San José. – El coronavirus desfiguró el rostro de la muerte en América Latina y el Caribe.
Un millón 739 mil 395 víctimas mortales de la pandemia del 25 de febrero de 2020 al 26 de octubre de 2022 en los 33 países latinoamericanos y caribeños f ueron sepultadas sin presencia de familiares, en operativos casi que clandestinos en los cementerios del área —una de las más azotadas por la emergencia sanitaria — y en rápidas e imperturbables ceremonias sin pompa reducidas a menos de diez testigos, con los féretros sellados con hermetismo.
En vísperas de que el próximo miércoles 2 de noviembre se asista a lo que será la tercera celebración de l Día de los Fieles Difuntos o de los Muertos bajo persistencia del Covid-19, los números corrieron el velo de la secuela de más de 32 meses de muerte: el total oficial de decesos llegó a 401 mil 538 al primero de noviembre de 2020 y a un millón 518 mil 986 al 29 de octubre de 2021.
En los últimos 12 meses se sumaron 220 mil 409 fallecidos. Los datos exhibieron el acumulado desde que el 25 de febrero de 2020 se confirmó en Brasil el primer portador del Covid-19 en América Latina y el Caribe: 76 millones 954 mil 568 contagiados al 26 de este mes.
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“Sí es cierto: el coronavirus cambió todo… como la forma de enfrentar la muerte”, relató la guatemalteca Sandra Mendoza, ejecutiva de Funerales Reforma, una de las más tradicionales empresas de servicios generales de exequias de Guatemala. Cifras oficiales mostraron que Guatemala contabilizó 22 mil 239 defunciones por el virus.
En una realidad impuesta por la más grave crisis mundial en salud del siglo XXI, se recurrió menos a la tradición de concurridas procesiones con féretros cargados por hombres y mujeres o depositados en carrozas o coches funerarios en un rito de lentas o parsimoniosas travesías bajo compañía musical por calles y avenidas de ciudades y poblados o aldeas en zonas urbanas y rurales.
Como otro saldo de una enfermedad que todavía golpea sin cesar a la región, una pieza: la urna o el cofre para depositar las cenizas, comenzó a proliferar, a romper tabúes y a sustituir a otra —el ataúd— para convertirse en un elemento habitual de las costumbres familiares al enfrentarse al desenlace de un pariente.
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“La pandemia nos ablandó a todos…y nos atemorizó y nos hizo poner los pies en la tierra”, narró Mendoza a EL UNIVERSAL.
“La gente ha cambiado bastante por el Covid-19. El miedo de contagio y de fallecer hizo que la gente se preparara para morir. Antes de la pandemia, la mayoría de la gente no quería hablar mucho de ese tema. La muerte siempre fue algo como que la gente quería dejar de lado. No lo quería tocar ni enfrentar. Pero por el virus, todo cambió”, dijo.
“Puedo decir que ahora hay mayor conciencia y hasta mayor responsabilidad social de lo que es la muerte y lo que significa esa etapa final. La gente se vio obligada, por la pandemia, a estar mejor preparada para el futuro y que la vida es eso… un viaje con final”, puntualizó.
Guatemala se convirtió apenas en uno los casos de América Latina y el Caribe en los que, ya fuera por costos económicos o por protocolos sanitarios, las costumbres en el proceso de despedida de parientes y allegados sufrió un cambio esencial y con un hecho fundamental: aumentó la cremación.
“La mayoría de las personas no ha sido educada en la cultura de la cremación y siempre optó por la viejísima tradición: colocar a las personas difuntas en un ataúd con el conocido final de depositarlo en una tumba y decir adiós. Pero ese concepto se ha modificado. Y en esto hay un factor monetario”, explicó la ejecutiva guatemalteca de venta de servicios funerarios.
Mendoza hizo un pormenorizado desglose. Una caja mortuoria cuesta unos 640 dólares (casi 13 mil pesos mexicanos) y el derecho de inhumación, con todo el mecanismo de excavación y labores paralelas, vale unos 385 dólares (poco menos de 8 mil pesos mexicanos), a lo que hay que sumarle unos mil 915 dólares (38 mil pesos) de la velación con alquiler de salones y servicios afines, para un total aproximado de 2 mil 940 dólares (casi 59 mil pesos).
En contraste, el costo de la cremación es de unos mil 20 dólares (poco más de 20 mil pesos mexicanos) e incluye la urna con las cenizas y dos horas de vela en una sala especial.
