicitud de asilo.
“Llevo dos años en Grecia, antes estaba en el anterior campo —de Moria, que se quemó en septiembre de 2020—, las condiciones ahora siguen siendo muy difíciles. Es muy duro”, dijo a EFE una joven madre camerunesa que llegó sola a esta isla griega y que fue elegida para asistir a la ceremonia del Papa.
Francisco entró a pie en el campo y recorrió una de las entradas sin asfaltar, agarrado incluso a un colaborador para no caerse, mientras saludaba uno a uno a cientos de migrantes, acariciando a los niños e intercambiando algunas palabras con ellos. “¡Bienvenido!”, “¡Te amamos!”, se podía escuchar en inglés. El jerarca abrazó a un niño y se dirigió a un grupo de refugiados. “Intento ayudarlos”, les dijo.
Luego, bajo una tienda de campaña, el Papa, visiblemente emocionado, escuchó los cantos alegres de una coral de exiliados y lamentó que el Mediterráneo, “cuna de tantas civilizaciones” sea hoy “como un espejo de la muerte”. En presencia de varios responsables religiosos, la presidenta griega, Katerina Sakellaropoulou; el vicepresidente europeo, Margaritis Schinas, y el ministro griego de Migración, Notis Mitarachi, el jefe de la Iglesia católica aseguró que “no permitamos que el ‘mare nostrum’ se transforme en un desolador ‘mare mortuum’ (...), no dejemos que este mar de recuerdos se convierta en el mar del olvido”.
En 2016, la isla de Lesbos se convirtió en la principal puerta de entrada para miles de migrantes que trataban de llegar a Europa. “Todos somos migrantes”, había dicho Francisco cuando visitó el campamento de Moria en abril de 2016. Algunos refugiados esperaban ayer volver con él a Roma, como ya hizo en 2016. Ese año, regresó con 12 refugiados sirios. En esta ocasión, 50 migrantes serán transferidos desde Chipre, donde Francisco estuvo jueves y viernes. En Atenas no se descartó la posibilidad de que algunos de los solicitantes de asilo del campo de Kara Tepe acompañen al Papa a Italia desde Lesbos.
La familia de Hussein esperaba tras las vallas la llegada del Papa junto a su contenedor. Tiene una hija de 9 años que no se separa de su gato, y cuenta cómo escaparon de los talibanes mostrando su brazo todo quemado que espera que alguien pueda ayudarle a curar. Ya les han denegado dos veces los documentos.
En la larga fila que se hizo para entrar a ver al Papa en la carpa blanca, Gila Alizazi, de 16 años, también esperaba su turno con su familia. Sólo ella habla inglés y cuenta que llegó a Lesbos en 2018 y estuvo en el viejo campo y ahora vive en este donde “las condiciones no son buenas. Aquí no hay educación para los niños. Espero que con la visita del Papa cambie algo”, explica.
“Deje Afganistán por los talibanes. Hemos hecho ya cuatro peticiones de asilo y hemos recibido tres rechazos por ahora. Esperamos una última respuesta. Me da igual a qué país ir, me gustaría estudiar matemáticas y que mi familia esté segura”, añadió.
En su mensaje, el Pontífice constató que las migraciones “son un problema del mundo”, “una crisis humanitaria que concierne a todos”, pero de la que nadie parece ocuparse, a pesar de que “están en juego personas, vidas humanas”. Más tarde se trasladó a la capital de Grecia, Atenas, donde predicó a favor de “la humildad y la modestia”.