Bruselas.— La resaca del Covid-19 tiene el potencial de ser mucho más severa que la infección. Conflictos armados, crisis humanitarias, movilizaciones contestatarias y rivalidades políticas violentas viven estos días una aparente tregua por la emergencia global desencadenada por la aparición del coronavirus.

Hay la impresión de que fue escuchado el secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres. “Es momento de ponerle cerrojo a los conflictos armados y centrarnos juntos en la verdadera lucha de nuestras vidas”, aseguró.

La pandemia, que aún se encuentra en su etapa inicial, tarde o temprano finalizará. Queda por ver cuál será su impacto en el orden global y en la trayectoria de los conflictos y movimientos de protesta diseminados por el mundo.

De acuerdo con un análisis elaborado por International Crisis Group (ICG), la emergencia por Covid-19 puede desencadenar nuevas crisis o agravar las existentes, como la humanitaria en Centroamérica.

“Después de anunciar el cierre de su frontera sur a todo el tránsito no esencial desde el 21 de marzo, Estados Unidos tratar de reforzar los esfuerzos para detener la llegada de migrantes y refugiados de América Central y devolverlos a los países de acogida”, detalla.

Igualmente puede entorpecer los procesos de solución de conflicto que estaban en curso hasta antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara el virus como una alerta internacional.

La ONU ha suspendido las visitas de su personal a la explosiva región de Medio Oriente, las autoridades regionales han cancelado iniciativas diplomáticas desde África Occidental hasta el Cáucaso Meridional, mientras que Bruselas archivó el diálogo para encontrar una solución en Venezuela.

Las fuerzas de pacificación de las Naciones Unidas quedaron expuestas a la falta refuerzos: países como Italia y China aplazaron las rotaciones de sus cascos azules en misiones extremadamente frágiles y volátiles, como Sudán del Sur y la República Central Africana.

“El Covid-19 quiere decir que los líderes internacionales están centrados en los dramáticos problemas internos y tienen poco o nada de tiempo para dedicarle a conflictos o procesos de paz”, destaca la organización especializada en solución de crisis.

El orden social está también en peligro, pese a que el miedo a contraer la enfermedad está actuando como un elemento disuasorio. Las protestas sociales han bajado de intensidad, desde Hong Kong y Argelia, hasta Rusia y Níger.

El Armed Conflict Location & Event Data Project (Acled) contabiliza una caída de las movilizaciones a nivel global: el pasado 6 de marzo registró más de 400, el pasado día 16 fueron sólo 50.

“Sin embargo, la tranquilidad en las calles puede ser un fenómeno temporal y engañoso. Las consecuencias económicas y de salud pública de la pandemia afectarían las relaciones entre los gobiernos y los ciudadanos, especialmente cuando los servicios de salud se ven doblegados.

“Preservar el orden público podría resultar desafiante cuando las fuerzas de seguridad están sobrecargadas y la frustración entre la población sea cada vez mayor por la respuesta gubernamental a la enfermedad”, advierte el ICG.

El impacto de la catástrofe económica desencadenada por las medidas extraordinarias de contención del virus son otro componente que podría servir de semilla del futuro desorden social; al igual que podría liberar un sentimiento de xenofobia, especialmente en países con grandes comunidades de migrantes.

En esta etapa inicial, los gobiernos se muestran confundidos ante la velocidad de la expansión del padecimiento, su peligrosidad y la vulnerabilidad institucional.

No obstante, la enfermedad respiratoria dejará mucho espacio de maniobra y algunos líderes podrían tratar de sacar provecho de esa situación, atacar el Estado de derecho, los procesos democráticos o proyectar su influencia en el exterior. Además, las secuelas del brote infeccioso abrían una ventana de oportunidades para el fundamentalismo islámico, particularmente en África y Medio Oriente.

Al-Qaeda y el Estado Islámico (EI) no han fijado un posicionamiento estratégico frente a la pandemia, pero “las fuerzas yihadistas tienden a explotar el desorden, ganando territorio y partidarios en conflictos existentes y Estados débiles”.

Sin embargo, así como hay destellos de preocupación, la crisis del coronavirus podría servir para reducir la tensión en algunos focos rojos.

Aunque hay gestos humanitarios entre rivales que son señales alentadoras. Emiratos Árabes Unidos envió a Irán 30 toneladas de ayuda humanitaria; Estados Unidos, por primera vez en más de una década, ofreció asistencia a la región secesionista de Abjasia, en Georgia, y el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, anunció unilateralmente un alto el fuego frente a los rebeldes comunistas.

“La pandemia amenaza con ser larga y agotadora, hará que sea más difícil la diplomacia, especialmente la de crisis. Será fundamental mantener intactos los canales de comunicación y un espíritu de cooperación, en un periodo en el que el sistema internacional aparenta, estar a punto fragmentarse”.

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