San José.— “¿Qué le pasa al Perú que cada vez que sale un presidente lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso, Fujimori estuvo preso, Alan García cuestionado”.

“La política enferma y está muy enferma”. Si los pueblos “sólo entienden el lenguaje de la corrupción, estamos fritos”.

Las frases entrecomilladas no surgieron al calor de la profunda crisis institucional peruana que se agudizó el miércoles anterior. El maestro, campesino y sindicalista Pedro Castillo fue destituido ese día como presidente por el Congreso de Perú por incapacidad moral con 50 acusaciones en su contra de aparente corrupción, y sustituido por su vicepresidenta, la abogada Dina Boluarte, para que concluya el quinquenio que inició en julio de 2021.

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Los severos cuestionamientos los planteó el papa Francisco hace cuatro años, 10 meses y 18 días, cuando se sentó a conversar con los obispos peruanos, el 21 de enero de 2018 en Lima, y les compartió sus dudas sobre la corrupción en Perú. Y sólo dos meses después, la misma debacle sobre la que Francisco expresó sus inquietudes registró un nuevo capítulo. El vicepresidente peruano Martín Vizcarra debió comparecer el 23 de marzo de 2018 ante el Congreso para asumir la presidencia en reemplazo de Pedro Pablo Kuczynski, acusado de corrupción y obligado a dimitir.

Francisco señaló a Ollanta Humala, presidente de 2011 a 2016, encarcelado y ya libre por presunto blanqueo de activos, y a Alan García (1947-2019), gobernante de 1985 a 1990 y de 2006 a 2011 e indagado por presuntamente aceptar sobornos. García se suicidó en su residencia en Lima cuando la policía llegó a detenerlo con orden judicial, porque habría recibido millonarios sobornos. También citó a Alberto Fujimori, mandatario de 1990 a 2000, indultado en una supuesta componenda con Kuczynski en diciembre de 2017 tras purgar 10 de 25 años de cárcel de una condena de 2009 por delitos de lesa humanidad y corrupción, pero aún permanece en prisión.

Alejandro Toledo, presidente de 2001 a 2006, está libre, pero está en Estados Unidos y sería extraditado a Perú por blanqueo de dinero. Vizcarra y Kuczynski están libres, bajo proceso judicial.

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El lugar escogido por Francisco para tratar la corrupción en Perú al final de su visita ese mes al país fue una cita con la jerarquía católica peruana en la capilla del Palacio Arzobispal de Lima, en una esquina de la Plaza de Armas, al lado de la Catedral. La pregunta del Papa sobre los políticos peruanos que, al dejar la Presidencia, caen presos o en riesgo de ser encarcelados, emergió cuando los obispos le solicitaron analizar el conflicto que sacude a Perú. Pero el Pontífice tampoco eludió mencionar el conflicto en el Palacio de Gobierno ante Kuczynski y la élite política peruana. “La esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma [muchas veces sutil] de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción”, aseveró. La corrupción, narró el Papa, es un “virus social” que daña a pueblos y democracias de América, pero “es evitable”, y pidió “mayor cultura de la transparencia” en instituciones privadas, públicas y católicas y en la sociedad civil.

“Lamentablemente estamos ante una crisis que viene desde hace muchos años, básicamente por la desestructuración de los partidos políticos”, dijo el politólogo, sociólogo y teólogo peruano José Luis Pérez, profesor de la (no estatal) Universidad del Pacífico, de Lima. “La primera muestra fue en 1990 cuando salió [electo presidente] un outsider [desconocido] como Fujimori. Desde 2016 a hoy hemos tenido seis presidentes y tampoco nada garantiza que Boluarte vaya a continuar. No tiene fuerza, no es conocida políticamente, no tiene partido y no tiene bancada [parlamentaria]”, explicó Pérez a EL UNIVERSAL.

“La corrupción es un cáncer, como ha dicho el papa Francisco. Es un tema lamentable, no sólo de Perú, sino de todo el continente. (…) Tener que asumir que los políticos llegan para robar es muy triste. El caso más dramático, clarísimo, ha sido con Castillo”, agregó. El cardenal peruano Pedro Barreto aseguró “que lo que tenemos con Castillo son delincuentes que han llegado al gobierno. Con Castillo es eso: no solamente una ineptocracia, sino una cleptocracia y un nepotismo criminal desde que llegó [al poder]”, recordó.

Al relatar que en Perú “se ha sentido un gran alivio con que salga Castillo”, aclaró que “los problemas no han terminado, ni mucho menos. Castillo era un síntoma de un gran problema político, pero no la causa del problema. Al salir él, da una puerta para comenzar una reforma para tratar de salir, que nos va a tomar años porque hay una gran polarización”.

Tras intentar un golpe de Estado que resultó fallido, Castillo cayó al fracasar en imponer un gobierno de excepción, disolver el Poder Legislativo y dictar otras medidas de ruptura del orden constitucional. A las acusaciones de corrupción, que Castillo siempre negó, ahora se le sumaron las de violación de la Constitución Política. “Castillo es un delincuente que ha sido objetado por distintos segmentos de la población, no sólo conservadores, sino hasta de izquierda”, afirmó a este diario el analista político, columnista y periodista peruano César Campos.

“Esto no es un sentimiento de conservadores, de gente blanca hostil. Es falso que Castillo ha sido objeto de un golpe racista, conservador, de ricos contra pobres, de blancos contra andinos”, alegó.

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