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Entre las casas en ruinas de sus ancestros y los campos cubiertos de flores primaverales, un grupo de cristianos se congregó el viernes antes de Pascuas para perpetuar la tradición, décadas después de la destrucción de su pueblo del norte de Israel, cercano a la frontera con Líbano.
La peregrinación anual se llevó a cabo pese a la escalada del conflicto israelo-palestino y los tiroteos registrados horas antes a un lado y otro de la frontera.
En el cementerio, mientras los fieles encienden incienso sobre las tumbas de sus allegados y depositan flores, el padre Souhail Khoury recuerda lo importante que es para su comunidad, expulsada de sus tierras por el ejército tras la fundación de Israel en 1948, regresar al pueblo palestino de Iqrit.
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"Todas las familias del pueblo, acompañadas por sus hijos, regresan aquí el Viernes Santo para visitar a nuestros familiares sepultados, a nuestros padres y también para orar", dice.
De Iqrit, solo queda el cementerio y una iglesia en lo alto de una colina. Pese a una decisión de la Corte suprema en 1951 que autorizó a los habitantes a regresar a sus casas, el ejército israelí destruyó las viviendas del pueblo la noche de Navidad el mismo año, impidiendo su regreso.
Las piedras de las casas en ruinas aún se pueden observar entre la hierba y las flores amarillas que cubren el paisaje.
"Estamos aquí en nuestro pueblo, pero nosotros somos refugiados en nuestro país", agrega el sacerdote.
Este viernes santo, el padre Khoury llevó a la comunidad de unas decenas de personas, niños y mayores, que se reunió para orar alrededor de las tumbas.
Ziyad Hanna, uno de los fieles, asegura que la asamblea ignoró el miedo provocado por los recientes bombardeos.
"Pasamos por momentos muy difíciles. Pero pese a ello la mayoría de la gente viene a cumplir su deber, a encontrarse y perpetuar la tradición", dice el informático.
"Estamos orgullosos de pertenecer (a la comunidad), estar relacionados con nuestro pueblo y nuestra herencia".
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"Descubrir nuestra historia"
Centenares de pueblos fueron destruidos durante la Nakba, o "catástrofe" en árabe, el éxodo de más de 760 mil palestinos expulsados de sus casas y que huyeron en 1948.
Un libro del escritor palestino Walid Khalidi documentó más de 400 pueblos destruidos o vaciados de su población y la organización israelí Zochrot ("recuerdo" en hebreo) registró 600.
Pero en Israel, estos hechos "fueron ampliamente negados hasta ahora", según Rachel Beitarie, director de esta organización que trata de sensibilizar la opinión sobre la Nakba.
"Cuando se ha visto eso, uno no puede cerrar los ojos", dice al hablar de los pueblos destruidos.
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Los descendientes de Iqrit, tras haber tratado varias veces sin éxito de ganar ante la justicia, vuelven al pueblo para celebrar las fiestas cristianas, bodas o entierros.
Ranin Attallah hace parte de un grupo que acampó al lado de la iglesia en este Viernes Santo.
"Venimos siempre aquí con la gente del pueblo, por un corto periodo", dice esta mujer de 45 años que trabaja en la enseñanza y escribió poemas sobre el pueblo.
"Cuando venimos, traemos comida, dormimos aquí, descubrimos nuevas cosas y nuestra historia", señala.
"Objetivos de ataques"
Mientras la comunidad de Iqrit se reunía, los cristianos de Jerusalén participaban en una procesión en la Ciudad Vieja, recorriendo el camino hecho por Cristo antes de la crucifixión, según la tradición cristiana.
En sus mensajes de Pascuas, los responsables de las principales iglesias cristianas de Jerusalén advirtieron que los cristianos en Tierra Santa se volvieron "objetivos de ataques".
Yaser al-Ayyash, vicario de la Iglesia melkita, iglesia católica oriental de rito griego a la que pertenecen las familias de Iqrit, explica que los responsables se esfuerzan por apoyar a sus fieles en esta situación difícil.
"Debemos perpetuar nuestras tradiciones pues expresan nuestra fe. Eso hace parte de la vida tradicional de la Iglesia aquí en Jerusalén, en Tierra Santa".
Los descendientes de Iqrit se dicen también determinados a celebrar las Pascuas cada año.
"Hoy la iglesia es la casa de todos y aquí es la casa de la comunidad", afirma el padre Khoury.
ayef/rcr