La diferencia de edad importa
“Todo esto antes del coronavirus casi que ni se acostumbraba. Los adultos de mayor edad todavía prefieren las reglas anteriores de caja, vela, sepelio y demás. Pero entre los más jóvenes se ha convertido en una especie de moda recurrir a la cremación, además de que es más barata”, aseveró.
Por la pandemia, en América Latina y el Caribe se estableció la norma de que las personas que perecieron por ese padecimiento están fuera de cualquier ritual velatorio, mientras que los difuntos son sometidos a un trabajo de emplasticado y sus deudos tienen un máximo de seis horas para inhumarlos,
Diferentes ejecutivos de firmas funerarias de América Latina y el Caribe, que hablaron con este diario con el pedido de mantener su anonimato por respeto a las normas de discreción con los usuarios de sus compañías, describieron que sus clientes se convencieron de que cremar es una vía que también les permite sobrellevar las distintas fases del desenlace y la separación por la muerte, antes, durante y después de la expiración.
“Muchos deciden guardar las cenizas en sus casas. Otros siguen las prácticas que han visto en películas o leído en redes sociales y en libros de ir a una montaña, o al mar o a un río a lanzarlas a la intemperie. Sabemos de algunos que se dejan una parte de las cenizas y otras las distribuyen a los allegados del muerto. Son las más diversas posibilidades”, recordó un costarricense con décadas de experiencia en el negocio funerario.
Un vendedor colombiano dedicado también a la misma actividad admitió que todavía en las naciones latinoamericanas y caribeñas hay resistencia a la cremación, por creerse que rompe, viola o incumple con los preceptos religiosos más tradicionales y rígidos, que corresponde a las tendencias más de moda o en uso desde hace mucho tiempo en Estados Unidos o Europa y que es ajena a los rituales de América Latina y el Caribe.
La (no estatal) Asociación de Propietarios de Funerarias y Embalsamientos de México anticipó desde 2021 un incremento del 400% en las cremaciones por efecto colateral del coronavirus y advirtió del riesgo de colapso y de mayor complicación en el sistema para la prestación de ese servicio.
De un conteo promedio de “prepandemia” de 20 a 25 incineraciones por mes en 2020, se ascendió a unos 100 por cada funeraria, indicó.
Si la persona a cremar murió de la epidemia, también fueron establecidas diversas regulaciones para sus familiares. Funerarias Perú, de Lima, informó que según los reglamentos, a necrópolis programa la fecha, hora de cremación y número de personas que acompañarán al féretro en la entrega.
En caso de que “no hubiera horno crematorio disponible, el cuerpo tendrá que ser embalsamado y (permanecerá) en una cámara frigorífica para su conservación”, aclaró. Sobre la velación, precisó que será en el entorno de la misma máquina “y puede participar un máximo de una persona”.
Sin ser la ciudad americana más azotada por el ataque implacable ante la proliferación del virus, Lima pasó de un promedio diario de 135 personas que fenecieron por las más variadas causas (naturales o provocadas) en 2019 a 550 en marzo de 2020. El recuento de víctimas mortales por Covid-19 en Perú alcanzó 61 mil 584 al 26 de este mes.
Atribuido al temible contagio, el acelerado incremento repercutió en la disponibilidad de nichos en los camposantos de la capital peruana. “No hay espacios”, confirmó el peruano Waldo Sierra, representante del panteón limeño Parque del Recuerdo, en declaraciones a la prensa de ese país.
“La gente no encuentra manera de sepultar a sus fallecidos debido a la gran demanda de nichos y sepulturas causada” porque el conflicto sanitario generó un “aumento considerable” de la demanda de fosas, subrayó.
En este panorama, las autoridades de Cali —la tercera ciudad más importante de Colombia— revelaron desde mediados de 2021 que los cementerios de esa localidad debieron ampliar sus horarios laborales para satisfacer los requerimientos por el creciente e incontenible ingreso de cadáveres.
Camposantos Metropolitanos de Cali notificó que las cremaciones se incrementaron en 98% en 2021 en comparación con 2020 y que el 98% de cuerpos sometidos a ese método correspondió a muertos por el virus.
La urgencia de más puntos de sepultura continuó siendo incesante. En 2022, del 8 de septiembre al 26 de octubre, los reportes oficiales evidenciaron que el total de muertos creció en 6 mil 940 casos, a lo que se añadieron las necesidades luego de las más variables oleadas o repuntes de rápida transmisión del SARS-CoV-2 (siglas en inglés de síndrome respiratorio agudo severo coronavirus .
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