Bruselas.— La extrema derecha sigue ganando terreno en los miembros de la Unión Europea (UE), explotando los miedos de la población ante la llegada de migrantes irregulares y la supuesta amenaza que representan para la identidad nacional.
El último en dar la campanada electoral fue Geert Wilders y su fracción de extrema derecha, el Partido por la Libertad (PVV), que en las elecciones generales de noviembre pasado en Países Bajos quedó en primer lugar. Wilders ganó el voto de los indecisos (35% de los holandeses no es leal a ningún partido) aprovechando que la campaña electoral se enfocó en el tema de su dominio: la migración.
Un fenómeno similar se registró el 30 de septiembre pasado en Eslovaquia, en donde el partido socialdemócrata populista SMER, del exprimer ministro Robert Fico, se impuso con un discurso prorruso y antiinmigrante.
El pasado 25 de octubre, Fico se hizo de las llaves del gobierno en coalición con los nacionalistas de izquierda Voz-Socialdemocracia y el Partido Nacional Eslovaco (SNS), de tinte neofascista.
Eslovaquia solía tener una de las tasas de inmigración más bajas de la UE, con una migración neta de 995 personas en 2021 (5 mil 463 personas inmigraron y 4 mil 468 emigraron), y una tasa de 1.1 inmigrantes por cada mil habitantes.
Sin embargo, la ecuación cambió drásticamente y de manera repentina cuando 100 mil personas llegaron de Ucrania en 2022 y 2023, escapando de la guerra iniciada por el presidente ruso Vladimir Putin. A la llegada de ucranianos se añadió un aumento de inmigrantes procedentes de Afganistán y Siria. En los primeros ocho meses del presente año, Eslovaquia registró aproximadamente 24 mil entradas irregulares, la mayoría a través de Serbia y Hungría. Durante la campaña, Fico prometió que su gobierno recurriría a todas las opciones legislativas, técnicas y humanas para reactivar los controles fronterizos y frenar la migración.
El llamado populista y el rechazo a las élites liberales ha sido un fenómeno en constante crecimiento en Europa durante las últimas dos décadas. La mayoría de los países europeos han sido testigos de un “aumento” de las fuerzas radicales.
Si bien las victorias no siguen una trayectoria lineal ni es homogénea, existe una “tendencia ascendente”. Todos comparten posiciones radicales ante la migración, aunque por lo regular, como el caso del Partido Popular Suizo (UDC) y el Interés Flamenco (Vlaams Belang), hacen una diferenciación entre migrantes “buenos” y “aceptables” y los “malos” y “excluidos”.
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Sin embargo, el que los ultras lleguen al gobierno no necesariamente significa el fin de la migración, como suelen prometer durante sus campañas electorales.
Giorgia Meloni, procedente de las filas del Frente de la Juventud del Movimiento Social Italiano, el partido fundado tras la Segunda Guerra Mundial por personalidades de la República de Saló, el régimen fascista al servicio de la Alemania nazi, llegó al poder el año pasado gritando: “¡Primero Italia y los italianos!”. Durante el primer año de Meloni, el flujo migrante no ha hecho más que crecer. De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, en los primeros siete meses del año, 88 mil 939 refugiados y migrantes llegaron a Italia por mar, frente a 41 mil 435 en el mismo periodo del año pasado, lo que representa un aumento de 115%.
Tan sólo las llegadas en julio aumentaron 54% en comparación con el mes anterior. El perfil de los migrantes ha cambiado, las personas procedentes de Bangladesh y Egipto muestran tendencias a la baja, mientras que las de Guinea, Costa de Marfil y Túnez están al alza. “La migración es sólo un síntoma de las megatendencias demográfica, económica, de conectividad y de cambio climático. Pero precisamente porque se encuentra en la intersección de otras tendencias, es difícil predecir”, indicó el European Strategy and Policy Analysis System (ESPAS) en su informe sobre tendencias globales hacia 2030.
“Teniendo en cuenta la naturaleza cíclica de la migración, se espera otra ola en los próximos años, pero no está claro cuál será su alcance”, agrega el documento en el que adelantó que los populistas intentarían sacar ventaja de la crisis.
Si bien todo indica que con o sin los populistas Europa seguirá registrando olas migratorias —al ser un fenómeno cíclico y cuyo origen sigue sin ser atendido—, está claro que su llegada al poder no favorece la protección ni los derechos de las personas migrantes.
El caso más emblemático es el de Hungría, que bajo el gobierno del ultranacionalista Viktor Orbán tiene por decreto suspendido el proceso de asilo.
El European Council on Refugees and Exiles (ECRE) reporta que en 2022 sólo 44 personas lograron colocar su solicitud de protección, de las cuales únicamente 10 obtuvieron el estatuto de refugiado, entre ellos cuatro iraníes que acudieron a la embajada de Hungría en Belgrado.
Ese año, 158 mil 565 personas en situación irregular fueron expulsadas a Serbia por las autoridades migratorias húngaras, el doble en comparación con 2021.
Tampoco las personas protegidas por el derecho internacional se encuentran en condición satisfactoria. Hasta el 30 de junio pasado, había 52 mil 285 refugiados ucranianos registrados en el país. De acuerdo con una encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones, para 51% de los ucranianos el apoyo económico supone la mayor necesidad en Hungría, seguida por el transporte, el acceso a información, el alojamiento de larga duración, los alimentos y la salud.
En septiembre de 2015, en reacción al éxodo migratorio hacia Europa por la ruta del Mediterráneo, Hungría declaró el estado de crisis. Desde entonces, el Poder Legislativo ha prolongado la instrucción de Orbán. La próxima fecha de vencimiento es 24 de mayo de 2024.
El ECRE sostiene que durante el estado de crisis se aplican normas especiales a los solicitantes de asilo y las personas que entran ilegalmente al país. Por ejemplo, la policía tiene el poder de expulsar al otro lado de la valla fronteriza a los inmigrantes en situación irregular sin oportunidad de que puedan iniciar algún procedimiento legal.
“Los votantes no están locos y aquellos que realmente están en contra de la migración y en contra de Europa se volcaron en masa hacia el partido que ha estado explotando con éxito ese tema durante casi 20 años: el PVV”, indica en un comunicado el Dutch Council for Refugees (DCR).
La ONG reconoce la preocupación de los holandeses sobre el número de solicitantes de asilo y la presión que están ejerciendo sobre servicios y la infraestructura.
Pero afirma que “los grandes problemas actuales requieren soluciones constructivas. Ya sea que se trate de la escasez de viviendas, la crisis climática o la cuestión de la migración. Es importante dejar que los hechos lideren y respetar las leyes y los tratados”.
“Pedimos al próximo gobierno que no se estanque en políticas simbólicas que alimentan la polarización, sino que comience a trabajar en soluciones que eliminen las preocupaciones de los ciudadanos y que sean buenas para los refugiados”.